“Stat Crux dum volvitur orbis” (La cruz estable mientras el mundo gira). El lema de la Orden de los Cartujos parece una apretada síntesis de los más de trescientos años que los monjes cartujos dedicaron religiosamente a la construcción del Real Monasterio de La Cartuja de Granada, situado a las afueras de la ciudad. Y es que el mundo dio muchas vueltas desde que, en 1513, comenzaron las obras de un convento que permite al visitante rastrear la evolución de los diferentes gustos artísticos que experimentó la arquitectura europea durante aquel dilatado período y, al mismo tiempo, apreciar la soledad propia del estilo de vida cartujo. La sacristía del monasterio, máximo exponente del barroco español, es una parada obligatoria en toda visita. En 1835, con motivo de la Desamortización de Mendizábal, esta orden religiosa se vio abocada a abandonar el edificio, dando así comienzo a un periodo de decadencia del monumento que solamente se vio frenado tras su Declaración como Conjunto histórico-artístico en 1932. Desde los años setenta, el monasterio preside solemnemente el Campus Universitario de Cartuja.
- Tres siglos de trabajo tras el Monasterio de La Cartuja
- Real Monasterio de la Cartuja de Granada
- La sacristía, parada obligatoria del paseo
- Desde la marcha de los cartujos
Tres siglos de trabajo tras el Monasterio de La Cartuja
Cuenta la leyenda que, durante la Guerra de Granada (1482-1492), el famoso militar castellano Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán, a punto estuvo de perecer víctima de una emboscada nazarí en el pago de Aynadamar, antigua finca de recreo árabe ubicada al norte de la ciudad y famosa por su riqueza en agua y árboles frutales. Salvando la vida milagrosamente, es sabido que aquel día el Gran Capitán se prometió a sí mismo levantar allí un monasterio donde guardar sepultura junto a su esposa en agradecimiento a Dios. La suerte quiso que los monjes cartujos del ya existente Monasterio de El Paular, ubicado en el paraje madrileño de Rascafría, estuvieran buscando en aquellos días un lugar en Granada dónde fundar su nuevo convento. Fue en el Gran Capitán en quien la Orden encontró un protector comprometido, dispuesto a ceder aquellos terrenos y a correr con los gastos de la empresa. Así, en 1513 dieron comienzo las obras de lo que hoy es considerado joya sin igual del barroco hispano.
Real Monasterio de la Cartuja de Granada
A pesar del inicio épico de esta construcción, se sabe que finalmente, a causa de la difícil orografía de la zona y al peligro que entrañaba su ubicación periurbana, los monjes cartujos decidieron cambiar el emplazamiento al cabo de un año por otro situado a unos pocos cientos de metros más al sur, lo cual desincentivó definitivamente la ayuda prometida por el Gran Capitán e impidió que este fuera enterrado allí tras su muerte.
A lo largo de los más de tres siglos que duró su construcción, el conjunto de la Cartuja fue incorporando a su fisonomía estilos habituales de cada época. Es por ello que hoy en día, este monasterio exhibe ante los ojos del visitante, armoniosamente entreverados, espacios tan propios del gótico tardío o de la arquitectura renacentista, como del último barroco hispano o del más temprano neoclasicismo. Tal vez con motivo de la búsqueda de soledad que caracteriza al monje cartujo, particularizada en el voto de silencio que hace cuando accede a la Orden, el monasterio fue construido extramuros, alejado del trasiego de la ciudad de Granada, marcando este hecho a principios del siglo XVI un elemento innovador en la manera de ubicar los conventos.
La sacristía, parada obligatoria del paseo
Una bien conservada portada plateresca del siglo XVI recibe nuestra llegada a la cara occidental del recinto monástico, y nos adentra en el interior de un patio, empedrado al estilo granadino, que debemos atravesar si queremos llegar a la puerta de la iglesia. Desde aquí comienza la visita propiamente dicha: un viaje por aquellas dependencias que sí fueron capaces de soportar los embates del tiempo. La iglesia, que comenzó su construcción a mediados del siglo XVI, se presenta en rico estilo barroco como uno de los espacios más antiguos del conjunto, y nos sirve, por ser comunicante con todas las demás dependencias, como punto desde el que orientar nuestra visita. Por un lado, accedemos al claustrillo, levantado a mediados del siglo XVII como patio interior, y alrededor del cual podemos acceder a una serie de galerías. Hoy estas son utilizadas como salas de exposición de la vastísima obra pictórica que dejó el famoso cartujo fray Juan Sánchez Cotán, siendo principalmente dos ciclos temáticos de cuadros los que captan nuestro interés durante el paseo: uno sobre el origen y los comienzos de la vida de la Orden, y otro sobre los martirios de los priores cartujos en la Inglaterra de Enrique VIII.
Otra estancia que visitar que comunica exclusivamente con la iglesia es el sagrario. Construido entre 1704 y 1720 detrás del altar mayor, esta salita escondida tras una puerta de cristales venecianos solía acoger en tiempos las sagradas formas utilizadas durante las misas. Hoy nos sorprende al entrar un impresionante tabernáculo de mármoles rojos y negros que alberga el sagrario propiamente dicho. También salta a la vista la exagerada ornamentación de la sala y su magnífica cúpula, cuya pintura nos presenta a San Bruno, fundador primigenio de la Orden Cartuja, cargando literalmente el mundo a sus espaldas.
Para terminar, accediendo nuevamente desde la iglesia, encontramos una parada obligatoria en la sacristía, joya ineludible de la Cartuja de Granada. Construida en un lapso de 37 años, esta inmaculada habitación parece más grande de lo que es debido a la vasta ornamentación y amplísima variedad de colores que la revisten. Al fondo de la misma destaca el Retablo Mayor y, sobre todo, la estatua de San Bruno, una obra del escultor José de Mora considerada por muchos como la obra maestra del Barroco español.
Desde la marcha de los cartujos
La Desamortización de Mendizábal supuso la exclaustración definitiva de los monjes cartujos en 1835 y la venta por lotes del complejo monacal. Desde entonces, se sucedieron una serie de demoliciones que afectaron entre otros espacios, al claustro grande y a la casa prioral, cuya existencia hoy conocemos solamente a partir de los antiguos planos del monasterio. A finales del siglo XIX la Compañía de Jesús adquirió los terrenos y, en 1932, el monasterio fue declarado Conjunto histórico-artístico, marcando así el final de su injusta decadencia.
En este siglo y medio de ausencia cartuja, el Monasterio ha sido testigo silencioso de sus cambiantes alrededores. Si en el siglo XVI yacía en la soledad de los extramuros granadinos, hoy en día encuentra en el Campus Universitario de Cartuja un alegre vecino. Tan es así que, en 2017, un colectivo de profesores pidió la catalogación de todo el ámbito como Zona Patrimonial, una figura legal de protección que abarca todo un entorno y que encuentra su justificación en la riqueza paisajística y la variedad de yacimientos arqueológicos que envuelven la zona. Como curiosidad, cabe destacar la existencia de unas fosas excavadas en la colina que datan del Neolítico y los restos de un alfar romano del que se han localizado diez hornos de cocción.