Enclavado entre las calles Real de Cartuja, Ancha de Capuchinos y Cuesta del Hospicio, coronando los Jardines del Triunfo donde una vez yacieron tumbas musulmanas, encontramos el Hospital Real de Granada. Los Reyes Católicos ordenaron en 1504 la construcción de este sanatorio, deseosos de renovar la imagen de la recién conquistada ciudad, y los primeros cristianos repobladores no tardaron en acostumbrarse a la presencia de sifilíticos y enfermos mentales en su interior. Hace tiempo, no obstante, que las camas y el material quirúrgico abandonaron este regio edificio. En su lugar, el Hospital Real acoge, desde 1981, la sede del Rectorado de la Universidad de Granada y su prestigiosa Biblioteca Central. La extraordinaria superposición de estilos arquitectónicos -predominantemente el renacentista- que el edificio incorporó a lo largo de su dilatada construcción, lo convierten hoy más que nunca en una visita obligada. Además, gracias a una iniciativa de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en su interior todavía es posible visitar la celda en la que este santo portugués vivió recluido durante un año, y en la que hoy se le rinde culto.
- Historia y simbolismo alrededor de la creación del Hospital Real de Granada
- Visita por su interior
- El rostro actual del viejo Hospital Central
Historia y simbolismo alrededor de la creación del Hospital Real de Granada
El Hospital Real de Granada es uno de los muchos edificios institucionales que los Reyes Católicos mandaron construir, tras la toma de la ciudad en 1492, a fin de resignificar un lugar que había permanecido bajo dominio musulmán durante ocho siglos. Carente como estaba Granada en aquellos días de un verdadero lugar de sanación, se decidió que, en lo que hoy parece un acto a todas luces simbólico, la nueva edificación fuese levantada justo encima del antiguo cementerio musulmán Saad Malik, muy cerca de la histórica Puerta de Elvira. Para aquellos a los que les diviertan estas negras ironías, cabe añadir que otra similar se produjo en el lugar que ocupan hoy los Jardines del Triunfo, ubicados frente al Hospital. Se dice que esta explanada, conmemorativa de la Inmaculada Concepción a través de un Triunfo o columna monumental en su centro, acogió durante el siglo XVIII la celebración de fiestas y verbenas antes de convertirse, tras la ocupación francesa, en escenario de ejecuciones públicas, siendo la de la “heroína de la libertad” Mariana Pineda la más sonada.
Heredero del diseño renacentista del Hospital Mayor de Milán, muy extendido por toda Europa a partir del siglo XVI, el Hospital Real comenzó a acoger a enfermos de la Guerra de Granada antes incluso de haber finalizado su más temprana construcción. Los seguirían pobres y peregrinos, enfermos de sífilis e incluso, tal como recogen los libros, los llamados inocentes –o enfermos mentales– tras el impulso de las obras que la estancia granadina de Carlos I dio al Hospital en 1522, tras la muerte de su abuelo Fernando el Católico.
Visita por su interior
Subiendo por la Cuesta del Hospicio y dejando a mano izquierda unas verjas que en origen pertenecieron al ya desaparecido Hospital de San Lázaro, llegamos a la entrada principal del Hospital Real. Desde dicha calle, el visitante ya puede comenzar a advertir el magnífico repertorio de ventanas platerescas de la fachada principal o la extraordinaria Portada barroca construida con piedra de Sierra Elvira que Alonso de Mena ejecutó en 1640, dotándola de entalladuras alegóricas como la del yugo y las flechas en homenaje a Isabel y Fernando.
Si bien ya adelantábamos que el diseño del Hospital es una reproducción de aquel que el maestro Filarete instauró novedosamente en Milán allá por el despertar del Renacimiento, lo cierto es que el de Granada esconde verdaderas singularidades en su ejecución. Tal vez por lo dilatado de su construcción, o por la encrucijada histórica que carga a sus espaldas, la visita al Hospital Real resulta más placentera si se presta atención a cómo elementos típicamente renacentistas como las columnas del Patio de los Mármoles, se mezclan armoniosamente con elementos característicos del gótico, como la cúpula del cimborrio central o el mudéjar de sus armaduras. Distribuido en forma de cruz, el Hospital alberga cuatro patios interiores, de idénticas proporciones, que atesoran varias historias muy ligadas a la función que cada uno cumplió en su momento.
Véase, por ejemplo, el Patio de los Mármoles. Situado a mano izquierda nada más atravesar la Portada, este espacio, formado por veinte arcos sostenidos por columnas corintias, oculta una curiosidad. Si empleamos nuestra mirada en la búsqueda de iniciales talladas sobre sus arcos, encontraremos una F de Fernando y una K de Carlos I. Esta última, sin embargo, fue antes una Y de Isabel la Católica que el emperador modificó para poner su impronta.
Más adelante, también a mano izquierda, encontramos el Patio de la Capilla, del cual se dice que es el único cuyas obras de decoración fueron oficialmente concluidas. Toma el nombre de una antigua capilla, hoy inexistente, que guardó en su interior los restos del cepo que mantuvo preso al santo portugués Juan de Dios, después de que este fuera recluido al ser tomado por loco.
El Patio de los Inocentes y el Patio del Archivo son espacios que en su época quedaron inconclusos, y por ello se muestran ante el visitante más desnudos que los anteriores. No por ello dejan de atesorar ricos detalles. Desde el primero de ellos, por ejemplo, es posible observar el ventanuco que comunica con la celda del mencionado santo. La misma que hoy acoge la llamada biblioteca Sanjuanista, lugar de culto materializado en libros que nos hablan de las obras humanitarias que Juan de Dios llevó a cabo en vida, como cuando, durante un grave incendio en 1549, supuestamente salvó a varios enfermos del hospital. La escena quedó recogida en un lienzo del pintor Gómez-Moreno de alrededor de 1880.
El rostro actual del viejo Hospital Central
Por la noche, las fuentes bailarinas del Jardín del Triunfo se iluminan con colores de plástico, como ajenas al viejo testigo que con grave semblante descansa a sus espaldas. Por las mañanas, es habitual ver a jóvenes universitarios traspasar la portada regia del Hospital, inmersos en gestiones estudiantiles o en la consulta de libros de la biblioteca central, ubicada en la segunda planta.
Objeto de numerosas obras de rehabilitación durante los años sesenta y setenta, el Hospital Central de Granada vio cómo los antiguos barracones que permanecían adosados a su perímetro eran derrumbados, a la vez que un gran jardín, con más de 360 especies arbóreas, se creaba a su alrededor. Hoy, a pesar de su nueva función educativa, el edificio sigue acogiendo a todos los curiosos que se acercan a sus muros, atraídos por el aroma histórico que despiden y por el morbo que despierta su antigua utilidad. Todo ello sin olvidar las muy diversas manifestaciones culturales, como exposiciones y conciertos de toda clase, que desde hace ya muchos años acogen sus patios.