Coloridas vidrieras, elegantes esculturas, delicados mosaicos y una arquitectura al servicio del disfrute musical… Este auditorio barcelonés es el lugar donde todas las artes se dan la mano para que el espectador goce de una experiencia sensitiva total. El Palau de la Música Catalana es mucho más que una sala de conciertos.
El significado del Palau de la Música para Barcelona
La sala principal del Palau de la Música es una de las estampas que mejor ilustra el esplendor de la arquitectura modernista, erigiéndose al mismo tiempo en uno de los epicentros de la vida social y cultural catalana. No es de extrañar, ya que el Palau es la sede del Orfeó Català, una asociación sin ánimo de lucro fundada en 1891 por Lluís Millet para promover la cultura catalana, principalmente desde el ámbito musical y, dentro del mismo, desde la música coral.
El edificio del Palau de la Música representa, junto con el grandioso Hospital de Sant Pau, una de las obras cumbres del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, quien trabajó en la Ciudad Condal en la misma época en que Gaudí levantaba algunos de sus edificios más famosos, como las casas Batlló y Milà. Otras obras destacables de Domènech i Montaner son la casa Lleó i Morera y el restaurante El Castell dels Tres Dragons (ambas emplazadas en Barcelona), o la casa Rull, ubicada en Reus.
Montaner edificó el palacio entre 1905 y 1908, empleando interesantes recursos constructivos, como la creación de una estructura metálica que le permitiría trazar amplios vanos para el ingreso de la luz, tanto en la cubierta como en las diferentes fachadas. Además, para su ornamentación se valió de un nutrido equipo de colaboradores, entre los que destacan: Eusebi Arnau y Pau Gargallo, quienes ejecutaron los grupos escultóricos del vestíbulo; Miquel Blay, autor de la bella escultura que da la bienvenida al visitante en la fachada del inmueble; Antoni Rigalt, responsable del conjunto de vidrieras, y Lluís Bru, encargado de los mosaicos.
Los espacios más relevantes del Palau de la Música Catalana
- La fachada. Las estrechas calles del barrio de Ciutat Vella apenas permiten disfrutar en plenitud de la fachada principal del Palau de la Música, concebida como una verdadera joya del modernismo. Son muchos los detalles que reclaman la atención del viajero, comenzando por los amplios arcos carpaneles que delimitaban a inicios del siglo XX los accesos para peatones y carruajes, separados ambos por gruesas columnas en cuyos fustes encontramos las antiguas taquillas. Otro hermoso reclamo es la escultura La cançó popular catalana de Miquel Blay, situada en la esquina del inmueble y ejecutada como una suerte de retablo pétreo. Sin embargo, la fantasía ornamental estalla en el cuerpo superior, con una gran balconada que se articula mediante dos filas de siete columnas con fustes recubiertos de mosaicos y capiteles vegetales. Más arriba se distinguen los bustos de Palestrina, Beethoven y Bach —presidiendo pequeños balcones— y, finalmente, los mosaicos de Lluís Bru.
- La sala de conciertos. El otro espacio clave del Palau es la sala de conciertos, un soberbio auditorio en el que, nada más ingresar, nuestra mirada queda imantada en el espectacular lucernario en forma de cúpula invertida. Por el mismo ingresan los rayos del sol, si bien inmediatamente son transformados por el cromatismo de las vidrieras. Asimismo, en las paredes del escenario encontramos varias representaciones escultóricas de las musas, aunque lo más destacable es la variedad de técnicas empleadas en el conjunto, dándose cita en dicho mural la escultura, el trencadís —una especie de mosaico a base de trozos de cerámica vidriada—y un mosaico más minucioso, elaborado con teselas de pequeño formato.
- Otros rincones de interés. Al visitar el Palau, el viajero descubre inmediatamente que se trata de un inmueble donde no se ha descuidado ni el más mínimo detalle. Así pues, el visitante curioso encontrará la estética y la armonía modernistas en rincones que podrían pasar inadvertidos para otros tantos. Por ejemplo, en los balaustres de la escalera, en los variados faroles o en el propio mobiliario. Por ello, siempre que sea posible, merece la pena ingresar en la sala de ensayo del Orfeó Català, así como en la sala Lluís Millet, pues, aunque no resultan tan monumentales como el auditorio principal, poseen una delicadeza y un encanto especiales.
Palau de la Música: visitas y conciertos
Asistir a uno de los conciertos del Palau de la Música Catalana es sin lugar a dudas la mejor manera de descubrir un edificio que fue diseñado para tal fin y de apreciar la sensacional acústica del auditorio. Además, pese a tratarse de un recinto consagrado a la música sinfónica y coral, las alternativas son muy variadas, figurando también en el programa del Palau de la Música espectáculos de jazz, flamenco o canción de autor.
Si se trata de vuestra primera visita al Palau, lo ideal es escoger un evento que tenga lugar en la gran sala de conciertos, y no en el Petit Palau, porque, aunque este espacio cuente con una avanzada tecnología y resulte perfecto para conciertos de cámara, no disfrutaréis del maravilloso escenario modernista de la sala principal, la perla del Palau de la Música Catalana.
En cualquier caso, también se puede descubrir el inmueble de Lluís Domènech i Montaner con las visitas —libres o guiadas— que organiza la institución. Las modalidades son muy diversas, recorriéndose en ellas las principales dependencias del complejo, es decir: la sala de ensayos del Orfeó Català, la escalera monumental, la sala Millet y la gran sala de conciertos. La duración aproximada es de 55 minutos.
¡No te vayas de la Ciudad Condal sin visitar una de las obras claves del modernismo catalán!