Hubo una época, allá por los siglos XV y XVI, en que los corsarios otomanos acostumbraban a asolar, de cuando en cuando, el litoral mediterráneo. La ciudad de Almería, situada justo en frente de la costa berberisca, no fue la excepción a la norma. Por este motivo, hoy todavía podemos comprobar cómo muchos de sus edificios civiles y religiosos exhiben elementos más propios de lo militar. El caso más famoso se encuentra en pleno casco antiguo, en la Catedral de la Encarnación, un templo católico construido a principios del siglo XVI, cuyas almenas, torreones y contrafuertes nos evocan la robustez de una auténtica fortaleza. Aparte de esta singularidad, única en toda Andalucía ―y muy poco habitual en el resto de España―, la Catedral de Almería también destaca por el rico patrimonio histórico-artístico que atesora en su interior, así como por la preciosa plaza en la cual se enmarca. Colmada de palmeras verdes, que contrastan exóticamente con los muros ocres del edificio, este encantador rincón ha sido y es uno de los centros sociales por excelencia de la capital almeriense.

  1. La Catedral de Almería, historia del gran templo de la capital
  2. Monumental e integrada en la plaza de la Catedral
  3. Un vistazo al interior de la Catedral

La Catedral de Almería, historia del gran templo de la capital

En 1522, tan sólo treinta años después de la reconquista de Almería por parte de los Reyes Católicos, un fatídico terremoto destruía por completo el mayor templo de la ciudad. Fue entonces cuando el obispo local, Fray Diego de Villalán, mandó construir una nueva catedral, cuya envergadura y porte pudieran ser dignos de la sede episcopal de la Diócesis de Almería. Presumiblemente proyectada por el arquitecto Diego de Siloé, y ejecutada más tarde por Juan de Orea, la catedral tuvo, desde sus mismos inicios, una vocación defensiva, encaminada a soportar los continuos ataques y razias de piratas y moriscos sublevados. Oficialmente terminada en 1564, la historia de la catedral de Almería es, sin embargo, un asombroso compendio de los estilos arquitectónicos propios de los siglos XVI, XVII y XVIII. Fruto de numerosas modificaciones, en su mayoría en pro de un mayor poder defensivo, estos estilos abarcan desde el estilo gótico tardío y el renacentista, hasta el barroco o el neoclásico ―este último bajo la autoría de Ventura Rodríguez, uno de los más famosos arquitectos españoles de la Ilustración europea―.

Sin duda, el mejor homenaje a esta rica historia se produjo en 1931, cuando la Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación fue declarada como Bien de Interés Cultural (BIC) por el Estado español. Paradójicamente, sólo cinco años más tarde, la Guerra Civil traería consigo la destrucción de gran parte del patrimonio histórico-artístico de la catedral, pero eso es otra historia.

Monumental e integrada en la plaza de la Catedral

Hoy en día, junto a sus característicos contrafuertes y torreones almenados, la catedral destaca gracias a su puerta principal, cargada de una gran ornamentación en comparación al resto del perímetro. La misma, marcadamente renacentista, se divide en dos grandes alturas: la parte baja exhibe dos recias columnas pareadas, cuyo modelo es, a todas luces, el tradicional arco del triunfo romano. Asimismo, la parte alta de la puerta esconde, mediante alegorías y escudos, un verdadero canto al poderío militar e intelectual del emperador Carlos V, bajo cuyo reinado España se convirtió en la primera potencia mundial del mundo.

Catedral de Almería
Fachada de la Catedral de Almería

Por su parte, la otra puerta de acceso ―llamada puerta de los Perdones―, se encuentra discretamente situada en la calle Velázquez. Diseñada igualmente por el arquitecto Juan de Orea, su esquema arquitectónico es muy similar al de la puerta principal, con la excepción de que en este caso el homenaje monárquico recae, por medio de un escudo, sobre el rey Felipe II ―hijo de Carlos V―.

Un vistazo al interior de la Catedral

Si accedemos a su interior, comprobaremos que el actual templo mantiene la planta de salón formada por tres naves de altura baja y uniforme ―este último es un aspecto contrario a la norma, pero tremendamente eficaz a la hora de soportar mejor los impactos de artillería―. Su azotea, asimismo, continúa siendo plana, tal y como fue diseñada cinco siglos atrás a fin de ser utilizada como asentamiento de cañones. Destaca su altar Mayor, presidido por un magnífico retablo de estilo barroco. Y tras este, encontramos otra capilla oculta, de carácter funerario, en la cual yace el bello sepulcro del obispo Fray Diego de Villalán. A modo de curiosidad, también cabe recordar que es el muro exterior de esta capilla el que exhibe el Sol de Portocarrero, un llamativo bajorrelieve de un sol antropomorfo que, con el tiempo, se ha convertido en verdadero símbolo de la provincia almeriense.

Además de otras seis capillas, dedicadas a obispos, santos y vírgenes, también podemos visitar el espacio reservado al coro. Se trata de un conjunto de 75 asientos, tallado en madera de nogal durante la segunda mitad del siglo XVI. Sobre estos asientos descansan dos enormes y valiosos órganos barrocos, altamente recomendables de visitar.

Finalmente, también merece la pena visitar tanto la sacristía, decorada magníficamente con medallones y coronada por una gran bóveda de medio cañón, como el claustro, un recinto interior al aire libre construido, en origen, como patio de armas.

Tour por la catedral y horario de misas

En la actualidad, la catedral de Almería realiza celebraciones eucarísticas abiertas al público dos veces al día ―a las 9 horas en la capilla Mayor, y a las 19:30 en la capilla de La Asunción―. Los domingos, por su parte, se realiza una única celebración (la de la Santa Misa), a las 11:30 en la capilla Mayor.

Por su parte, si simplemente queremos visitar el interior del edificio catedralicio, debemos saber que existe la posibilidad de realizar un tour turístico-cultural de la mano de un guía especializado. Dicho itinerario consta de dos partes: un primer recorrido por el templo, desde la portada principal hasta el claustro; y un segundo recorrido por la sala de exposiciones permanentes, la cual se ha ido nutriendo de valiosas obras de arte desde el final de la Guerra Civil.