Asturias es una región que nunca deja de sorprender. Es increíble la enorme cantidad de lugares maravillosos que se pueden encontrar en este limitado espacio. No son solo sus entornos naturales, sus fascinantes playas o sus atractivas localidades, sino que hay que sumarle una identidad cultural que es totalmente singular e irrepetible. Aquí encontrarás muestras arquitectónicas imposibles de hallar en cualquier otra parte del mundo.
El arte prerrománico asturiano es un estilo altomedieval, desarrollado entre finales del siglo VIII y comienzos del siglo X, únicamente presente en el Reino de Asturias. Este breve período de tiempo deja ejemplos sublimes como Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo o San Salvador de Valdediós.
Su importancia está reconocida por la Unesco y algunas de estas construcciones han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. Una de ellas es San Julián de los Prados o Santullano, un edificio cuyos detalles vale la pena desgranar.
- San Julián de los Prados, la mayor iglesia del prerrománico español
- Rasgos singulares de la iglesia de Santullano o de San Julián de los Prados
- Pinturas y frescos de San Julián de los Prados
San Julián de los Prados, la mayor iglesia del prerrománico español
Esta joya arquitectónica tiene que estar en tu lista de imprescindibles si viajas a Oviedo, ya que se encuentra ubicada a poco más de un kilómetro de la catedral. Se sabe que fue mandada construir por Alfonso II el Casto entre los años 812 y 842. El arte asturiano se divide en varios períodos, en función del monarca que ostentara el poder. Por este motivo, en la iglesia que nos ocupa se podría decir que estamos en la etapa prerramirense o alfonsí.
Como señas de identidad de este estilo, cabe destacar que está absolutamente ligado al poder regio y que se busca evocar la grandeza del reino visigodo de Toledo. Al añadir otros elementos constructivos de Lombardía y Oriente convierten estas obras en algo exclusivo.
En el caso concreto de San Julián de los Prados, el templo se levanta dentro de un conjunto palaciego, que incluye un palacio y unas termas, entre otras dependencias. Además de su tamaño, su interés radica en que es el único que ha llegado casi intacto hasta nuestros días, de los muchos que Alfonso II mandó construir en Oviedo. Es, por tanto, una ocasión espléndida para acercarse a conocer su historia, aprendiendo del pasado asturiano.
Rasgos singulares de la iglesia de Santullano o de San Julián de los Prados
La mampostería y los sillares son las técnicas utilizadas en el exterior. La planta de la iglesia es de tipo basilical, separada en tres naves con los arcos de medio punto como claros protagonistas de esa delimitación del espacio interno.
Ya desde fuera, podemos comprobar el juego irregular de las tres naves, hechas en diferentes alturas. También se diferencia el ancho transepto y las capillas laterales. La edificación se remata con una cabecera de tres ábsides. La sensación que nos transmite, ya en el primer vistazo, es de equilibrio, de solidez. Pero es al adentrarnos en las entrañas de San Julián de los Prados cuando realmente nos damos cuenta de su grandeza.
La holgura de su nave central bañada por la luz, que entra desde las ventanas, es algo no demasiado común en la Edad Media y que hace que nos invada una sensación de espiritualidad. Su monumentalidad, unida al espacio diáfano, no dejará de impactarte.
El cuerpo de la iglesia no es abovedado, sino que está cubierto por armaduras de madera. Los citados arcos de medio punto descansan sobre pilares cuadrados. El único elemento que cuenta con bóveda es la cabecera. Mientras nuestros ojos recorren cada detalle, tendremos que detenernos en el principal ornamento de San Julián de los Prados, su pintura mural.
Pinturas y frescos de San Julián de los Prados
Si hay algo por lo que se distingue esta bella construcción es por su decoración pictórica, un completo programa que ha llegado hasta nosotros en muy buen estado de conservación, teniendo en cuenta su antigüedad. El porqué de su permanencia en el tiempo se debe a que las pinturas se grabaron a punzón antes de añadirles el color.
Estos frescos están dispuestos en franjas horizontales y separados por líneas. Vemos como predominan el gris oscuro, el ocre y el rojo carmesí, compartiendo semejanzas con la pintura romana. Los motivos son esencialmente geométricos, con círculos concéntricos, cuadrados o hexágonos. En el zócalo, en las bóvedas de los ábsides o en las arcadas podemos ver este tipo de ornamentación que, a veces, está acompañada de enlaces florales.
En los muros, por otra parte, destaca la pintura, con dibujos arquitectónicos, que simulan vistas desde una ventana con cortinas, como si fueran interiores de otros edificios. La complejidad de esta iconografía, por sus fechas de realización, es una prueba más de las peculiaridades tan insólitas de San Julián de los Prados. Un enclave excepcional que no te puedes perder cuando visites Oviedo. Tras recorrer el casco histórico, dirige tus pasos hasta esta iglesia, fiel representante del prerrománico asturiano, para guardar su imagen en tu memoria.