Madrid no sería lo mismo sin el parque del Retiro y San Sebastián no estaría completo sin el parque de Cristina Enea. Estos espacios verdes en plena ciudad representan un remanso de paz donde alejarte del ritmo algo alocado de la urbe, donde puedes refugiarte entre sus senderos y praderas.

El caso de Cristina Enea va además acompañado de importantes atractivos culturales. Se encuentra junto al edificio Tabakalera, muy próximo a la estación del Norte, en el barrio de Eguía. Supone una mezcla única de arquitectura, flora y fauna. Vamos a desgranar todos los detalles porque no te faltarán motivos para visitarlo.

Cuál es el origen de este parque de San Sebastián

El germen de este parque hay que buscarlo en la finca privada de los duques de Mandas. Cristina Brunetti y Gayoso de los Cobos, XIII duquesa de Mandas, se casó en 1859 con Fermín de Lasala y Collado, político donostiarra. Este adquirió en 1863 unos terrenos con la intención de construir aquí una casa de campo. Del diseño paisajístico se encargó Pierre Ducasse, jardinero de la casa real, que también proyectaría los jardines del palacio de Miramar.

Sin embargo, el matrimonio murió sin descendencia, por lo que el duque estableció en su testamento donar la finca al Ayuntamiento. Para hacerlo efectivo se debían cumplir una serie de requisitos, como conservar el nombre de Cristina Enea en honor de su mujer, que no se hicieran nuevos añadidos en el espacio y que solo se usara como parque público. El Ayuntamiento adquiere finalmente los terrenos en 1919 y el parque se abre en 1926.

 

 

El parque se asienta sobre una colina formada por uno de los últimos meandros del río Urumea. Cuando la finca se entregó a la ciudad, contaba con una extensión de más de 78.000 metros cuadrados y casi 1.000 estaban construidos, ya que existían un palacio, una capilla y varias dependencias anexas. Durante los últimos años se han llevado a cabo diferentes reformas, sobre todo para mejorar los accesos al parque de Cristina Enea, pero también para enriquecer la flora y la fauna del lugar. El territorio se ha llegado a ampliar hasta alcanzar un total de casi 95.000 metros cuadrados, por lo que ahora hay muchos más rincones que conocer.

Qué te espera al entrar en el Parque de Cristina Enea

Cristina Enea
Lago del parque

Se trata de uno de los mejores sitios de San Sebastián para pasear y desconectar, pues realmente parece que te traslades a otro mundo, con los exóticos árboles y el romanticismo propio del entorno. Además, son varios los atractivos históricos que puedes admirar.

Te sentirás como un auténtico donostiarra al caminar por el parque. Su situación céntrica es otro de sus puntos fuertes, además de contar con múltiples accesos peatonales: por Tabakalera, Mundaiz, Riberas de Loiola y paseo de Urumea. Una vez dentro, hay varios elementos a los que prestar atención.

  • El Palacio. La antigua residencia de los duques de Mandas se ubica en la parte superior del parque de Cristina Enea. Su distribución original data de 1890 y es obra de José de Osinalde. Se distribuye en una planta baja y dos pisos, el último de ellos abuhardillado. En la parte baja era donde se encontraba la zona noble de la casa, con la biblioteca, los salones, los comedores y los espacios de recepción. En el piso superior estaban los dormitorios, el despacho del duque y las habitaciones para invitados. La segunda planta se destinaba a las estancias de los criados y los trasteros. En 1906 se añade una capilla con campanario, anexa al edificio principal.

En la actualidad, el edificio ha sido restaurado para albergar el Centro de Recursos Medioambientales de San Sebastián. La fachada conserva en gran parte su encanto original, con una arquitectura típicamente vasca y entramado de madera. La fundación Cristina Enea nace en el año 2008 y tiene en marcha diversos proyectos de sensibilización en el terreno medioambiental.

  • La riqueza arbórea. Uno de los mayores encantos del parque de Cristina Enea es la biodiversidad que presenta, sobre todo después de que en el año 2007 plantaran nuevas especies traídas desde Bélgica y Alemania. La secuoya roja es una de las protagonistas fundamentales, originaria de Estados Unidos. Es el ser vivo más alto que se conoce, pudiendo superar los 100 metros. El cedro del Líbano, todo un símbolo nacional en su país de origen, también tiene aquí su presencia y podrás refugiarte bajo su sombra si hace calor. También es hogar del ginkgo biloba, un árbol altamente longevo y que se venera en Oriente, además de ser famoso por sus propiedades terapéuticas. Otras especies que observarás en tu visita son los plátanos de sombra, las palmeras chinas, los castaños de Indias, los cerezos, los robles o las encinas. La lista es interminable y el parque recomienda diferentes caminos según tus intereses.
  • Pasarelas. Existen varias pasarelas peatonales en el parque de Cristina Enea para salvar el desnivel que existe con el río Urumea. El más famoso de todos los accesos lleva el nombre de Gladys del Estal, en memoria de la ecologista muerta en una manifestación antinuclear en Tudela, en 1979. Otro de los homenajes que encontramos a esta mujer en el parque es una escultura firmada por el artista Xabier Laka, en el punto más alto del recinto y uno de los enclaves más concurridos.
  • Fauna del parque. En tu trayecto tienes que acercarte a saludar a algunos de los más curiosos habitantes del parque de Cristina Enea. Los más llamativos puede que sean los pavos reales, los cuales encontrarás junto al estanque. La primera pareja llegó desde Barcelona en 1977 y desde entonces han hecho de este su nuevo hogar. El paso del río Urumea propicia el tránsito de pequeñas aves y mamíferos, por lo que es habitual observar especies como el martín pescador, la gaviota o el ánade silbón, que se acercan hasta el estanque para disfrutar de la calma del lugar.

Ya sea para pasar un día en familia o si buscas un lugar para tumbarte a respirar entre verdes praderas, el parque de Cristina Enea te brindará ese oasis de paz en pleno centro de San Sebastián que estás buscando.