A tan sólo 80 kilómetros al norte de Cáceres se alza la señorial Plasencia sobre una colina acariciada por las aguas del río Jerte. Con algo más de 41.000 habitantes, se trata de la segunda ciudad en importancia de la provincia. Tras sus rotundas murallas guarda un importante patrimonio monumental; si bien, fuera de estos muros también cuenta con otros lugares interesantes que no se puede perder el turista que visita la ciudad.
La suculenta gastronomía, las animadas zonas de bares al caer la noche o las tranquilas zonas verdes en la ribera del río son otros reclamos de la urbe que tampoco se deben desdeñar. Con este espíritu explorador recorremos Plasencia destacando sus visitas imprescindibles.
Qué hacer en Plasencia
Muralla de la ciudad de Plasencia
El mejor lugar en el que empezar el recorrido es en alguno de los tramos donde se pueda contemplar la muralla medieval de Plasencia. Uno de ellos se encuentra muy cerca de la catedral. El doble recinto amurallado nos habla de los orígenes defensivos de la ciudad. Fundada por Alfonso VIII en 1186, el control de Plasencia se convirtió en motivo de disputa entre los almohades y los cristianos: de ahí, precisamente, que esta fortificación cuente con más de 70 torreones.
El final de la llamada ‘Reconquista’ no puso fin a las disputas por el dominio de la villa y sede episcopal, por lo que las murallas siguieron ejerciendo, ya en la Baja Edad Media, de una función estratégica fundamental. Especialmente, por las guerras entre las familias rivales de los Monroy y Almaraz, que asolaron la ciudad.
Visita imprescindible: la Catedral de Plasencia
Poco tiempo después de su fundación, Plasencia se convirtió en sede episcopal, lo que marcó posteriormente el devenir histórico de la ciudad. No es por ello extraño que la zona monumental más relevante de Plasencia se agrupe alrededor del singular edificio que acoge no una sino dos catedrales en el mismo lugar: la Catedral Vieja y la Nueva.
La Catedral Vieja se construyó nada más fundarse la ciudad en el siglo XII. Sus obras se prolongaron hasta el siglo XIV. De esta catedral han sobrevivido, fundamentalmente, la fachada tardorrománica de los pies, la sala capitular, que está rematada por un original chapitel escamado de influencia bizantina, y el claustro, en un estilo eminentemente gótico cisterciense.
En el momento en el que la familia Zúñiga, que acaparaba el señorío de Plasencia, cayó en desgracia tras haber apoyado a Juana la Beltraneja –en detrimento de Isabel de Castilla–, el control de la ciudad pasó a manos del Concejo y, especialmente, del obispado. Es el momento, en pleno Renacimiento, en el que Plasencia alcanzó un gran desarrollo y se comenzó a construir la Catedral Nueva.
El templo nuevo, sin embargo, se levantó a medida que se iba derribando la Catedral Vieja. El hecho de que la nueva edificación quedara inconclusa ha posibilitado que se pueda disfrutar del viejo edificio. En cualquier caso, en las obras de la basílica renacentista intervinieron los arquitectos más afamados de la época. Juan de Álava finalizó la capilla Mayor en 1522; Gil de Hontañón trazó la fachada principal; y Gil de Siloé ejecutó la meridional.
La Catedral Nueva es un edificio de tres naves cuyas bóvedas interiores están ricamente decoradas. Entre lo más destacado de este templo se encuentra el retablo Mayor del siglo XVIII, el sepulcro del obispo Ponce de León, los retablos churriguerescos de las capillas absidales y el extraordinario enrejado de 1598 de Juan Bautista Celma que cierra el coro. Mención aparte merece la sillería de nogal que se halla precisamente en el coro y que fue tallada por el maestro Rodrigo Alemán a comienzos del siglo XVI.
Palacio del Marqués de Mirabel
La calle Blanca conecta la plaza Catedralicia con el segundo núcleo monumental de Plasencia, que se encuentra alrededor de la iglesia románico-gótica de San Nicolás. Al fondo de la plaza, donde se haya este interesante templo, se encuentra el palacio del Marqués de Mirabel. Construido en el siglo XV, fue remodelado un siglo después al gusto del estilo renacentista, imperante en la época.
El palacio sigue perteneciendo a la familia que lo levantó, y cuenta en su interior con un Museo de Caza. Para verlo sólo hay que llamar a la puerta y preguntar al casero si se puede visitar. Hay que abonar un módico precio. Junto a este edificio se alza el convento de los Dominicos, erigido por la familia Zúñiga. Precisamente en la iglesia gótica del convento, puesta bajo la advocación de San Vicente Ferrer, descansan los restos de esta familia señorial.
Acueducto de Plasencia
Fuera del casco histórico merece la pena pasear alrededor del acueducto de Plasencia, al norte de la ciudad. Se trata de un canal que comenzó a construirse en el siglo XII para traer agua a la ciudad recién fundada. El aspecto actual, con arcada de una sola altura, data del siglo XVI. El acueducto está integrado en el parque de San Antón, un coqueto espacio verde ideal para pasear con niños.
Parque de los Pinos de Plasencia
Muy cerca del acueducto se encuentra uno de los pulmones verdes de Plasencia: el parque de los Pinos. Declarado núcleo zoológico en 1991 por su extraordinaria variedad de aves, sus más de 53.000 metros cuadrados de extensión son ideales para reponer fuerzas con un tranquilo paseo.
En el parque se pueden contemplar especies vegetales singulares como una secuoya de más de 100 metros de alto o un ejemplar del extraño árbol chino ginkgo biloba. La diversidad de aves que se reúnen en las inmediaciones de las múltiples charcas y estanques del parque es desbordante: ánsares, gansos, garzas, cisnes, cigüeñas, gruyas, emúes, aves tropicales, pavos reales, avestruces…
Qué visitar fuera de Plasencia: el Parque de la Isla
Al otro lado de la ciudad, al sur, y cerca de la estación de autobuses, se encuentra la otra gran zona verde de Plasencia: el parque de la Isla. Esta frondosa lengua de vegetación de más de 10 hectáreas, está bañada por el río Jerte, cuya canalización al norte se denomina comúnmente como río Chico. Es una de las zonas preferidas por los vecinos de Plasencia para practicar running, pasear, sacar a sus mascotas o montar en bici. Los más de 15 kilómetros de paseo fluvial en la isla dan para mucho.
El río Chico se convierte en zona de piscinas naturales en la temporada de verano. La isla cuenta con merenderos, restaurantes e, incluso, un aparcamiento gratuito muy cerca.
Buenos restaurantes donde comer en Plasencia
Las comarcas del Jerte y de la Vera y sus productos estrellas como el pimentón o las cerezas, han moldeado la gastronomía de Plasencia, adaptando a su gusto los platos típicos de Extremadura.
Entre los más destacados se encuentran las populares judías verdes al estilo de Plasencia, las sopas canas y las patatas en escabeche. Los guisos más comentados son el solomillo de jabalí y el revuelto de criadillas de tierra. En los restaurantes Succo, Gredos, El Rinconcito, Amalu o Los Monges podrás encontrar algunas de las viandas más típicas y valoradas de la villa.