Desde que Fernando VII pusiera su primera piedra, la Plaza Nueva de Bilbao —o Plaza Berria, en euskera— no ha dejado de cosechar historia. Ubicada en el mismísimo corazón del barrio de Casco Viejo, en otro tiempo fue el lugar sobre el que se asentaba la marisma y a la vez enlace privilegiado entre la Villa y el barrio pesquero de San Nicolás. Por esta plaza correteó de niño Miguel de Unamuno, y en ella nació el famoso pintor Manuel Losada, quien más tarde la retrataría durante la fiesta veneciana que acogió en 1872 con motivo de la visita de Amadeo I de Saboya a la ciudad. Desde su nacimiento, la Plaza Nueva nunca ha perdido su posición privilegiada como testigo de la vida social y comercial de la ciudad. Es por ello común encontrar en torno a sus bares y restaurantes, a cuadrillas enteras de amigos que, al compás del buen vino, disfrutan con montones de pintxos sobre las mesas.
- Plaza Nueva, porque antes hubo una Vieja
- Regocijos bilbaínos en la Plaza Nueva
- La Plaza Nueva en nuestros días
Plaza Nueva, porque antes hubo una Vieja
En la zona en la que convergen el Mercado de la Ribera, la Estación de Achuri y la Iglesia de San Antón, hubo en tiempos una plaza conocida popularmente como la Plaza Vieja. Fueron los aires ilustrados que soplaban en el Bilbao del siglo XVIII los que motivaron la proyección de un nuevo centro de reunión para la vida social y comercial de la ciudad. Si bien es cierto que en 1786 ya consta en papeles oficiales el deseo de construir una nueva plaza, no es sino hasta 1828 cuando se pone finalmente en marcha su construcción.
Es sabido que el apoyo de Fernando VII al proyecto fue el contrapeso perfecto ante las presiones de los rentistas bilbaínos que, temerosos de la posible caída de los precios de la vivienda, veían con recelo la construcción de la plaza. Para desgracia del monarca, su fallecimiento en 1833, sumado a las antipatías que despertaba en aquel Bilbao liberal, impidió que una estatua suya, inicialmente prevista, fuera finalmente erigida en el centro de la plaza. En cambio, se sabe que hasta 1890, un estanque presidió el cuadrado, siguiéndole después una estatua del fundador de la villa, Don Diego López de Haro, y más tarde, un kiosko musical que competía, a principios del siglo pasado, con el de los Jardines del Arenal.
En la actualidad, la plaza está cercada por las calles Askao, Sombrerería, Los Fueros y Correo, siendo precisamente esta última por donde asoma la principal y más reciente entrada de las cinco existentes. Su origen lo encontramos en uno de los bombardeos que, durante la Guerra Civil, cayeron sobre Bilbao y que, literalmente, abrieron una puerta en el recinto. En efecto, el período franquista trajo consigo también cambios en la denominación de la plaza que, si bien hasta entonces había conservado el nombre de Plaza Nueva, desde 1939 hasta 1980 pasó a llamarse oficialmente como Plaza de los Mártires. Con la llegada de la democracia, recuperó su nombre original, demostrándose que, en realidad, para los bilbaínos nunca lo había perdido.
Regocijos bilbaínos en la Plaza Nueva
En los anales de la historia bilbaína, uno de los acontecimientos más disparatados lo encontramos en la Plaza Nueva. En 1872, el rey italiano Amadeo I de Saboya, entonces rey de España, visitó las fiestas tradicionales bilbaínas —conocidas como Regocijos—, ante lo cual los bilbaínos decidieron homenajearle organizando unas auténticas fiestas venecianas. Aprovechando el emplazamiento marismeño de la Plaza Nueva, esta fue inundada de agua y acto seguido, se lanzaron una serie de góndolas tripuladas por vecinos disfrazados de veneciano. Para animar la participación popular, se dio un gran premio a la góndola más bella.
Como curiosidad: otros son los que dicen que, en días de Regocijos, los caños del antiguo estanque que presidía la plaza soltaban vino tinto en vez de agua.
La Plaza Nueva en nuestros días
Aunque en tiempos la Plaza Nueva, como pieza del neoclásico puro, acogió simétricos jardines provistos de acacias y magnolios, la construcción del actual parking subterráneo en 1966 los sustituyó por la desnudez de la piedra del adoquín.
En uno de sus lados, sobre las columnas de la zona porticada, un reloj y el escudo del Señorío de Vizcaya presiden la fachada. Son restos de la Diputación Foral que la Plaza Nueva acogió hasta 1900, antes de cederle el espacio primero al Banco de Bilbao, y después a la Real Academia de la Lengua Vasca.
Sin embargo, los protagonistas de la plaza son, sin lugar a dudas, los cafés y restaurantes que la pueblan, tanto en su corredor cubierto como en sus aledaños. El Restaurante La Olla, famoso por sus pintxos de tortilla con una gran variedad de rellenos; el Café Bilbao, con sus chopitos y calamares; o el cercano Bar Sorginzulo, nos dan sólo una idea de la oferta gastronómica que ofrece la zona.
Si podéis, los domingos se realiza desde hace muchísimos años un mercadillo dominical, al estilo del gran Rastro de Madrid, en el que se compran, venden o intercambian libros y discos de segunda mano, monedas y sellos, minerales y todo tipo de objetos de colección.