Lo que más atrae a quienes llegan a Lanzarote, incluso antes de que el avión pose sus ruedas en la isla, es la espectacularidad del paisaje insular. Los impresionantes cráteres, las coladas de lava que llegan hasta el océano, las plantaciones de vides de La Geria… No cabe duda, para los amantes de las excursiones Lanzarote constituye una suerte de paraíso, sin embargo, a la hora de practicar senderismo por nuestra cuenta encontramos el acceso restringido a algunos de los lugares más impresionantes de la isla. Es el caso, por ejemplo, del Parque Nacional de Timanfaya.
Afortunadamente, la Caldera Blanca está integrada en el Parque Natural de los Volcanes (situado en las inmediaciones de Timanfaya, pero bajo otra categoría legal de protección), motivo por el cual puede ser visitada libremente. Por ello, se trata de la excursión perfecta para quienes deseen recorrer a su aire el paisaje volcánico y asomarse a este impactante cráter. ¿Comienzas a animarte? ¡Estupendo! Te explicamos a continuación la ruta paso a paso.
De Mancha Blanca a La Caldereta
La Caldera Blanca está emplazada en el municipio de Tinajo, a corta distancia de la localidad de Mancha Blanca. Para llegar en automóvil al punto inicial de la ruta es necesario tomar la carretera LZ-67 e incorporarse enseguida a una pista de tierra denominada camino del Cráter. Una vez en ella, encontraréis en menos de 5 minutos una zona habilitada para dejar el coche. Los que vengan de Playa Blanca —al sur de la isla—, deberán cruzar previamente el Parque Nacional de Timanfaya. En caso de encontrar lleno el parking, la alternativa es regresar hasta Mancha Blanca y dejar allí nuestro vehículo. No hay gran diferencia, pues caminando 10 minutos estaréis nuevamente en el punto de partida.
Junto a la zona de aparcamiento se inicia el sendero que nos llevará al volcán, el cual zigzaguea entre un oscuro mar de lava. La superficie del camino la conforma un empedrado volcánico duro e irregular, por lo que es imprescindible llevar el calzado apropiado. ¡Nada de ir en chanclas a caminar entre volcanes! En este sentido, conviene también llevar agua —no encontraréis una fuente en todo el camino—, algo de comida, gafas de sol, una gorra o un sombrero y crema solar.
El camino está perfectamente trazado y es complicado perderse, a menos que decidamos abandonar la senda e internarnos entre las coladas lávicas. Esta sería la decisión más equivocada que podríamos tomar, no solo por lo difícil que resulta caminar por la lava solidificada, sino también porque aumentaremos considerablemente la posibilidad de perdernos. Por otro lado, esta acción implicaría destruir los líquenes que se asientan en la superficie de las rocas, únicos ejemplares de vida vegetal en una zona con condiciones muy adversas, debido a la escasez de agua y a la presencia de fuertes vientos.
Tras caminar poco más de 1 kilómetro —unos 25 minutos—, nos toparemos con un aperitivo de lo que nos espera al final de la ruta. Nos referimos al volcán conocido como La Caldereta, el cual alcanza los 324 metros en su punto más alto. Sin necesidad de ascender al mismo, pues la ruta pasa junto a la zona más elevada, podremos aproximarnos y contemplar su cráter de 300 metros de diámetro. Como apunte curioso, vale la pena señalar que esta impresionante extensión de terreno, al igual que ocurre con el cráter de la Caldera Blanca, se utilizó antiguamente para desarrollar actividades ganaderas y agrícolas. En realidad, resulta lógico, valorando la escasez de agua, que los lanzaroteños aprovecharan en su momento los pocos terrenos fértiles que tenían a su alcance (la forma cóncava de los volcanes favorece la acumulación del agua de las precipitaciones) para desempeñar tareas productivas.
Senderismo en Lanzarote: el ascenso a la Caldera Blanca
La ruta prosigue a través del sector ubicado entre La Caldereta y la Caldera Blanca, coincidiendo con el área de mayor acumulación de lava. La explicación de que aquí se produzca una concentración superior es muy sencilla: los dos volcanes —La Caldereta y la Caldera Blanca—constituyen lo que se conoce como “islotes”, es decir, zonas que, gracias a su altura, no fueron afectadas por las erupciones de otros volcanes. En concreto, nos referimos a las potentes erupciones que afectaron al suroeste de la isla entre 1730 y 1736. El caso es que, durante las mismas, la lava aminoró su velocidad al atravesar el estrecho paso entre volcanes, causando así esta gran acumulación. Además, el mismo sector sería afectado posteriormente por nuevas erupciones.
Durante el ascenso a la Caldera Blanca, se puede observar el contraste cromático entre el oscuro mar de lava y el tono blanquecino de las faldas del volcán. La existencia de líquenes contribuye también a acentuar dicho contraste. En efecto, el color de la montaña es el que ha determinado su toponimia.
Finalmente, la ruta desemboca en la parte superior de la Caldera Blanca, permitiéndonos admirar un impresionante cráter de 1.200 metros de diámetro. No obstante, vale la pena seguir caminando y rodear el anillo superior hasta alcanzar el punto más alto, a 458 metros, para disfrutar de unas impresionantes vistas de la isla volcánica. Así pues, a un lado se aprecia el municipio de Tinajo; al otro, el Parque Nacional de Timanfaya; y, a lo lejos, el archipiélago Chinijo, conformado por la isla de La Graciosa y los islotes de Alegranza y Montaña Clara. No obstante, las mejores panorámicas de este archipiélago son las que ofrece el Mirador del Río, otra de las visitas imprescindibles en Lanzarote.
A la hora de recorrer la cima del volcán de la Caldera Blanca, debemos ser cautos, pues no es raro encontrar fuertes vientos capaces incluso de desplazarnos. Por ello, si el día no acompaña, es preferible no completar la vuelta. Tras aprovechar la privilegiada ubicación para tomar algunas fotografías del insólito paraje, nos quedará simplemente emprender el regreso por el mismo camino utilizado en la ida.
Como veis, esta ruta de menos de 4 horas es una de las mejores opciones para practicar senderismo en Lanzarote y conocer uno de los paisajes más impactantes de la isla.