El legado que el Imperio Romano dejó en Roma es eterno. Un ejemplo más de ello es el templo de Adriano, o Hadrianeum, erigido en honor del emperador Adriano en el año 145. Una joya que ha llegado hasta nuestros días y que sorprende al visitante cuando camina por la pequeña piazza de Pietra, muy cerca del Panteón, en pleno centro de la capital italiana.
Una línea de fachada sin nada singular se transforma, de repente, en un conjunto de 11 grandes columnas corintias cuyo desgaste es testimonio de su antigüedad. Nada parecía indicar que en aquella calle se alzarían los restos del templo de Adriano, a los que el devenir de los tiempos lo acopló, por detrás, a un edificio del siglo XVII que llegaría a albergar la Bolsa de Roma.
La historia de esta capital de la antigüedad es así. Dos milenios han pasado por encima de muchas construcciones que llegan hasta hoy día. Algunos con mejor fortuna, como el Coliseo o el Panteón. Otros, como el templo de Adriano, lo hacen en convivencia con edificios que llegaron más tarde. Y, lamentablemente, muchos otros han desaparecido o están en ruinas. Las reconstrucciones digitales nos pueden ayudar a imaginar cómo eran originalmente.
¿Cómo era el templo de Adriano?
El templo de Adriano fue erigido como homenaje al emperador que dictó el devenir de Roma y su Imperio durante 21 años. Su construcción fue idea de Antonino Pío, hijo adoptivo y sucesor de Adriano en el trono. Un poderoso edificio a tenor de la altura de las columnas, de 15 metros, de las que hoy solo sobreviven 11 que pertenecían a la que era la fachada norte del edificio.
Se trataba de un templo períptero –rodeado de columnas, 15 en los lados largos y 8 en los cortos– y de planta rectangular. Estas columnas estaban decoradas con relieves que representaban las provincias del Imperio, algunos de ellos conservados en los Museos Capitolinos.
El edificio tenía una escalinata de cuatro metros que precedía al pórtico en su lado principal, una característica habitual en los templos de aquella época del Imperio. Llama la atención la cota en la que se sitúa el edificio, algunos metros por debajo de la calle actual. Un pequeño foso marca la diferencia entre el nivel de la calle y el del templo, señal de que Roma ha crecido a lo largo de los siglos.
El principal material con el que se construyó fue el mármol proconnesio, procedente del noroeste de Turquía, y que no se popularizaría en Roma hasta el final del reinado de Adriano. Se caracteriza por su color blanco con vetas grises. También se empleó la toba calcárea, una roca caliza muy porosa, así como el mármol giallo antico, un mármol de diferentes colores procedente de Túnez que componía algunas de las columnas.
En la actualidad, el templo de Adriano ejerce de museo dedicado al emperador y de sala de exposiciones. En su interior se conservan también algunos restos del propio templo.
¿Dónde está el templo de Adriano?
La situación del templo era lo que en la Roma Imperial se conocía como el Campo de Marte, Campo Marzio, el barrio de la antigua Roma que hoy ocupa el centro de la Ciudad Eterna. Se trataba de una zona plagada de edificios públicos y homenajes, tales como la columna de Marco Aurelio, el reloj solar de Augusto, el mayor reloj de sol del mundo por aquel entonces, o el templo de Matidia, suegra de Adriano.
Muy cerca de allí se sitúa también el Panteón, las termas de Nerón y el Ara Pacis. El Campo Marzio servía como lugar de esparcimiento y zona de ejercicios e instrucción para los ejércitos. Fue el lugar por donde se expandió Roma y que se fue llenando de edificios y tiendas, en un área que comprende desde el monte Pincio, el Capitolio al sur y hasta las riberas del río Tíber. Debe su nombre a la existencia de un antiguo altar dedicado al dios Marte.
¿Quién fue Adriano?
Para entender mejor la importancia del templo de Adriano, conviene recordar brevemente quién fue este importante personaje histórico.
Publio Elio Adriano ejerció de emperador del Imperio Romano, por la dinastía Antonina, entre los años 117 y 138. Aunque hay dudas acerca de su lugar de nacimiento, la teoría más extendida es que era oriundo de Itálica, la antigua ciudad de la Hispania romana situada en la actual Santiponce (Sevilla). Accedió al trono del Imperio tras la muerte de su tío Trajano.
Adriano es conocido por sus numerosos viajes a todas las provincias romanas, tales como Britania, Hispania, Grecia o Siria, con el fin de mantener la paz, promover mejoras y asegurar el favor de sus habitantes. Su reinado estuvo marcado por un período de paz y prosperidad, con escasas operaciones militares y una importante reforma de la administración. Prefirió parar el expansionismo y reforzar las fronteras en las zonas más débiles, la más conocida hoy en día es el muro de Adriano, construido para frenar a las tribus bárbaras del norte de Britania, cerca del límite actual entre Inglaterra y Escocia.
También se le conocen algunas obras que han llegado a nuestros días, como el castillo de Sant’Angelo, el templo de Venus, los puentes sobre el Tíber y la reconstrucción del Panteón en Roma, o el anfiteatro de la ciudad francesa de Nimes. Sin embargo, por sus reformas nunca obtuvo el favor del Senado y a su muerte se manifestó la impopularidad que le guardaba Roma. Quizás, su filohelenismo tampoco fue bien visto en la capital del Imperio. Para muchos autores, Adriano fue un verdadero servidor público y su reinado una de las mejores épocas. No en vano, es el tercero de los “cinco emperadores buenos”.
Roma es una ciudad museo. El legado romano que ha llegado hasta nuestros días es impresionante y cualquier esquina, calle o plaza guardan algún elemento que conduce dos mil años atrás al visitante. ¿Te imaginas cómo sería Roma con todos aquellos edificios públicos? Consulta todas nuestras guías de Roma para seguir descubriendo los tesoros que esconde.