Horta-Guinardó
Al noreste de Barcelona, el distrito de Horta-Guinardó, el tercero en extensión de la ciudad, se despliega sobre los valles y colinas de las estribaciones de la sierra de Collserola. Sus 11 barrios tienen dos cosas en común: su pasado rural –buena parte del distrito ocupa los terrenos del antiguo municipio de Sant Joan d’Horta, independiente hasta 1904- y las numerosas pendientes. La situación elevada del distrito, que no comenzó a urbanizarse hasta los años 50 con mucha población inmigrante venida del resto de Cataluña y España, lo aleja del bullicio del centro y ofrece unas privilegiadas vistas de la ciudad y el Mar Mediterráneo.
Merece la pena subir a los miradores desplegados por el Parc dels Tres Turons (Parque de los Tres Cerros): el Coll, el Carmel y la Rovira. El más famoso es el Mirador del Turó de la Rovira, situado en unas antiguas baterías antiaéreas instaladas durante la Guerra Civil desde las que se disfrutan unas espectaculares vistas panorámicas de Barcelona. El distrito acoge otras agradables zonas verdes como el Parc de Collserola o el Parc del Laberint, el más antiguo de la ciudad, creado en 1791, que destaca por su estanque y por el laberinto de cipreses del jardín neoclásico. En su centro no nos espera el minotauro, sino una estatua de Eros, el dios griego del amor.
Con una historia milenaria –las primeras noticias de asentamientos humanos en el Vall d´Horta, hoy llamado Vall d´Hebron, datan del año 965-, el antiguo pueblo de Sant Joan d’Horta se originó en lo que hoy es el barrio de Sant Genís dels Agudells, alrededor de su iglesia románica del siglo X. Tradicionalmente, la zona ha sido popular por la abundancia y las bondades de su agua, lo que explica la pujante industria de lavaderos de ropa que floreció a fines del siglo XIX, de la que aún se conservan vestigios en la bonita calle Aiguafreda (barrio de Horta). Otro negocio fue la venta del agua de la Font d’en Fargues, situada en el barrio al que da nombre, a la que se atribuían propiedades curativas. Si queremos respirar la esencia del desaparecido pueblo, conviene dar una vuelta por la Plaça Eivissa y sus alrededores, que mantienen la estructura del casco antiguo de Horta.
El pasado rural del distrito aún vive en las numerosas masías que sobreviven, aunque hoy reconvertidas para otros usos. No podemos dejar de echar un vistazo a Can Cortada –ahora un restaurante-, Can Baró –un colegio público-, Can Fargues -la actual escuela de música del barrio- o Can Soler, escuela de arte floral desde 2010.
Vall d´Hebron, el barrio más reciente de Horta-Guinardó, conserva huellas de los Juegos Olímpicos de 1992. Aquí se construyó un pabellón, que acogió competiciones de tenis, voleibol y tiro con arco, y un velódromo de ciclismo en pista. Junto a este último podemos ver la escultura urbana Poema visual, de Joan Brossa, que invita a realizar un recorrido reflexivo que nos lleva del nacimiento a la muerte.
En la parte baja del distrito encontramos los barrios de El Guinardó y el Baix Guinardó, repletos de zonas verdes como el parque de las Aigües, el Príncep de Girona, los jardines de Frederica Montseny y el Parc del Guinardó, con impresionantes vistas de Barcelona. En el Guinardó también encontramos una joya arquitectónica: el antiguo Hospital de Sant Pau i la Santa Creu, toda una ciudad de estilo modernista dedicada a la salud que ha sido declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por último, los aficionados a la literatura tienen una razón extra para visitar el Guinardó: aquí transcurren las novelas de Juan Marsé, gran escritor barcelonés que pasó su infancia en una zona que describiría como “maldito barrio de sube y baja y escóñate”.
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