El palacio de Mayoralgo, a los pies de la Concatedral de Santa María, esconde mucha más historia de lo que en un principio se había pensado. Desde 2001, año en el que unas reformas sacaron a la luz un yacimiento romano del siglo I a.C., se había buscado proteger su patrimonio y permitir, a la vez, las visitas del público.
Hoy, el palacio de Mayoralgo se encuentra en la Ruta por el Patrimonio Unesco de Cáceres, y en su subsuelo se aglutinan elementos de las muchas culturas que se han asentado allí, desde romanos a cristianos, pasando por árabes y judíos. Los diferentes estratos del terreno nos hablan de cada una de estas épocas. Además, el descubrimiento de los restos arqueológicos permitió confirmar, nada menos, que el origen romano de la ciudad: la colonia de Norba Caesarina.
Y si el palacio de Mayoralgo se encuentra edificado sobre dos mil años de historia, su exterior es también una muestra de diversos estilos y épocas: posee elementos del gótico y de la arquitectura mozárabe, además de su principal influencia renacentista. La claridad de la piedra pulida de sus sillares se identifica con la de la Concatedral, destacando entre la piedra y la mampostería de su entorno.
Dos mil años de historia descubiertos en una reforma
El palacio de Mayoralgo fue, desde el siglo XVI, residencia de la familia noble de los Mayoralgo, triunfadora de la conquista cristiana de la ciudad en 1229 y encargada de la defensa de estos nuevos territorios. La familia se mantuvo desde entonces viviendo en él, ininterrumpidamente, hasta su adquisición por parte de la Junta de Extremadura.
Fue entonces, en 2001, durante unos trabajos de reforma en la ya sede de Caja Extremadura, cuando el palacio de Mayoralgo saltó a los titulares: debajo de su suelo se habían descubierto los restos de una ciudad romana de hace dos mil años, con huellas de una calzada romana, una vivienda con patio y cisterna, termas e incluso un taller de forja del siglo III. Además, cientos de objetos de valor arqueológico fueron recuperados y clasificados. En palabras del entonces director del Museo de Cáceres, Juan Manuel Valadés, “el yacimiento contiene toda la historia de la ciudad”.
Y es que en el yacimiento romano del palacio de Mayoralgo se pueden observar las diferentes capas geológicas que revelan lo que pasó en los miles de años de historia de este terreno. Por si fuera poco, el hallazgo vino a confirmar lo que los historiadores ya pensaban: Cáceres como núcleo urbano remontaba su origen a la antigua aldea romana Norba Caesarina.
Ha sido una larga lucha la librada para conservar sus interiores, su mobiliario o el yacimiento romano, lucha que culminó en 2016 con diferentes iniciativas desde el Ayuntamiento para preservar el enorme valor del palacio de Mayoralgo. Todos los grupos del Ayuntamiento pidieron a la Junta ese año que lo declarase BIC (Bien de Interés Cultural), para evitar la venta de parte de su valioso mobiliario y permitir también las visitas del público.
Actualmente, en los 513 metros de área del patio del palacio de Mayoralgo se encuentran los restos de una colonia, la Norba Caesarina, de la que todavía no se ha excavado más que un escaso 1%. Desde hace años el recorrido cuenta con pasarelas acristaladas, si bien hasta 2017 no pudo ser visitado de forma regular.
El palacio de Mayoralgo y su llamativa fachada
Si entramos a la plaza de Santa María bordeando la Catedral desde la plaza de los Golfines, o desde la estrecha calle Amargura, encontraremos en primer término la fachada clasicista del palacio de Mayoralgo. La pizarra de la plaza y la mampostería de piedra de los edificios circundantes contrastan con sus pulcros sillares claros y pulidos.
El primer reclamo del palacio de Mayoralgo es su hermosa fachada principal, dividida en tres secciones mediante un alfiz de estilo mozárabe, que da equilibrio al conjunto. Esta fachada además despliega dos ventanas gemelas o geminadas, divididas por un mainel de mármol. El arco de medio punto de su entrada cuenta con largas y estilizadas dovelas, características del Renacimiento.
En la fachada lateral que linda con la calle Arco de la Estrella se dispone un portón con arco apuntado, del siglo XVI, enmarcado entre dos ligeras columnas. En la esquina superior de la pared tenemos además un antiguo escudo del siglo XIII.
El escudo de la fachada principal es, por otra parte, uno de los aspectos más llamativos de la fachada del palacio de Mayoralgo. Representa en sus mitades: media águila y media torre, respectivamente. Estos elementos se relacionan con la inscripción que observamos debajo, lema de la familia, tomado de un pasaje bíblico: “Sé tú para nosotros torre de fortaleza, y se renovará como la del águila nuestra juventud”. El águila es, además, símbolo de reyes por ser el ave reina del cielo y la que más alto vuela. En la parte superior del escudo se sitúa un yelmo mirando de frente, con un león en su cimera.
Por su parte, los patios del palacio de Mayoralgo cuentan con arcos mudéjares y capiteles de columnas visigóticas, aprovechados para la construcción, y todavía visibles en los sillares de los muros. En el patio encontramos también una escultura de período romano, una de las dos únicas de esta época que conservamos hoy día en Extremadura.
La familia Mayoralgo y los mayorazgos
La historia del palacio de Mayoralgo hunde sus raíces en la historia de la ciudad de Cáceres. Desde la conquista de la ciudad por parte de los cristianos, en 1229, Fernando III animó a muchas de las familias que habían tomado parte en la victoria a que ocupasen las nuevas tierras fronterizas para defenderlas. Los Blázquez fueron una de esas familias, los futuros Mayoralgo, y en ese territorio tan inseguro decidieron establecer sus dominios.
La familia Mayoralgo, que tenía varias propiedades, construcciones defensivas, etc. decidió establecer más tarde en Cáceres el primer mayorazgo de la ciudad. El mayorazgo era una institución del Derecho medieval, por la cual un conjunto grande de tierras y bienes pasaban en su totalidad a manos de un único heredero. Con esto, el poder se concentraba en las familias, se evitaba repartir la herencia entre varios descendientes y con ello posibles ventas, litigios, disputas o pérdidas de bienes en la familia. Por supuesto, esto provocaba que muchos nobles quedasen dentro de la condición de hidalgos, sin título aunque con algunas prebendas y derechos especiales, amén de la honra del apellido. Con el tiempo, la familia Mayoralgo adoptaría el apellido de Mayorazgo, en honor a ese primer mayorazgo en Cáceres.