Durante la Guerra Civil, la ciudad de Almería fue una de las últimas urbes en caer en poder de las tropas franquistas. En ese tiempo sufrió numerosos bombardeos, por lo que se construyeron unos refugios bajo el suelo para que la población local estuviera a salvo.
Se excavaron más de cuatro kilómetros de galerías que tenían capacidad para 40.000 personas. En la actualidad se han convertido en un espacio museístico que ofrece una experiencia única en la que ser conscientes de los horrores que supuso la guerra.
- Refugios de la Guerra Civil de Almería, un museo vivo
- Cómo son estos refugios de la guerra civil española
- Un museo vivo que muestra el equipamiento de los refugios
Refugios de la Guerra Civil de Almería, un museo vivo
La guerra civil española fue el conflicto bélico que enfrentó en nuestro país al bando republicano y al bando nacional. Desde 1936 hasta 1939 España sufrió los desastres y los crímenes ocasionados por esta cruenta contienda con fatales consecuencias que han marcado la historia posterior.
Todas las ciudades padecieron en mayor o menor medida los duros golpes de la guerra. En Almería llegaron a caer más de 50 bombas desde el aire y muchas otras llegaron por mar, sumando un total de 754 bombas. Ante este descomunal ataque, se tomó la decisión de construir unos refugios subterráneos para que los habitantes de la ciudad pudieran guarecerse.
En enero de 1937 se aprobó el presupuesto para dichos refugios y el encargo fue aceptado por el arquitecto local Guillermo Langle Rubio. Este contó con la ayuda de dos ingenieros de caminos y se necesitaron 16 meses para acabarlos. Se excavaron unas galerías de más de 4 kilómetros y se colocaron entradas públicas desde la calle y privadas desde casas particulares, principalmente las viviendas de la alta sociedad. En ocasiones, algunos inquilinos dejaban las puertas de sus domicilios abiertas e indicaban con un cartel que se podía acceder a los subterráneos.
Además de existir un quirófano para ayudar a los heridos, dentro de los refugios había que cumplir unas normas de conducta. No estaba permitido fumar, ya que no había buena ventilación; los niños no podían estar solos y se recomendaba encarecidamente no hablar de política para evitar problemas. Las armas tampoco eran bienvenidas.
Los refugios salvaron la vida de mucha gente durante el mayor ataque a la ciudad, el llamado Bombardeo de Almería, que fue ordenado por Hitler el 31 de mayo de 1937. Con la llegada del franquismo se clausuraron los túneles y no se volvió a hablar de ellos hasta el año 2001, cuando se descubrieron de manera accidental, mientras se realizaban unas obras para un aparcamiento.
Enseguida se comprobó el extraordinario valor del lugar y se optó por su rehabilitación para darlo a conocer a todo el mundo. Durante dichos trabajos se hallaron también restos de la antigua Muralla de Jairán, que hoy se puede contemplar gracias a un suelo de cristal.
Se completaron las obras con dos aportaciones en el exterior de los refugios, un pabellón de acceso en la plaza Manuel Pérez y una salida con escalera y ascensor en la plaza Pablo Cazard. En diciembre de 2006 quedó inaugurado el espacio expositivo para visitar los Refugios de Almería, que forman parte de la red de Lugares de Memoria Histórica de la Junta de Andalucía.
Cómo son estos refugios de la guerra civil española
Gracias a su estudio, se ha comprobado que los refugios subterráneos de Almería están entre los más importantes de Europa, y los mejor conservados. Para construirlos se utilizaron técnicas novedosas de minería y su eficacia quedó altamente demostrada al salvar a la población de múltiples bombardeos. Su importancia cultural es enorme y hoy se conoce su estructura con todo lujo de detalles.
Se sitúan a una profundidad de nueve metros, por lo que algunas de las secciones quedan por debajo del nivel del mar, lo que ocasiona problemas con las filtraciones. Hay dos tipos de galerías: las que se usaban para protegerse, de unos dos metros de ancho, y las galerías de conexión, bastante más estrechas. Todas ellas están cubiertas con bóveda de cañón y las paredes se recubrieron con capas de hormigón ciclópeo. La ventilación, aunque escasa, es natural gracias a unos tubos de uralita que llegaban hasta la superficie.
Existen un total de 67 entradas, aunque parece que originalmente hubo muchas más. En la actualidad, se visita sólo la galería más larga, la que se sitúa bajo el Paseo de Almería.
Un museo vivo que muestra el equipamiento de los refugios
Los refugios contaban con una alacena, situada en la parte más profunda, a casi 16 metros de profundidad y que estaba conectada con el mercado. En ella se almacenaba comida por si había que permanecer durante largas temporadas abajo.
Uno de los espacios más curiosos que podrás visitar es el quirófano. A diferencia del resto de la construcción, en este lugar el suelo es de baldosas de mármol, concretamente de las canteras de Macael. El quirófano tenía un sistema de electricidad propio que funcionaba de manera independiente, además de una sala de espera y otra para curas.
Presta especial atención a los garabatos que decoran las paredes de los refugios, pues algunos son muy peculiares. Estos debieron hacerse cuando el cemento aún no estaba seco o con algún tipo de punzón. Muchos de ellos reflejan escenas de bombardeos, protagonizadas por barcos, aviones y las bombas que caen, con un marcado carácter infantil.
En otros casos se pueden leer diferentes nombres y fechas. Algunos de estos nombres se han identificado con víctimas de la guerra. En cambio, otras inscripciones datan de fechas posteriores y su origen es desconocido.
Antes de acceder a los refugios, conviene que sepas que dado el carácter laberíntico de los mismos solo se hacen visitas guiadas, con grupos de 30 personas. El recorrido está adaptado para personas de movilidad reducida. Si accedes con silla de niño, esta deberá permanecer plegada durante el recorrido.
En dicha visita se camina durante un kilómetro, contemplando el quirófano, la alacena, un refugio privado y las conexiones de otras galerías. No pierdas de vista las indicaciones de los guías para poder disfrutar de la experiencia con todo lujo de detalles y sin percances.