Vinalopó Alto
El Alto Vinalopó ―L’Alt Vinalopó, en valenciano― es la comarca alicantina situada más al noroeste de la provincia. Hace frontera tanto con Valencia, por el norte, como con Castilla-La Mancha y Murcia, por el oeste. Precisamente, esta condición de “frontera natural” entre la meseta castellana y el litoral levantino, unida al clima mediterráneo y a los suelos fértiles, ha sido el motor histórico de la rica diversidad lingüística y cultural de la zona. De esta manera, en los alrededores de sus núcleos de población principales, entre los que destaca Villena como cabeza de comarca, todavía pueden visitarse restos arqueológicos de distintas civilizaciones: poblados prehistóricos como el de Cabezo Redondo, yacimientos íberos como el de El Puntal, fortalezas de origen árabe como el Castillo de La Atalaya, o colonias agroindustriales del siglo XIX como la de Santa Eulalia.
La comarca en cuestión ―junto a sus hermanas del Medio y el Bajo Vinalopó―, se extiende por las dos laderas del Valle del Vinalopó, una alargada depresión formada por el río homónimo que, a lo largo de sus 92 kilómetros de recorrido, abastece a incontables municipios: Biar, Beneixama, Campo de Mirra, Cañada, Villena, Sax y Salinas, entre otros. A este paisaje árido, reverdecido inesperadamente por tesoros naturales como el Parque Natural de la Sierra de Mariola, se le ha de añadir la belleza de las coloridas huertas y los extensos viñedos que sustentan parte de la economía local. No por casualidad, las comarcas del Vinalopó, y en concreto, la ciudad de Villena, son consideradas parada indispensable dentro de la célebre “Ruta del Vino de Alicante”.
Otra famosa ruta turística que atraviesa el territorio mencionado es la conocida como “Ruta de los Castillos del Vinalopó”, un itinerario de carácter histórico que anima al visitante a recorrer los municipios de la comarca mientras se contemplan las ruinas de antiguas fortalezas árabes. El castillo de Sax, el castillo de Biar o el castillo de Banyeres de Mariola, todos ellos bien conservados y asentados en cerros elevados, son legados formidables de las luchas fronterizas que libraron musulmanes y cristianos durante la Reconquista del siglo XIII.
Finalmente, también merece la pena detenerse en Villena, una ciudad de 35.000 habitantes ―más de la mitad de la población del Vinalopó Alto― que reúne en su casco viejo varios monumentos históricos de muy diversa índole. Así, en el centro geométrico de su ciudad vieja se alza el Castillo de la Atalaya, edificado por los árabes hacia el siglo XII. A su alrededor, se van desplegando otros edificios interesantes como el Palacio Municipal, construido en estilo renacentista a finales del siglo XVI; la iglesia de Santa María, levantada sobre una antigua mezquita; o el Teatro Chapí, con elementos que van desde el clasicismo hasta el modernismo valenciano de vertientes neomudéjares. Por su parte, también merece la pena visitar las fachadas de la Casa Rocher o el Palacio Selva, ejemplos muy valiosos de la arquitectura modernista vinculada a las fortunas procedentes de la primera industrialización levantina.
Tampoco podemos marcharnos del Alto Vinalopó sin haber probado su gastronomía local, a caballo entre las recetas manchegas y mediterráneas. Para esto, una visita a cualquiera de sus municipios será válida. El Arroz con conejo y caracoles, los gazpachos de la tierra y las albóndigas ,conocidas como faseguras, son los platos más recurrentes en las cartas de los restaurantes. Eso sí, no olvidéis regarlos con un buen fondillón, un vino típicamente alicantino cuya elaboración se ha mantenido intacta desde el siglo XV
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