Sentirse piratas o bucaneros es sencillo en Espalmador (S’Espalmador, en catalán) un espacio deshabitado, de tres kilómetros de largo, que regala unos paisajes paradisíacos. Cuando se llega a sus orillas en barco, el viajero debe frotarse los ojos para sentir que la experiencia no forma parte de un sueño. Sin construcciones de ningún tipo, completamente virgen, este rincón privado, pero accesible al público, es un entorno de silencio y tranquilidad que impresiona a los urbanitas.
Darse un chapuzón en Playa Alga, la zona de baño más extensa de Espalmador, o en cualquiera de sus otras calas, es un privilegio. Todo invita a la calma y a la desconexión en este rincón protegido del archipiélago de las Pitiusas. Aquí aún es posible alejarse del mundanal ruido. En la parte más elevada de la isla se sitúa la torre de vigilancia de Sa Guardiola, que en el pasado controlaba a los corsarios. Hoy es un punto de referencia para los yates de lujo y veleros que circundan la zona.
- Isla de Espalmador, tan cerca de Formentera
- Excursiones a Espalmador
- El entorno del Parque Natural de Ses Salines
- Maravillas de Espalmador
- Una isla privada muy protegida
Isla de Espalmador, tan cerca de Formentera
Al norte de Formentera sobresale una lengua de arena que se estira en dirección a Ibiza y que lleva por nombre Es Trucadors. Se trata de una península de carácter semi virgen que cuenta con playas maravillosas: Llevant, Cavall e Illetes. Esta última es famosa por sus aguas tranquilas y el color blanco de su arena, y también porque desde ella se divisa la enigmática de Espalmador.
La isla se encuentra a menos de cien metros del extremo norte de la playa y es posible llegar cruzando de un lado a otro, a través de Es Pas des Trucadors. Se trata de una especie de puente natural estrecho que permanece hundido bajo las aguas del Mediterráneo y que emerge los días de buen tiempo, cuando la marea es muy baja. Entonces es posible recorrerlo, pero la aventura solo se recomienda a avezados conocedores del entorno.
Pese a que el trayecto parece sencillo, es totalmente desaconsejable realizarlo tanto a pie como a nado, debido a las fuertes corrientes marinas de la zona. De hecho, señales y banderas rojas prohíben realizar la peligrosa travesía.
Excursiones a Espalmador
La opción más recomendable para llegar al islote de Espalmador es con la compañía local Barca Bahía, desde el puerto de La Savina, en Formentera. Realizan varias salidas diarias con parada en la playa de Illetes. Otra posibilidad es contratar una excursión en catamarán, que pase por la isla en su recorrido. Y, por último, también se pueden alquilar barcos privados o zodiacs, que van parando por las distintas calas de la zona.
Si se visita la isla desde Ibiza se puede optar por una travesía en barco con la compañía Aquabus. Se zarpa desde Figueretas y Playa d’en Bossa. También Formentera Explorer ofrece trayectos. Se parte desde Playa d’en Bossa y se efectúan paradas en Espalmador, Illetas y el Puerto de La Savina.
El entorno del Parque Natural de Ses Salines
Espalmador (S’Espalmador, en catalán) es uno de los tesoros del Parque Natural de Ses Salines, un espacio de gran valor cultural, ecológico y paisajístico. Patrimonio de la Humanidad y protegido como Parque Natural desde 2001, está compuesto por 3.000 hectáreas terrestres y 13.000 marinas que abarcan desde el sur de Ibiza hasta el norte de Formentera.
La mayoría de especies de árboles y plantas existentes en ambas islas están presentes aquí. Los pinares mediterráneos y los sabinares son las especies más destacadas. Y tampoco faltan sistemas dunares, característicos de las playas del norte de la isla y de las de Espalmador.
El parque, cuya parte ibicenca pertenece al municipio de Sant Josep de Sa Talaia, acoge, entre otros muchos puntos de interés, los antiquísimos estanques de las salinas. En la casa parroquial de Sant Francesc se ubica el Centro de Interpretación del Parque Natural de Ses Salines. Es el lugar al que acudir para conocer todo el entorno con detalle y obtener una exhaustiva información de la flora y la fauna de la reserva.
Maravillas de Espalmador
El islote de Espalmador, con sus 137 hectáreas de terreno (con casi tres kilómetros de longitud y apenas 800 de anchura), es uno de esos rincones incontaminados donde aún es posible perderse y encontrar la paz. Solo los barcos que navegan por sus aguas y transportan a los turistas devuelven a la realidad. Pero, más allá de ser un auténtico regalo para los sentidos, este pequeño oasis de las Pitiusas alberga una excepcional riqueza biológica, entre la que destacan aves marinas como el chorlitejo patinegro, la cigüeñuela o el tarro blanco.
Su hábitat se encuentra en el interior del islote, concretamente en Bassa de s’Espalmador. Se trata de un enclave de lodo natural protegido, muy valorado por naturalistas y ornitólogos. Los baños de barro en el lugar, que atraían a muchos turistas, han sido prohibidos por la comisión de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Parlamento balear.
La isla está dominada por la torre de Sa Guardiola, de las más antiguas de Baleares, construida entre 1749 y 1750. Su fisonomía se caracteriza por sus leves acantilados. Un chapuzón en sus calas es uno de esos placeres que no se olvidan. La playa de Alga es la mayor del entorno. Tiene forma de media luna, aguas turquesas y un paisaje de dunas. Las calas de Sa Torreta y Bosch son de menores dimensiones, pero igualmente bellas. Son ideales para practicar nudismo.
Una isla privada muy protegida
El islote balear de Espalmador es uno de los pocos privados que existen en España. Recientemente, en 2018, pasó a manos de una familia luxemburguesa que lo adquirió por 18 millones de euros. Eso sí, con la obligación de respetar la normativa, tanto estatal como autonómica, que regula los usos del espacio y prohíbe llevar a cabo cualquier tipo de construcción.
El Consell de Formentera y el Gobierno balear rechazaron pujar por el espacio debido al elevado precio exigido por sus dueños. Hasta ese momento la isla era propiedad de los hermanos Norman y Rosy Cinnamond, que la heredaron de su abuelo, el ciudadano británico Bernard Cinnamond. Este la compró en 1932 por 42.500 pesetas al que entonces era su propietario, el ibicenco Carlos Tur.