Granada es una ciudad siempre transitada por viajeros solitarios que llegan atraídos por muy diversas y variopintas razones. Los hay imbuidos por el espíritu del Romanticismo y entusiastas del libro Cuentos de la Alhambra, del escritor norteamericano Washington Irving, que vienen a sentirse como aventureros del siglo XIX mientras visitan los vestigios nazaríes de la urbe. Los deportistas, en cambio, hallan sus desafíos en los senderos y las pistas de esquí de Sierra Nevada. Los sibaritas se entregan en cuerpo y alma a los placeres de la gastronomía local y las refinadas costumbres que, como los hammam, nos han legado los árabes. Otros, simplemente, se dejan llevar por los vericuetos de la animada vida nocturna en busca, quizá, de la exuberante belleza de los granadinos y las granadinas. Si cada viajero es un mundo, Granada es un universo que tiene respuestas para todos. Aquí varios planes únicos para recorrerla en solitario.
- A lo ‘Washington Irving’ por la Alhambra
- Solo ante Sierra Nevada
- Como un sultán en el ‘hammam’
- Solteros viajeros en Granada: tapeo y fiesta por la ciudad
A lo ‘Washington Irving’ por la Alhambra
La Alhambra ha quedado en el imaginario colectivo como un lugar mágico, gracias a la visión romántica que el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859) plasmó en su célebre obra Cuentos de la Alhambra, que este viajero escribió mientras vivió en una sala de los Palacios Nazaríes durante unos meses de 1829, cuando la fortaleza nazarí estaba abandonada y habitada por mendigos y estafadores. Hoy, pese a ser una atracción del turismo de masas, muchos viajeros solitarios siguen afrontando la visita como un viaje íntimo e introspectivo acorde con aquel espíritu romántico.
Para ello, nada mejor que ir con el libro en la mano –o en la memoria tras una lectura reciente- y realizar la visita nocturna del monumento, cuando el contraste entre su iluminación y la oscuridad llena el lugar de sugerentes y evocadoras sombras. Una de las rutas de noche nos lleva por los Palacios Nazaríes, cuyas salas y patios nos trasladan con su sutil y refinada ornamentación a la época de máximo esplendor del reino nazarí de Granada, en los siglos XIV y XV. En una de estas salas, una placa en la pared recuerda que allí escribió Washington Irving su famoso libro en 1829. La otra ruta nocturna recorre los Jardines de la Alhambra y el Generalife, la finca de recreo de los antiguos reyes nazaríes, donde al caer el sol las intensas fragancias de sus más de 600 variedades de plantas evocan leyendas e historias de amores olvidados. En los jardines de la Alhambra, cerca de la Puerta de la Justicia, encontramos desde 2009 una estatua de bronce del viajero neoyorquino del siglo XIX, cuaderno de notas en mano y rodeado de su maleta y una carpeta de dibujos. A sus pies se lee la inscripción: “Hijo de la Alhambra”.
Solo ante Sierra Nevada
El segundo macizo montañoso más elevado de Europa Occidental tras los Alpes, también conocido como la “Finlandia andaluza”, es una rareza geográfica que esconde una flora y fauna más propia de latitudes nórdicas a 100 kilómetros del Mar Mediterráneo. Eso convierte Sierra Nevada en un paraíso para intrépidos amantes de la naturaleza y de los deportes de nieve, que cuentan con un amplio abanico de actividades para enfrentarse a la montaña en solitario.
La estación de esquí de Sierra Nevada, la más meridional de Europa, ofrece 100 kilómetros de pistas a 2.100 metros de altitud donde disfrutar del esquí, el snowboard y otras muchas actividades. El área recreativa Mirlo Blanco cuenta con una divertida montaña rusa sobre nieve, entre otras alternativas como el patinaje sobre hielo, pistas para trineos, toboganes de nieve y deportes como el bici-esquí. Para quienes busquen planes más íntimos e introspectivos, las instalaciones también ofrecen la posibilidad de esquiar de noche y de apuntarse a excursiones por los alrededores en raquetas de nieve.
