Nuestra Señora de la Peña es la patrona de Fuerteventura. Esta blanca talla gótica es uno de los exvotos cristianos más antiguos de la isla y la imagen más venerada por los vecinos del lugar. La escultura está ubicada en la ermita que lleva su nombre, en las afueras del pequeño pueblo de Vega de Río Palmas. La leyenda asegura que fue muy cerca de aquel lugar, en el barranco de la Peña, donde se apareció milagrosamente a San Diego, a Fray Juan de San Torcaz y a unos pastores.

Romería de la Virgen de la Peña a su santuario

El actual santuario de la Virgen de la Peña fue construido a principios del siglo XVIII. Es un edificio blanco y sobrio en su exterior, de una sola nave y techumbre de madera a cuatro aguas. En el interior destaca el retablo en el que está ubicada la Virgen de la Peña y el artesonado de madera de la techumbre.

El tercer sábado de septiembre se celebran las Fiestas de Nuestra Señora de la Peña, patrona de Fuerteventura. Romeros, peregrinos y visitantes procedentes de toda la isla acuden a este santuario para rendirle tributo. Ese día se engalana la figura con un hermoso manto y se pasea en romería en las que son las celebraciones más especiales y queridas del año.

 

 

La ermita se encuentra a unos 33 kilómetros de Puerto del Rosario, dentro del Parque Rural de Betancuria, a las afueras de la localidad de Vega de Río Palmas. A pesar de tratarse de una zona agreste, montañosa y bastante inhóspita, la zona tiene un alto valor geológico y paisajístico. Es uno de los pocos lugares del mundo donde pueden diferenciarse materiales que pertenecen a la corteza oceánica, como el puerto de la Peña.

Nuestra Señora de la Peña, 21 cm de historia en Fuerteventura

La Virgen de la Peña es una talla de alabastro de sólo 21 centímetros de alto, y representa a la Virgen María con el niño Jesús en ‘serena majestad’. Aunque se desconoce su autor, su estilo pertenece claramente al gótico francés más bello y elegante. Más allá de lo que representa para los devotos, su valor histórico y artístico es incalculable. Se considera el único testigo que ha sobrevivido a la primera conquista europea en la isla.

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Nuestra Señora de la Peña. Fuerteventura.

Dicha conquista data de 1402, cuando los normandos Gadifer de la Salle y Jean de Bethencourt tomaron Fuerteventura. De hecho, el nombre del vecino pueblo de Betancuria procede del apellido del segundo de los conquistadores. Las reducidas dimensiones de la imagen facilitaban el traslado por barco, algo que queda testificado también por la oquedad en la parte trasera de la talla, que se supone existe con el fin de encajarla en una caja de viaje.

Se cree que la imagen se ubicó inicialmente en otra capilla, destruida por los guanches en 1405 mientras defendían la isla de la invasión normanda. De este episodio han quedado cicatrices en la talla. Al parecer, en décadas posteriores, los dos protagonistas de la leyenda milagrosa, Fray Juan de San Torcaz y San Diego, encontraron la talla de la Virgen de la Peña y la llevaron al convento de San Buenaventura en Betancuria.

Más de un siglo después, la escultura sufrió una serie de mutilaciones que se repararon parcialmente durante el siglo XVII. El motivo de dichos daños fue la invasión de piratas bereberes en la isla en 1593. Según la tradición, la Virgen de la Peña fue escondida en una cueva. Tal vez en este episodio perdió su policromía y hoy se presenta de un blanco inmaculado. En el siglo XVIII se construyó el santuario en el que se encuentra actualmente la imagen.

 

 

Leyenda de la virgen de la Peña

Las tradiciones populares suelen preferir una versión legendaria y milagrosa de sus imágenes. Como ya hemos adelantado, la historia mítica de la patrona majonera tiene que ver con su aparición milagrosa.

Cuenta la leyenda que San Diego preguntó a unos pastores donde se encontraba Fray Juan de San Torcaz, un fraile franciscano aficionado a perderse por caminos pedregosos y peligrosos. Los pastores le respondieron que no lo sabían, pero que recordaban haber visto unos resplandores luminosos muy llamativos en la zona del barranco del Río Palmas.

Tanto San Diego como los pastores se dirigieron a la zona del barranco y localizaron el cuerpo de Fray Juan en el fondo del agua en éxtasis orante. Cuando le sacaron se dieron cuenta de que no tenía las ropas mojadas. Éste contó que resbaló y cayó al agua y mientras se precipitaba se encomendó a la virgen, que obró el milagro.

Los resplandores de la Peña continuaron y San Diego, por inspiración divina, decidió fragmentar la roca en un punto. De ese lugar apareció la figura blanca de la Virgen con el Niño. Desde ese momento, se la bautizó como Virgen de la Peña.

 

 

La Virgen de la Peña, una imagen con los ojos cerrados

La virgen se encuentra en un santuario bajo un bello artesonado de madera. Se sitúa en una hornacina enmarcada por un sol plateado y una media luna dorada. A la talla se le han añadido coronas a las cabezas de la Virgen y el Niño.

La madre sostiene por la cintura al bebé, que se encuentra a su lado derecho, mientras éste parece querer abrazarla. Parte del rostro, un brazo y una pierna del niño, y una mano de la madre presentan roturas. Pero todos estos desperfectos se compensan con la dulzura del conjunto. Especialmente llamativo es el rostro ovalado y juvenil de la virgen, que tiene misteriosamente los ojos cerrados.