El bosque de Oma –Omako basoa, en vasco– es también conocido como bosque pintado, bosque encantado e, incluso, como bosque Ibarrola. Su denominación más popular –bosque de Oma– hace referencia al barrio en el que se encuentra, el cual pertenece al término municipal de Kortezubi.

Esta original manifestación artística fue realizada entre los años 1982 y 1985, cuando el pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola creó un total de 47 representaciones utilizando los troncos de los árboles a modo de lienzo. En ellos reprodujo animales, figuras geométricas y humanas, o representaciones parciales de estas, como ojos y labios. Además, muchas de las composiciones no se aprecian con solo mirar un árbol, sino que cobran sentido en una visualización global que incluya a los troncos situados en su periferia. Es necesario para ello atender a las señales situadas en el suelo, las cuales indican a los espectadores dónde deben colocarse para disfrutar de la escena completa.

  1. El Omako basoa, un equilibrio perfecto entre arte y naturaleza
  2. Agustín Ibarrola, un creador de universos mágicos
  3. Un plan perfecto para divertirse en familia
Oma
Vista panorámica del pueblo de Oma

El Omako basoa, un equilibrio perfecto entre arte y naturaleza

Recorrer el bosque de Oma significa sumergirse en una vertiente del arte a la que no todo el mundo está acostumbrado. Como suele ocurrir con muchas de las manifestaciones artísticas contemporáneas, implica el abandono de los formatos tradicionales, el lienzo o la tabla en este caso. Además, el bosque de Ibarrola permite que nos empapemos del genio creativo de su autor en un espacio abierto y dando un agradable paseo, en lugar de hacerlo encerrados entre las paredes de un museo.

Se trata de una obra de arte que requiere de una actitud activa por parte del espectador para asimilarla plenamente y que, al mismo tiempo, le brinda a este la posibilidad de deleitarse en un entorno natural único, el del valle de Oma. El recorrido por el Omako basoa está repleto de sorpresas en forma de composiciones inesperadas, pareciendo en algunos momentos que los árboles cobraran vida. Quizá por ello el dramaturgo Pedro Víllora se inspiró en este escenario mágico para su obra Electra en Oma.

Bosque Oma

Agustín Ibarrola, un creador de universos mágicos

El artífice de esta singular propuesta que fusiona naturaleza y pintura es Agustín Ibarrola, un vizcaíno que inició su andadura artística como autodidacta. Más adelante, el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación de Vizcaya le otorgaron una beca para formarse en Madrid junto a Daniel Vázquez Díaz, quien lógicamente tuvo una importante influencia en su posterior trayectoria. Si Vázquez Díaz lo aproximó al cubismo, el escultor vasco Jorge Oteiza contribuiría en su vinculación con el movimiento constructivista. Años más tarde, ya en París, Ibarrola se convirtió junto a Oteiza en uno de los miembros del colectivo Equipo 57, movimiento formado por un grupo de pintores y escultores españoles que defendían, entre otras cosas, un arte de compromiso social.

Precisamente a causa de su compromiso social y de la manifestación del mismo a través del arte, Agustín Ibarrola fue encarcelado en más de una ocasión. Además, las creaciones del vasco se han visto eventualmente rodeadas de polémicas por el posible impacto de sus obras a nivel medioambiental.

Bosque Oma

Pero más allá de estilos, movimientos o corrientes, Ibarrola es un creador enfocado en generar escenografías y universos que animan al espectador a valorar el arte desde dentro, a sumergirse, a sentirse inmerso en él. Este anhelo se evidencia de forma muy clara en el bosque de Oma, pero también en algunas de sus obras más reconocibles, como Los cubos de la memoria de Llanes, El bosque de Tótems de la madrileña estación de Príncipe Pío o El bosque encantado de Salamanca.

Un plan perfecto para divertirse en familia

Si viajas a Bilbao con niños, verás que visitar el bosque de Oma es un plan genial para disfrutar del arte y la naturaleza junto a los más pequeños. Se puede hacer un recorrido circular de tan solo 7 kilómetros por el valle, empleando aproximadamente 2 horas en completarlo. No obstante, debemos añadir a este cálculo el tiempo que dediquemos a contemplar las diferentes obras. Pese a ser una ruta apta para prácticamente todas las edades, presenta dificultades para personas de movilidad reducida y para llevar carritos de bebé.

Si os animáis a conocer los árboles pintados de Ibarrola, vale la pena visitar también la cueva de Santimamiñe, ya que se trata del yacimiento arqueológico más importante de la provincia, y se encuentra justo en el punto de partida de la ruta del bosque de Oma. El conjunto de pinturas rupestres de la cueva, donde encontraréis representaciones de ciervos, caballos y osos, tiene más de 14.000 años de antigüedad y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2008.