Alrededores de Roma
Las calles empedradas del Trastevere, el Panteón de Agripa, la Fontana di Trevi, el Campo de’ Fiori… La riqueza patrimonial de Roma resulta tan abrumadora que aunque permaneciésemos en ella durante meses siempre encontraríamos rincones nuevos para sorprendernos. Y es que, cuando ya se han visitado los monumentos imprescindibles de la capital, Roma todavía se presta a disfrutarla desde otras aristas: callejeando sin rumbo, descubriendo establecimientos gastronómicos diferentes, empapándose de su atmósfera… Resulta prácticamente imposible aburrirse en la capital italiana.
Ahora bien, no por ello debiéramos obviar todo lo que su entorno nos ofrece, ya que a muy corta distancia del centro existen rincones mágicos que, inevitablemente, quedan eclipsados por el brillo de uno de los cascos antiguos más imponentes del planeta y, sin embargo, también merecen una visita.
Es el caso del mal llamado barrio de Coppedè. Mal llamado porque no se trata de un barrio propiamente dicho, sino más bien de un sorprendente conjunto de lujosos palacetes en los que el Art Déco y el modernismo se mezclan casi irreverentemente con reminiscencias góticas, barrocas y griegas.
Algo parecido sucede con la majestuosa basílica de San Pablo Extramuros, que fue el templo más grande de Roma hasta la construcción de San Pedro del Vaticano, y con las históricas catacumbas de San Calixto, San Sebastián y Domitila, todas ellas situadas a menos de 5 kilómetros del centro en dirección sureste.
Si nos alejamos un poco más y ponemos rumbo a la costa, encontraremos entonces la población de Ostia, refugio habitual de los romanos durante los meses más calurosos del año, pues se trata de la playa más próxima a la capital, donde se localizan, además, los restos de Ostia Antica, un importante núcleo comercial en época romana que fue abandonado definitivamente en el siglo IX d.C.
No obstante, si lo que queremos es descubrir ciudades detenidas en el tiempo, lo mejor será dirigirnos a Nápoles para contemplar los impactantes yacimientos de Pompeya y Herculano, dos poblaciones que permanecieron sepultadas por la lava del Vesubio durante casi 17 siglos a raíz de la gran erupción acontecida el año 79 d.C.
Sin ir tan lejos, cerca de Roma también existen escapadas atractivas, como el palacio de Castel Gandolfo –la histórica residencia de verano del Papa– o los conjuntos monumentales de la Villa d’Este y la Villa Adriana, ambas situadas en Tivoli (o Tívoli, en castellano), a poco más de 20 kilómetros de la capital.
Sin olvidarnos del norte de Roma, donde podemos visitar desde los restos etruscos de Viterbo hasta el centro histórico de Orvieto, localidad en la que merece la pena detenerse para contemplar su elegante catedral y, cómo no, para degustar su célebre vino blanco.
Por último, las conexiones ferroviarias hacen que resulte muy cómoda la visita a Florencia. Si os animáis a conocer la joya de la Toscana, una hora y media de tren será suficiente para pasear junto a la orilla del Arno, fotografiar el Ponte Vecchio y admirar la excelsa cúpula con la que Brunelleschi coronó el Duomo.