Pero Sierra Nevada es mucho más que nieve y esquí. Los aficionados al senderismo cuentan con docenas de rutas para conocer el corazón de estas montañas en cualquier época del año. Siéntete como Indiana Jones en los desfiladeros y puentes colgantes de los Cahorros del Río Monachil, sube al techo de la península ibérica en el Mulhacén, descubre los restos del único glaciar andaluz en el Pico del Veleta o recorre la antigua pista que comunicaba las minas de la sierra en la Vereda de la Estrella. ¿No te parece suficiente? Si buscas emociones aún más fuertes, puede que prefieras practicar barranquismo en la Garganta del Río Verde, lanzarte aguas abajo haciendo rafting en los ríos Genil y Guadalfeo o sobrevolar las cumbres de Sierra Nevada en parapente.
Como un sultán en el ‘hammam’
Después de tanta adrenalina, el organismo necesita relajarse y recargar energías. Si, además, buscamos familiarizarnos con la milenaria cultura árabe del bienestar corporal y mental, no se nos ocurre mejor idea que visitar un hammam. Los baños árabes, de los que en Granada existen ejemplares de hace siglos que pueden visitarse, como los de El Bañuelo o el Palacio de Comares, son una larga tradición que ha vuelto a ponerse de moda en nuestros días. A ellos acudían los antiguos ciudadanos del reino nazarí no solo por higiene y placer, sino también para purificar su cuerpo. Los sultanes hacían lo propio en sus baños privados, que también utilizaban para agasajar a diplomáticos y políticos de otros reinos. Hoy en día, los modernos hammam, que imitan a los antiguos, han añadido nuevas comodidades como salas de masaje y tetería para relajarse tras el baño. En Granada destacan el Hammam Al Andalus, construido sobre unos baños árabes originales del siglo XIII, los Baños Aljibe San Miguel y los Baños Elvira, entre otros lugares en los que podrás sentirte durante un rato común un auténtico sultán desde alrededor de 25 euros.
Solteros viajeros en Granada: tapeo y fiesta por la ciudad
Una visita de un single a Granada no puede terminar sin un “paseo” por la cara más canalla y divertida de la ciudad: su vida nocturna. La soledad es inspiradora durante un viaje, pero llega un momento en el que apetece comer unas tapas, beber unas copas, mover el esqueleto y mezclarse con el paisanaje local, especialmente en una ciudad con una tasa de guapo/as por metro cuadrado tan alta como la de Granada. Con esta ruta no fallarás.
Antes de empezar, tres cosas. 1. Las tapas son gratis con la bebida, no se han equivocado al ponértelo. 2. En algunos bares son de libre elección, y en otros ofrecen una “primera”, una “segunda”, y así sucesivamente… 3. Si quieres otra ronda de lo mismo, dile al camarero: “¿Nos llenas?”.
Siempre huyendo de las terrazas más turísticas, que suelen concentrarse entre el Paseo de los Reyes Católicos y el Paseo de los Tristes, al mediodía puedes visitar la calle Navas, que desemboca en la Plaza del Ayuntamiento, un lugar típico en el que tienen mucha solera el bar Los Diamantes y sus tapas de pescado y de berenjenas con miel de caña. Al caer la tarde, recomendamos sentarse en alguna de las terrazas del barrio del Albaicín, desperdigadas entre las callecitas en cuesta que suben al Mirador de San Nicolás. Por la noche, llegada la hora de la verdad, puedes acercarte a la Plaza de Trinidad, donde las tabernas más tradicionales conviven con bares de estilo Indie, o a la Plaza de Gran Capitán, frecuentada por universitarios. Si quieres beber unas copas y mezclarte con el público juvenil, tu destino es la calle Pedro Antonio de Alarcón, repleta de pubs y bares. Y para rematar la noche bailando, tienes varias opciones: con la discoteca Mae West no fallarás, si eres fan del Indie disfrutarás en la Sala Vogue, para ritmos electrónicos está el Boom Boom Room, si te gusta la música negra irás al Afrodisia Club… Ah, y si la noche se pone flamenca, siempre te quedará El Camborio, en el barrio del Sacromonte.