La casa Batlló es visitada cada año por aproximadamente un millón de personas y rara es la ocasión en la que, recorriendo la avenida más elegante de la capital catalana, no encontramos grupos de turistas inmortalizando su mágica fachada teléfono en mano. Hacemos referencia a la magia porque creemos que es el término, junto con fantasía, que mejor define el legado arquitectónico de Antoni Gaudí.

Otras obras del catalán, como la vecina casa Milà, el Park Güell o la Sagrada Familia, también nos permiten disfrutar de su genio creativo. Sin embargo, posiblemente sea la casa Batlló la que mejor resuma lo que significó para la Ciudad Condal este increíble arquitecto que tomaba la naturaleza como fuente de inspiración y rebasaba los márgenes de lo constructivo para implicarse en la vertiente urbanística y en el diseño de mobiliario. Además, Gaudí se caracterizó por abordar la faceta arquitectónica con una plasticidad más propia de un pintor o de un escultor. La fachada de la casa Batlló, ese fantástico lienzo del que siguen enamorados los barceloneses, pese a tener la suerte de contemplarlo día tras día, es la mejor síntesis de una personalidad dispuesta a romper los moldes, y, como habitualmente sucede con los genios, difícil de clasificar.

  1. La manzana de la discordia
  2. El soberbio edificio de la casa Batlló
  3. La casa Batlló y sus Magic Nights

La manzana de la discordia, el enclave de la casa Batlló en el corazón de Barcelona

Emplazada en el cruce entre el paseo de Gràcia y el carrer d’Aragó, la casa Batlló fue edificada entre 1904 y 1906. En realidad, sería más correcto afirmar que fue rehabilitada o reformada, ya que el edificio lo había levantado Emili Sala i Cortés en 1887, en la que años después se conocería popularmente como manzana de la discordia. Con este apelativo satírico se hacía referencia a la isla de casas donde se instalaron una serie de edificios modernistas diseñados por los arquitectos más célebres de la ciudad, como la casa Lleó-Morera, de Lluís Domenech i Montaner, o la casa Amatller, de Puig i Cadafalch, presentando esta última una sensacional fachada, que, sin embargo, pasa inadvertida para muchos por lindar con la casa Batlló. Esta conjunción de edificios modernistas de primer nivel generó rivalidades entre sus arquitectos, quienes competían por hacerse con los premios que otorgaba el Ayuntamiento de Barcelona en el concurso anual de edificios artísticos.

Gaudí entraría, voluntaria o involuntariamente, en esa pugna cuando, en 1903, el industrial textil Josep Batlló Casanovas adquirió la construcción y lo contrató para renovarla por completo. Originariamente, la intención del propietario era derribar el inmueble para empezar desde cero. No obstante, el reusense no lo consideró necesario y, tras modificar la tabiquería interna, le bastó un año y medio para ejecutar una residencia que maravilló a barceloneses y foráneos, y que hoy día integra  el catálogo de bienes Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

El soberbio edificio de la casa Batlló: la fachada y el interior

La fachada de la residencia de Josep Batlló destaca respecto a sus vecinas por la presencia de líneas ondulantes que avanzan y se retranquean, las cuales contrastan con la recta marcada por el resto de edificios. Además, coincidiendo con la planta noble de la construcción, donde residía la familia, encontramos una galería abierta al paseo de Gràcia que llama la atención por sus originales columnas, semejantes a una estructura ósea, y por sus vidrios de diferentes colores, a través de los cuales se filtra la luz de la Ciudad Condal. Los cuerpos superiores, destinados en su origen a pisos de alquiler, disponen de balcones individuales resueltos en forma de antifaces, recubriéndose el resto del paramento con una técnica frecuente en Gaudí, la del trencadís, o lo que es lo mismo, un mosaico de fragmentos cerámicos unidos con argamasa.

El cromatismo conseguido mediante el trencadís recuerda a algunos los famosos Nenúfares de Claude Monet. Otros vinculan el original remate de la fachada con un sombrero de arlequín. Sin embargo, la hipótesis interpretativa que encuentra más adeptos es la que relaciona la fachada de la casa Batlló con la leyenda de Sant Jordi. Según esta teoría, el coronamiento de la misma representa el lomo del dragón; la cruz de cuatro brazos, la lanza con la que el santo mató a la bestia; y la estructura ósea del cuerpo inferior,  los restos de las personas devoradas por el animal.

Por su parte, el interior de la casa Batlló evidencia cómo Gaudí intervenía hasta en el más mínimo detalle en sus proyectos arquitectónicos. Por ello, vale la pena prestar atención a los suelos, techumbres, lámparas y mobiliario, pero también a los elementos a priori más accesorios, como los pomos de las puertas, pues en todos ellos se aprecia la impronta creativa del catalán. El salón principal de la planta noble, el patio de luces y la azotea —con sus coloridas chimeneas agrupadas— son algunos de los espacios que entusiasman a los visitantes.

La casa Batlló y sus Magic Nights

Si estás buscando un plan diferente, seguramente te gustará la propuesta de las magic nights celebradas en la azotea de la casa Batlló. El programa es realmente atractivo, pues incluye una visita al monumento a las 20:00 h, cuando Barcelona se pone guapa para entrar en la noche mediterránea, y un exclusivo concierto de jazz, blues, pop, rock o flamenco. Música y cócteles en uno de los edificios más bellos de la Ciudad Condal… Será difícil no acabar enamorado del modernismo y de la capital catalana con un plan como este.