Un monasterio bajo una roca, un icono medieval y un panteón real. Todo eso es el monasterio de San Juan de la Peña, en Huesca, un hito en la historia de Aragón que rezuma belleza. En este artículo te mostramos todo lo que debes saber para visitar San Juan de la Peña.

Su cercanía a Jaca (25 kilómetros) y a buena parte del Pirineo Aragonés, hace que visitar el monasterio sea un plan que merece mucho la pena en un viaje por esta zona de Aragón.

El monasterio forma parte del llamado Paisaje Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, un espacio natural de media montaña de la comarca de la Jacetania. Esta zona se caracteriza por su densa masa forestal, las formaciones rocosas conglomeradas, y por la presencia de elementos de patrimonio religioso.

La Peña Oroel es su cima más conocida, en parte por su curiosa silueta. Con 1.769 metros de altitud, domina el paisaje sobre San Juan de la Peña y la ciudad de Jaca. Una popular ruta de senderismo conduce a este espacio natural que cuenta también con varios interesantes miradores sobre los Pirineos. Entre ellos destacan el Balcón de los Pirineos y el Mirador de San Voto.

El monasterio de San Juan de la Peña forma parte de este enclave y se divide en dos áreas, la del monasterio Viejo y la del monasterio Nuevo, separadas por un escaso kilómetro de distancia por carretera.

Historia del Monasterio de San Juan de la Peña

Todo comienza con una leyenda, cuando en el siglo VIII un noble llamado Voto, junto a su hermano Félix, deciden convertirse en ermitaños en una cueva donde había una ermita dedicada a San Juan Bautista. Junto a un grupo de cristianos, allí proclaman rey del condado de Sobrarbe a Garcí Ximénez, comenzando una línea de favores que los diferentes condes y reyes concederían al entonces pequeño monasterio.

 

 

Ya bajo la iniciativa de Sancho el Mayor de Navarra (1004-1035) comienza la construcción del monasterio bajo el nombre de San Juan de la Peña, elegido panteón de los reyes de Aragón en la época del rey Sancho Ramírez (1063-1094). La iglesia se consagraría en el año 1094, mientras que el famoso claustro del monasterio se construiría un poco más adelante, en el siglo XII. El cenobio se convertía así en un lugar predilecto para los monarcas aragoneses, que lo protegerían y mejorarían a lo largo de los años.

La presencia de San Juan de la Peña en la variante aragonesa del Camino de Santiago atraería hasta aquí también a muchos fieles. El otro gran hito del monasterio fue la introducción del rito litúrgico romano en la misa por primera vez en la Península Ibérica, el 22 de marzo de 1071. Hasta ese momento, la liturgia en la Península seguía el rito hispano-visigótico desde el siglo VI.

Monasterio de San Juan de Peña
El Monasterio de San Juan de Peña por dentro

A partir del siglo XIII, el monasterio de San Juan de la Peña entró en decadencia. Pleitos, deudas y, sobre todo, incendios. El incendio de 1675 dejó, de hecho, el lugar inhabitable, y se comenzó la planificación de un nuevo monasterio en la parte superior de la roca que alberga el viejo cenobio, en la pradera de San Indalecio.

Otra de las leyendas de San Juan de la Peña dice que aquí permaneció el Santo Grial de Jesucristo, desde 1071 hasta 1399, cuando fue trasladado a Zaragoza. Un hecho que no ha podido ser corroborado.

Visitar San Juan de la Peña

Para visitar San Juan de la Peña hay que tener en cuenta que existen diferentes tipos de entradas, según los edificios que se deseen visitar: el monasterio Viejo, el centro de interpretación del monasterio y el centro de interpretación del Reino de Aragón. Existe una entrada combinada para visitar los tres edificios.

Sin duda, el monasterio Viejo es la joya de la corona, con una espectacular y peculiar situación bajo una gran roca. El conjunto se divide en dos plantas. En la superior, al nivel de la carretera, se encuentran el claustro, la iglesia, el Panteón Real y otras dependencias interiores del templo.

Una vista del exterior del Monasterio
Una vista del exterior del Monasterio

En el Panteón Real se encuentran las tumbas de algunos de los reyes de Aragón y Navarra, enterrados aquí durante cinco siglos. Si bien fue construido en el siglo XI, su aspecto actual es de la época de Carlos III (1770), cuando se colocaron bronces, mármoles y medallones con escenas bélicas. Entre los monarcas enterrados allí encontramos a Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I.

En la planta inferior del monasterio, se ubican la sala del Concilio y la iglesia de los santos Julián y Basilisa. La sala del Concilio funcionaba como dormitorio de los monjes, aunque las actuales bóvedas pertenecen al siglo XV. Servía también de lugar de enterramiento. Al ser el sótano del edificio, las salas cuentan con arcadas y pilares que sostienen la planta superior, por lo que tienen una estética de cripta. La iglesia inferior es el templo mozárabe que dio origen al monasterio y tiene algunas paredes de roca. Una auténtica maravilla.

El claustro

Uno de los principales elementos de interés del monasterio es su claustro, la parte más emblemática de esta joya del románico. Este espacio de 16 x 10 metros fue construido en el siglo XII empleando piedra de la cercana localidad de Botaya. Destacan sus capiteles en los que se representan temáticas de animales fantásticos, vegetales y algunas escenas bíblicas.

El claustro está a simple vista, entre la propia roca que lo cobija y la misma carretera. En ese punto existía un muro de cerramiento que daba un carácter más interior al claustro, entre la iglesia superior y la capilla de San Voto. El acceso al claustro es a través de una hermosa puerta mozárabe de arco de herradura.

La iglesia superior

La iglesia superior está construida sobre la iglesia mozárabe y emplea la propia roca de la montaña como bóveda de parte de la nave. Fue consagrada el 4 de diciembre de 1094, bajo el reinado de Pedro I. Esta iglesia románica cuenta con tres ábsides en su cabecera, decorados con los tradicionales ajedrezados o taqueados jaqueses. El espacio no cuenta con ventanales exteriores, al estar enclavado en la roca.

El monasterio Nuevo

El gran incendio de tres días que sufrió el monasterio en 1675 inhabilitó por completo el lugar para continuar la vida allí, por lo que la comunidad decidió construir un nuevo monasterio en un emplazamiento cercano. Se elegiría el Llano de San Indalecio, una pradera situada en la parte superior de la misma roca donde se construyó el monasterio Viejo. Las obras durarían de 1693 a 1705.

Del monasterio Nuevo llama la atención su fachada barroca, con hornacinas de San Juan Bautista, San Indalecio y San Benito. Con la desamortización de Mendizábal de 1835, el edificio pasa a manos públicas, obteniendo en 1889 el título de Monumento Nacional y en 1920 la declaración de Sitio Nacional, por su condición de Panteón Real.

En la actualidad, el monasterio Nuevo alberga una hospedería y los centros de interpretación del Monasterio y del Reino de Aragón.