En 1915, tras el comienzo de la Primera Guerra Mundial, el pintor granadino José María Rodríguez-Acosta abandonó prácticamente los pinceles para dedicarse en cuerpo y alma a la construcción de un Carmen donde establecer su estudio. Hijo de una familia de banqueros, su desahogada situación económica le permitió alargar las obras hasta 1930, convirtiendo el edificio y sus jardines en un reflejo de la torre de marfil en la que él había vivido siempre, en un conjunto artístico que integrase los misterios de Oriente con la racionalidad grecolatina de Occidente para fundirse con el paisaje milenario de Granada. Con el tiempo, la idea fue creciendo en su cabeza hasta convertirse en un proyecto vital que cobró vida tras su muerte en 1941. Ese mismo año, tal como dejó escrito en su testamento, se inauguró en este lugar privilegiado junto a La Alhambra y las Torres Bermejas, en lo alto de la colina del Mauror, la Fundación Rodríguez-Acosta con el objetivo de “tener a Granada al corriente de todos los conocimientos del progreso humano, sirviendo de estímulo a las personas de espíritu elevado”. Hoy, su deseo póstumo se ha cumplido: la Fundación es uno de los pulmones culturales de la ciudad gracias a su amplio fondo de colecciones artísticas y arqueológicas, su biblioteca y archivo y un amplio programa educativo de visitas y talleres para estudiantes.
- El Carmen Blanco, una bella rareza arquitectónica
- Los jardines de la Fundación Rodríguez-Acosta, una experiencia ecléctica y subjetiva
- La Fundación se da a conocer: su programa educativo
El Carmen Blanco, una bella rareza arquitectónica
En la colina del Mauror, justo debajo de la Alhambra que corona la cima, sorprende ver este sobrio edificio blanco con varias torres que parecen querer imitar a las de la fortaleza nazarí, aunque con un estilo contemporáneo. Hasta cuatro arquitectos tomaron parte en la construcción de esta rareza arquitectónica, declarada monumento nacional en 1982, donde se fusionan el estilo cubista y funcional, típico de las vanguardias de los años 20, con el regionalismo andaluz de los cármenes granadinos y la incorporación de elementos antiguos de estilos renacentista, barroco e hispanoárabe.
En el interior, la ecléctica decoración nos da una idea del gusto refinado y cosmopolita del pintor, quien llenó las habitaciones de todo tipo de objetos histórico-artísticos, muchos de ellos adquiridos durante sus viajes por el mundo: bustos de Buda y muchas otras piezas de arte asiático, marfiles, alfombras persas, esculturas, joyas, piezas de arte grecorromano e ibérico e incluso uno de los primeros proyectores de cine del siglo XX.
Dentro del recorrido, ocupa un lugar central la visita al estudio y la biblioteca del pintor, donde sorprende un abigarrado estilo art decó que contrasta con la sobriedad del exterior. Algunas obras del propio Rodríguez-Acosta, que fue una referencia del modernismo y simbolismo en España, cuelgan de las paredes. En su estudio permanece sin terminar el cuadro en el que trabajaba cuando murió, tras una rápida enfermedad, a los 62 años: un desnudo de una mujer dormida lleno de simbolismo, como los que solía pintar en su última época. Para algunos expertos es la obra maestra del artista, quien trató de expresar, en su ocaso, la eterna lucha entre la carne y el espíritu. El hecho de que esté inacabada nos recuerda quién ganó la batalla.
Los jardines de la Fundación Rodríguez-Acosta, una experiencia ecléctica y subjetiva
Los jardines del Carmen, asentados sobre el desnivel de la colina, se despliegan en una sucesión de terrazas y miradores a distintas alturas que ofrecen unas espectaculares vistas de Granada. Esta disposición vertical hace posible que cada terraza pueda observarse desde múltiples puntos de vista (desde arriba, desde abajo, a la misma altura), lo que unido a la ecléctica y simbolista decoración monumental del conjunto hace que el jardín sea una obra de arte en sí misma, y un paseo por él una experiencia subjetiva de descubrimiento llena de sugerencias.
Así lo describió el historiador del arte e histórico alcalde de Granada Antonio Gallego Burín: “Los jardines del Carmen se enlazan entre sí por medio de quebradas escaleras típicas de la arquitectura musulmana, donde van entremezclándose con sentido pictórico los árboles, cipreses y plantas con los elementos arquitectónicos, columnatas, glorietas, pérgolas, fuentes y estatuas, en que las perspectivas visuales y el paisaje son eje de la composición en que se funden el mundo clásico y el musulmán”.
Distribuidas por los cuatro jardines del recinto, conviven varias obras de arte antiguo de distinta procedencia: columnas de los siglos XVI y XVII, dinteles góticos, capiteles y columnas árabes, una estatua romana de Apolo, una pila bautismal renacentista…Además, el escultor Pablo de Loyzaga completó la decoración con una serie de copias de bajo relieves y esculturas clásicas. Aunque a simple vista no lo parezca, todos estos elementos mantienen un diálogo silencioso entre sí, y es que el jardín está diseñado con arreglo a toda una iconografía simbólica en torno a grandes temas humanos como el amor, la muerte, la ruina, la locura o la vida contemplativa.
Pero los jardines de la Fundación Rodríguez-Acosta encierran su mayor misterio bajo tierra, donde se despliega un laberinto de galerías subterráneas que atraviesan la colina. Aunque muchas ya existían antes de la construcción del Carmen, el pintor las alargó y decoró los recovecos con esculturas que crean un clima romántico y fantasmagórico. Ninguna visita puede acabar sin un recorrido por este tesoro oculto de la finca.
La Fundación se da a conocer: su programa educativo
Los primeros miembros del Patronato de la Fundación, entre quienes se encontraban personalidades como José Ortega y Gasset, Fernando de los Ríos y Manuel de Falla, recibieron un ruego de Rodríguez-Acosta. Que, cuando tuvieran que elegir a sus sucesores, eligieran “hombres de espíritu abierto, capaces de analizar sin rencor, sin hostilidad, las distintas sugestiones con alegría, con la fecunda alegría de querer ensanchar este milagro que es la vida y que tenemos el deber de hacer cada día más noble, más bella y más dichosa». Ese afán de conocimiento y de difusión de la cultura ha perdurado hasta nuestros días, en los que la Fundación ha crecido de diversas maneras y, desde 2013, ha abierto de forma permanente al público.
Desde su nacimiento, los fondos de la Fundación se han ido enriqueciendo con la incorporación de varios legados museísticos, bibliográficos y documentales, entre ellos los del historiador y arqueólogo granadino Manuel Gómez-Moreno, los del pintor granadino Manuel Maldonado Rodríguez o los del ingeniero y fotógrafo José Martínez Rioboo, muy ligado al resurgir cultural de Granada en el siglo XX. El Carmen, sin embargo, fue durante muchos años un desconocido para los turistas y aún para muchos granadinos.
Ahora, la institución está realizando un gran esfuerzo divulgativo, con un programa educativo dirigido a difundir su vasto legado entre la población para que “el visitante pueda tener una experiencia plena, tanto a nivel sensorial como intelectual”. Por eso, actualmente raro es el día en que la Fundación Rodríguez-Acosta no acoge alguna visita escolar, familiar o un taller para niños.