Al sureste de la antigua ciudad amurallada de Cáceres y de su Plaza Mayor, al abrigo de los muros defensivos de la ciudad, se esconde la judería de Cáceres, uno de los rincones más especiales y menos conocidos de la ciudad. Sus antiguos habitantes se internaban en ella desde el centro a través de estrechos callejones de paredes encaladas, que se abrían en hermosas plazas de muros de piedra, casas señoriales y otras más modestas, con vistosas huertas y jardines.
La judería, un entramado de casas que transmite calma
Frente a otras zonas más monumentales de la ciudad, en la judería hay que destacar su red de callejones y hermosos rincones. Estos destacan por su autenticidad, por el encanto y la tranquilidad de sus calles, los pequeños huertos y jardines que crecen entre las casas y el color general del barrio sefardí cacereño.
La judería de Cáceres es, además, el recuerdo de todo un pueblo que la hizo como es hoy. Con el decreto de expulsión de los Reyes Católicos, en el año 1492, los judíos tuvieron que abandonar sus casas y marchar al destierro. Dejaron, sin embargo, un barrio de calles estrechas y casas bajas, en el que la belleza se encuentra en sus contrastes y en el empeño de sus vecinos en hacerlo especial.
Este barrio es un lugar tranquilo por el que pasear en soledad y dejarse llevar por el pasado que rodea sus calles, por su trazado irregular y por la luz de sus casas blancas. El olivar de la judería, uno de sus tesoros más visitados, es la expresión perfecta de lo que es el barrio: un lugar aparentemente apartado en un bello entorno natural.
Entrando en la judería de Cáceres
La judería de Cáceres se extiende al sureste del centro histórico, principalmente en lo que hoy conocemos como el barrio de San Antonio de la Quebrada. Su antigua extensión exacta es desconocida, aunque sabemos que discurre tanto por este barrio como por el rincón de la Monja, el adarve de Cristo, la cuesta del Marqués o la calleja del Moral.
Este barrio, que se encuentra a escasas calles de la Plaza Mayor de Cáceres, fue en su momento un lugar retirado en el que los ciudadanos judíos de la ciudad eligieron establecer su comunidad. Ya desde época musulmana se asentaban allí, un dato que conocemos gracias el Fuero de Cáceres redactado en 1229 por Fernando III, padre de Alfonso X. En él, el gran conquistador de la cristiandad en la Península aseguraba unos derechos a los habitantes sefardíes y musulmanes de la ciudad.
Anteriormente, durante el dominio musulmán, los judíos tenían permitido organizarse en una aljama, lo que equivaldría a un ayuntamiento. Esta aljama tenía independencia y una serie de derechos expresamente recogidos. Fernando III decidió continuar con esa política abierta, en especial cuando se hizo necesaria la llegada de repobladores que reactivasen la economía de la zona, e invitó a judíos y musulmanes a instalarse en la zona. Con el Fuero de Cáceres, los judíos podían jurar sobre la Torá o, en su defecto, sobre los Diez mandamientos, en los pleitos que sostuvieran dentro de la sinagoga.
En la judería de Cáceres hay escaleras recortadas en la piedra, balcones desde los que se puede contemplar la ciudad, pequeños jardines, casas modestas y otras monumentales que dan aún más contraste y color al barrio, exhibiendo muestras del poder de sus señores. Esta zona de la población, además, es de una orografía irregular, lo cual se refleja en el nombre del barrio, San Antonio de las Quebradas. El conjunto es un barrio único, que todavía conserva su personalidad.
Un barrio lleno de sorpresas y de historia
Si caminamos en dirección sureste desde la Plaza Mayor, rumbo a la Concatedral de Santa María, podemos seguir por la cuesta de la Compañía. Allí encontramos la plaza de las Veletas, y por el estrecho callejón de Don Álvaro penetramos en la judería. Esta callejuela representa muy bien el encanto del barrio, moviéndose a través de pendientes exquisitamente empedradas, que desembocan al final en espacios abiertos y llenos de vida.
Lo más destacado de la judería de Cáceres es el espacio que ofrece para pasear en soledad. Podemos ver casas como la del judío rico, el adarve de Cristo (antigua entrada de origen romano a la ciudad) o el museo Yusuf. Todavía quedan muchos misterios por descubrir en la judería, como el lugar en el que se situaba su antiguo cementerio o los baños y termas. Y aunque el verdadero encanto del barrio está en el conjunto, y en esos paseos que nos regala, eso no quita que haya suficientes puntos interesantes como para justificar su visita. Estos son algunos de los muchos que encontramos:
- Baluarte de los Pozos. Este espacio defensivo de la muralla cuenta con una torre almohade del siglo XII de gran belleza. Además, se encuentra dentro un museo de la ciudad y un jardín espacioso, a la sombra de los muros de piedra de la fortificación.
- Olivar de la Judería. Este parque público es el lugar preferido de aquellos visitantes del barrio de San Antonio que buscan aprovechar el encanto y la tranquilidad de sus calles. Allí disfrutan de este parque escalonado, con vistas a la ciudad, junto al Baluarte de los Pozos. Perteneció a una importante casa hebrea, y hoy está rodeado por jardines y viviendas suspendidas en la pendiente.
- Antigua sinagoga (ermita de San Antonio). Esta sinagoga fue el verdadero núcleo del barrio sefardí, el centro espiritual de los judíos que se recogían en él. En el año 1470, los judíos fueron desposeídos de estos terrenos, viéndose obligados a organizarse en torno a una Judería Nueva. La sinagoga fue destruida, y en su lugar se construyó la actual ermita de San Antonio. Su patio, sus retablos y altares recientemente restaurados, son algunos de sus atractivos.
- La Judería Nueva. En 1478, en un ambiente de victorias militares, de expansión y triunfos de los cristianos, los judíos son obligados a abandonar la vieja judería y a recluirse en otro barrio cercano a la Plaza Mayor. El soberbio palacio del Marqués de la Isla, con sus interiores abovedados y sus jardines interiores, fue en su momento la nueva sinagoga que construyeron los judíos desplazados. Todavía hoy conserva signos, inscripciones y monumentos que nos hablan de ese pasado. La calle de la Cruz fue el eje principal de esta nueva judería, antiguamente llamada calle de la Judería, que aún guarda recuerdos del fugaz paso del pueblo sefardí.