Muchos monumentos en las ciudades arrastran leyendas, apodos, que poco tienen que ver con la realidad histórica pero que marcan cómo los vemos y los disfrutamos ahora nosotros. Algo parecido le ocurre a los Baños Árabes de Girona, una de las atracciones turísticas de la ciudad que conserva cierto misterio entre sus paredes y arrastra alguna que otra mentirijilla histórica.
La cúpula que puede verse desde la catedral, la linterna de estos baños, fue levantada en el siglo XII pero no por los árabes, aunque se llame así el complejo. Tampoco se asienta sobre un frigidarium o caldarium romano y si hubo una comunidad que lo utilizó como baño ritualista fue la judía, en la Edad Media, para su micvé.
Estos tres aspectos todavía hacen más interesante la visita de este monumento.
Historia de los Baños Árabes de Girona
Como ya hemos dicho la construcción de este bello complejo no fue realizada por los árabes aunque se edificó en el siglo XII, cuando la presencia islámica ya era una realidad desde hacía siglos en la Península. Se trata de un edificio románico que se inspiró en la estructura de las termas romanas, el mismo sistema recuperado que utilizaron los árabes para sus famosos hamam.
El primer registro de estos baños públicos, siguiendo la filosofía tanto latina como islámica, es del año 1194. Se supone que tuvo un uso continuado hasta 1285, cuando fue parcialmente destruido en uno de los múltiples asedios y guerras con el vecino francés. En este caso, fueron las tropas del llamado Felipe el Atrevido las que provocaron una ruina parcial.
Menos de una década después, en 1294, el rey Jaime II encargó su reconstrucción a un ciudadano ilustre de Girona, Ramón Taialà, lo que da a entender la importancia que tenía este complejo en la ciudad en pleno siglo XIII.
También se sabe que casi 50 años después, era un médico real, Arnau Sarriera, quien se hizo con el increíble complejo para sus curas y sus relajaciones. Además, durante la Edad Media, está comprobado que fue la comunidad judía la que más utilizó estas piscinas para realizar su micvé, un baño de purificación.
De hecho, en Besalú, un pueblo medieval muy cerca de Girona, se conserva el único edificio exclusivo para este ritual judío que queda en España de la época.
Las tres salas de estos baños fueron también testigo de las actividades de las monjas de clausura capuchinas que asumieron este edificio en 1618.
La realidad es que fue pasando de mano en mano sin que se destacara su valor arquitectónico e histórico hasta que uno de esos grandes viajeros del siglo XIX, Alexandre de Laborde, los señaló y hasta realizó grabados que nos muestran cómo estaban en esa época. En 1929 la Diputación los compró y los restauró.
Qué puedes ver en tu visita a los Baños Árabes de Girona
Todas las guías destacan la entrada, la sala de descanso cubierta con un bóveda y la cúpula como tres de los elementos más destacados que no puedes perderte en la visita. Pero lo mejor para exprimir al máximo este monumento histórico en Girona es entender bien su estructura y división.
En total son cinco los recintos que quedan en pie de estos baños: los vestuarios donde se cambiaban los usuarios (hombres y adinerados, obviamente), la sala fría, la tibia, la caliente (siguiendo el esquema romano) y otra más que era la del horno.
El llamado frigidarium cuenta con una piscina de planta octogonal que culmina en una pequeña cúpula que se sostiene sobre una cubierta de bóveda de medio cañón.
En él se ubica un templete de piedra con ocho columnas, una en cada ángulo, que es uno de los lugares más increíbles del complejo sobre todo por los más de 12 metros de altura de la sala. Los capiteles cuentan con una decoración en forma de hojas y algún animal y, como detalle curioso, los arcos en este caso no son en forma de herradura sino más bien semicirculares. También se pueden ver tres hornacinas, donde los usuarios guardaban la ropa antes de sumergirse en la pileta.
El tepidarium, baño tibio, y el caldarium, caliente, tienen una estructura parecida: sala rectangular y bóveda de cañón con lumbreras o respiraderos.
En este caso, la caldera estaba excavada en el subsuelo fuera del edificio, pero el sistema perfectamente diseñado hacía que las salas calientes tuvieran el agua a la temperatura perfecta para el baño. De cómo era el resto del complejo, no se sabe mucho.