En 1478, con la llegada del capitán Juan Rejón, enviado por la Corona de Castilla, a las costas de Gran Canaria, se estableció el primer asentamiento para la conquista del archipiélago. Las tropas levantaron el campamento en la zona del barranco del Guiniguada y colocaron tres enormes palmeras para alertar a los barcos de su ubicación. Por esta razón, el lugar pronto se dio a conocer como Real de Las Palmas. Se construyó una muralla y se abrió el que sería uno de los puertos más importantes del Imperio español, el Puerto de la Luz. Un lugar clave para el avituallamiento de los barcos en medio del océano Atlántico.
Durante tres siglos, la población se concentró en el interior de las murallas, convirtiéndose en el primer barrio y núcleo de la isla. Entre sus calles empedradas, hoy en día se conservan hermosos edificios coloniales, casas históricas, pequeñas ermitas y plazas rodeadas de exuberante vegetación y piedra negra. Fue el escenario de invasiones piratas, como la de Francis Drake o Van Der Does, y testigo de la marcha de la Niña, la Pinta y la Santa María hacia el Nuevo Mundo.
Fue en el barrio de Vegueta, donde Cristóbal Colón pidió ayuda al gobernador para reparar La Pinta a su regreso, y también principal capital de intercambio de productos entre América y España. Aquí llegaron las primeras patatas, que después se exportaron a toda Europa. Del mismo modo, que de Canarias partieron las primeras semillas de platanera y caña de azúcar, además de animales como el cerdo, la cabra y el perro, que pronto ocuparon las islas del Caribe.
Vegueta, qué ver y hacer en este barrio de Gran Canaria
El casco antiguo de Vegueta acoge algunos de los edificios más hermosos y emblemáticos de la isla de Gran Canaria. Destaca la catedral de Santa Ana, cuya construcción comenzó en 1497, pero no se finalizó hasta el siglo XX. También es conocida la llamada ‘catedral de Canarias’, ya que era la única que existía en todo el archipiélago hasta el siglo XIX. Debido a las diferentes épocas y arquitectos, el edificio reúne una mezcla de estilos que van desde el Neoclásico, pasando por el Gótico, hasta el Renacentista. Durante el siglo XVII, se añadió el patio de los Naranjos, un claustro con balconadas de madera donde antiguamente se alojaban los hombres de la Iglesia y de los pocos que quedan de su clase en España. Las vistas desde las torres del edificio abarcan la totalidad del barrio histórico (hay que pagar una pequeña cantidad).
En la plaza de Santa Ana, donde se ubica la catedral, se encuentran también otros edificios importantes del núcleo urbano como son el Ayuntamiento, el Archivo Histórico, la Casa Regental y el Palacio Episcopal. Aunque, sin duda, lo más característico de la plaza son los misteriosos ocho perros de hierro fundido cuya procedencia se desconoce. Las siglas en las esculturas llevan a equívoco, ya que podrían pertenecer a dos escultores de la época, aunque la teoría más extendida es que fue el regalo de un capitán francés al alcalde Felipe Massieu por el buen trato recibido durante la estancia de su tripulación en la isla.
En el rincón más aristócrata de este barrio, se encuentra la plaza del Espíritu Santo, rodeada de Casas Consistoriales y edificios nobles. En las cercanas calles de Castillo y Doctor Chil es donde se concentran la mayor parte de estas antiguas casas señoriales. El centro de la plaza está coronado por una fuente de piedra cubierta, una construcción poco común en España. Y justo al lado, se alza el símbolo de la unión entre Canarias y América, un enorme drago junto a una araucaria.
El núcleo fundacional se encuentra en la plaza y ermita de San Antonio Abad, famosa porque, además de ser la primera de la ciudad, fue el lugar elegido por Cristóbal Colón para rezar antes de su viaje a América. Enfrente de la ermita se encuentra la Casa de Colón, aunque nunca vivió aquí. El edificio agrupa cuatro casas antiguas datadas entre los siglos XVI y XVIII. Una de ellas perteneció al famoso tenor Alfredo Kraus, y otra al gobernador, quien ayudó a Colón a reparar La Pinta. El otro lado de la fachada del museo desemboca en la plaza del Pilar Nuevo, donde antiguamente se reunían las mujeres para recoger agua del pilar central.
Lo cierto es que Vegueta está arropado por numerosas plazas empedradas, con hermosas fuentes y vegetación tropical, como la plaza de Santo Domingo, un lugar de reunión con bancos de piedra a la sombra de los árboles, escenario de más de una fiesta popular. Pasear por las calles del barrio trae recuerdos de la época colonial, cuando los piratas y comerciantes atracaban sus navíos en el puerto, y los conquistadores se aprovisionaban antes de partir hacia el Nuevo Mundo.
La calle de los Balcones, congelada en el tiempo, acoge las casas más antiguas del barrio con sus fachadas y patios del siglo XV, época en la que se fundó la ciudad. Entre sus edificios más destacados se encuentra el Centro Atlántico de Arte Moderno, que conserva su antigua apariencia y alberga unas 2.600 obras en su exposición permanente. Aunque si lo que te interesa es saber más sobre la historia de los pobladores de Canarias antes de la conquista, en el Museo Canario podrás conocer cómo vivían los antiguos aborígenes y ver una de las exposiciones prehistóricas más completas del mundo.
Restaurantes en Vegueta y mercadillos
En las cercanas calle Pelota y calle Mendizábal, en pleno centro histórico, se concentran la mayoría de restaurantes, bares y terrazas. Ofrecen la mejor oferta gastronómica de la ciudad y a buen precio. Los jueves por la noche, la calle Mendizábal se anima con la ruta de los Pinchos, donde isleños y turistas disfrutan de las mejores tapas de la zona, bebida incluida, por poco dinero. A partir de las 20 horas, se convierte en un punto de encuentro para jóvenes, sobre todo en verano. Por lo que las tapas de los jueves, debido a su popularidad, se han convertido en toda una tradición del barrio.
Junto a la calle Pelota se encuentra el mercado de Vegueta, uno de los más antiguos de la isla que ofrece todo tipo de verduras y frutas tropicales. Vale la pena dar un paseo entre sus coloridos puestos y perderse por el barrio.