Bilbao es una ciudad que sabe mejor si se disfruta en compañía, y así lo demuestra su ancestral tradición de txikitear o potear —en origen, ir colectivamente de bar en bar tomando pequeños tragos de vino, txikitos, acompañándolos, cómo no, de deliciosos pintxos—. Porque detrás de un txikiteo está un grupo de txikiteros, y detrás de estos, profundas relaciones de hermandad que terminan cristalizándose, bajo el calor del buen vino, en alegres y rítmicas bilbainadas. Una de ellas, a propósito, empieza así: “Vivan las canciones de Bilbao, que viva la alegría de la juventud, viva la unión, que viva la armonía, viva el puente de San Antón”. Y es que en el País Vasco conviven a diario signos de una rica historia arquitectónica con una de las mayores concentraciones de bares de toda Europa. Para comprobarlo, aquí van dos propuestas de plan en forma de ruta cultural con un delicioso denominador común, la gastronomía vasca siempre de fondo.
Ruta de la arquitectura del ensanche (y algunos pintxos de paso)
La ventaja de Bilbao es que en ella cualquier plan, ya sea deportivo, cultural, o incluso de negocios, difícilmente escapa al sabor de sus pintxos. Es el caso de esta ruta que os queremos proponer. Un itinerario a lo largo y ancho de la arquitectura que el primer ensanche, ejecutado durante el siglo XIX, legó a la capital vizcaína.
En la Plaza Sagrado Corazón de Jesús, ubicada al noroeste de la ciudad, comienza el inicio (o el final, según se mire) de la Gran Vía Don Diego López de Haro —en honor al Señor de Vizcaya que fundó Bilbao hace más de 700 años—, la cual se extiende en línea recta durante kilómetro y medio hasta la Plaza Circular. Esta larguísima avenida, conocida popularmente como la milla de oro por la cantidad de firmas de moda que la pueblan, es literalmente un paseo por el tiempo, por aquel Bilbao nacido durante el siglo XIX como consecuencia del despegue de sus industrias naval y siderúrgica. A medida que se recorre asistimos a una curiosa mezcla de estilos presentes en las casas de sus costados, desde las más modernas, como la oficina ocupada por la empresa americana Babcock Wilcox (1963), hasta aquellas más eclécticas, como la Casa Lezama L. (1922) o la Casa Anduzia (1928), sin olvidar la muestra de regionalismo montañés de las Casas de Sota (1919). Antes de llegar a la Plaza Federico Moyúa, punto intermedio de la Gran Vía, los cercanos bares de Mugi (C/ Licenciado Poza, 55), con una amplia selección de vinos, o el bar Ízaro (C/ Alameda Urquijo, 66), erigido como templo de la tortilla, nos ayudarán a reponer fuerzas.
Ahora sigamos. Una vez en esta plaza de trazado elíptico, podemos contemplar a nuestro alrededor el Palacio Chávarri (1894), de inspiración neoflamenca y actualmente sede del Gobierno Civil de Vizcaya; el edificio pre-racionalista La Aurora (1935); o el Hotel Carlton (1926), muestra de eclecticismo francés. En sus alrededores, concretamente en la peatonal calle Diputación, encontramos algunos bares de pintxos de reconocida fama entre los bilbaínos: La Viña del Ensanche (C/ Diputación, 10), con su increíble jamón; la barra del Lasa (C/ Diputación, 3) con su exquisita brocheta de rape con langostinos; o El Globo (C/ Diputación, 8), que lleva por bandera sus magníficos pintxos de foie o de txangurro gratinado.
El tramo final de la ruta nos acerca cada vez más a la ría del Nervión, y con ello, al mítico barrio de Casco Viejo. Pero antes de que os marchéis a patear esta zona de callejuelas sinuosas y espíritu medieval, debéis saber que pasada la Plaza de Moyúa nos esperan aún el Palacio de la Diputación (1900), en estilo monumental ecléctico, y los edificios del BBVA (1910), el Banco Santander (1950) y el Banco de España (1923), todos ellos construidos en estilo monumental clasicista. Como sabemos que tanta cultura da hambre, muy cerca del Puente del Ayuntamiento podréis reponer fuerzas en el bar Periflú ECF (C/ Ledesma, 5), cuyo bacalao con ajo y guindilla quita el hipo, y en el Café Iruña (C/ Berasategui, 4), famoso por sus pintxos morunos, que ponen el broche final a esta ruta de la arquitectura bilbaína.
