Hoy en día, el frondoso paisaje asturiano continúa exhibiendo por doquier multitud de bocaminas y castilletes, oxidadas fábricas y pozos, naves industriales y antiguas viviendas obreras… Todo ello forma parte del legado industrial heredado de la fuerte actividad minera que las cuencas carboníferas de esta región llevaron a cabo entre mediados del siglo XVIII y finales del XX. A partir de los restos “arqueológicos” de aquella dura (y próspera) época, hoy emerge con fuerza una rica oferta de turismo industrial en el Principado.
Un museo minero en Asturias
A la cabeza de esta oferta turística industrial se encuentra el MUMI (Museo de la Minería y de la Industria de Asturias), una espectacular instalación dedicada a homenajear, de manera pedagógica, el duro mundo de la minería y su influencia en la vida social y económica de los asturianos. En sus salas, colecciones fotográficas que plasman la minería local a lo largo del tiempo se intercalan con interesantes muestras de maquinaria antigua y moderna, así como con expositores de minerales y lámparas diversas. Ahora bien, su secreto mejor guardado lo encontramos en la recreación de una mina construida en el subsuelo.
Situado en El Entrego, una localidad perteneciente al municipio de San Martín del Rey Aurelio, este museo fue inaugurado en 1994. No es el único que alberga el Principado. En un radio de no más de 6 kilómetros existen otras tantas atracciones ligadas a la minería como el Ecomuseo Minero Valle de Samuño, el Pozo de Sotón o el poblado minero de Sotiello. Sin embargo, hoy sólo visitamos el MUMI, ¿te vienes?
Qué ver en el museo de la Minería (MUMI)
El MUMI rinde homenaje a la minería asturiana por todo lo alto, puesto que se encuentra construido sobre los terrenos que una vez ocupó la emblemática mina de San Vicente —la primera en ser autogestionada por un sindicato minero a principios del siglo XX—. A nuestra llegada, un gran castillete de metal nos recibe y custodia nuestra entrada al interior del edificio. Una vez dentro, descubrimos un espacio diáfano distribuido en dos plantas, y multitud de paneles informativos que nos muestran dónde encontrar el acceso a cada sala temática.
La sala de las Antiguas Tecnologías Mineras nos retrotrae a los albores de la minería, por medio de un paseo entre antiguas máquinas y herramientas, y su evolución a lo largo del tiempo. A través de reproducciones detalladas, descubrimos piezas tan curiosas como una máquina de drenaje utilizada ya en el siglo XV, o rudimentarios vehículos para el transporte de mineral.
Más tarde, nos espera la sala del Vapor y la Revolución Industrial, un salto temporal hasta mitades del siglo XIX. Allí asistimos a una tecnología moderna en pleno florecimiento, con maquetas de las máquinas de vapor de Newcomen y Watt, entre otros. Por su parte, el ferrocarril también cobra protagonismo en dicha sala, por ser el invento que consiguió romper, tras siglos de aislamiento, la barrera natural entre Asturias y la meseta castellana.
Otros atractivos del museo son la sala de Lampistería, dedicada al repaso exhaustivo de los diferentes artefactos empleados para iluminar las minas; la casa de Baños, que ilustra a la perfección el espacio de interacción cotidiana entre los mineros; o la enfermería, donde se solía tratar tanto a los propios trabajadores como a sus familiares más cercanos.
Por último, cabe destacar también la posibilidad de visitar la sala de la Brigada de Salvamento Minero, donde se ilustra, a partir del equipamiento que estos hombres empleaban en sus labores de rescate, la omnipresente solidaridad de las cuencas mineras. Y la casa del Explosivo, que nos cuenta con todo lujo de detalle el origen y evolución de la pólvora en el contexto de la industria química.
Nos ponemos el casco y descendemos a la mina Imagen
No obstante, la guinda del pastel la pone su mina Imagen, una reproducción subterránea de minas carboníferas construida a 600 metros de profundidad bajo el suelo del museo. Se accede a través de una “jaula” —o ascensor minero— alojada en el castillete que nos recibía al inicio. Y una vez abajo, nos esperan mil metros de paseo a través de diferentes galerías y talleres, con el fragor de los picos y las explosiones controladas sonando de fondo. Incluso cabe la posibilidad de montarse en uno de esos trenecitos que los antiguos mineros utilizaban para transportar el carbón.
Esta experiencia inmersiva se puede realizar de martes a domingo, tanto de 10 a 14 horas como de 16 a 19 horas. De cualquier manera, el descenso a la mina promete ser una experiencia impactante para todos aquellos que hayan permanecido ajenos al duro mundo de la minería.
Ahora bien, si queremos descender a una auténtica mina, con toda la maquinaria original colocada tal y como quedó tras su abandono, el pozo de San Luis —localizado en el cercano Langreo— se presenta como la única opción aún visitable en el Principado.