Rabat es una ciudad que se levanta cada día entre un río y el océano, entre el Bu Regreg y el Atlántico. Eso la convierte en una ciudad casi mágica que no pierde de vista el mar, sobre todo desde la Kasbah de los Oudayas, una construcción defensiva que fue parte del origen del primer Rabat.
Además, todavía guarda rincones tan andalusíes como sus calles estrechas pintadas de blanco y azul o los propios Jardines Andaluces.
Si estamos dos días en Rabat no podemos perdernos un paseo por la playa o disfrutar de uno de los mejores atardeceres de la zona.
Un paseo sin rumbo y sin prisas por la Medina de Rabat permite conocer algunas esencias de Marruecos, desde su arquitectura popular e histórica a sus costumbres y forma de entender las relaciones comerciales.
Aquí reposan los restos de los monarcas Hassan II, quien erigió la faraónica tumba en memoria de su padre, Mohamed V, padre de la independencia marroquí
Construido en el año 1195, este minarete formaba parte de la faraónica e inacabada mezquita proyectada en Rabat por el sultán Yaqub al-Mansur
Ubicada en pleno corazón de Rabat, la residencia oficial del rey de Marruecos es uno de los tesoros de la capital marroquí.
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