Ruta de la cerveza artesanal
Si en el plan anterior el tapeo se justificaba con una interesante pero cansada caminata cultural, en este que os traemos a continuación el objeto de la ruta se justifica por sí solo, la buena cerveza artesanal. Desde el Museo Guggenheim, situado a orillas del Nervión, se abre, en dirección sur, un amplio abanico de locales especializados en cerveza cuya elaboración ha evitado el uso de aditivos, conservantes o cualquier tipo de pasteurización. Recorrerlos en grupo puede ser una manera divertida de empaparse del espíritu bilbaíno al tiempo que se amplían conocimientos sobre el cercano, pero a la vez desconocido mundo cervecero.
La primera parada se encuentra en el número 2 de la calle Lersundi, en el bar Singular. En él confluyen nombres que al finalizar la ruta nos serán familiares. Por ejemplo, el llamado estilo lager de la checa Pilsner Urquell, que comparte grifo con una selección de otras cinco cervezas, tanto internacionales como locales, que no dejan de rotar cada semana. Y si esto os sabe a poco, también cuentan con un modesto surtido de cincuenta cervezas en botellín. Pero la ruta es larga, así que mejor sólo degustar y no detenerse mucho. El Morrocotuda, en la muy próxima calle Heros, con un cañero de cuatro grifos, tan sólo nos ofrece una cerveza puramente artesanal, pero como contrapartida, en las otros tres encontramos reconocidos sabores belgas.
El Cinnamon, definido por sus propios creadores como coffee lab y urban food, nos da una pista de lo que podemos encontrar en este local ubicado a un paso de los Jardines de Albia. Café de calidad, pero también buena cerveza. En los grifos encontramos una conocida bilbaína, La Salve Lager. En botellines, propuestas locales, nacionales e internacionales para elegir, como por ejemplo La Socarrada, realizada con maltas de cebada, miel y romero; o Er Boquerón, que tiene agua de mar entre sus ingredientes.
Si habéis dosificado bien vuestro paso por estos tres locales, seguramente queráis probar más. Ahí van otras tres propuestas, con viaje incluido al interior del antiguo barrio de Casco Viejo. Para ello cruzaremos el Puente del Arenal, y nos adentraremos por Barrencalle Barrena, una de las originarias siete calles. Allí aguarda la Taberna Zazpi Bide, que deslumbra con sus hileras de pintxos sobre la barra y un espectacular binomio de cerveza vasca y alemana en sus cañeros. En Carnicería Vieja 23, otra de las calles que vieron nacer a Bilbao, encontramos un templo ligeramente distinto al cercano de Santiago: La Catedral de la Cerveza hace honor a su nombre por ser una tienda especializada con más de 500 marcas en su haber. A menudo organiza talleres y catas, además de invitar a los visitantes a elaborar su propia cerveza con los kits que ofrecen.
La recta final se puede bifurcar a vuestro antojo. Por un lado, la opción del Mercado de la Ribera, con su bar propio en la planta baja, el cual ofrece desde su terraza maravillosas vistas sobre la ría. Por otro lado, volver a cruzar a la margen izquierda, esta vez por el Puente de la Ribera, nos acerca al Txinpun. Ubicado en el número 14 del Muelle de Marzana, dicen algunos que su terraza no tiene parangón. Su carácter gourmet —es hermano pequeño del Restaurante Mina, poseedor de una estrella Michelín— asegura calidad en todo lo que ofrece, como podréis comprobar. Y es que, a estas alturas, vuestros paladares ya sabrán apreciar todos los matices de la buena cerveza artesanal.