A lo largo de sus 850 kilómetros cuadrados, los extraños y caprichosos paisajes volcánicos producen la sensación de estar visitando otro planeta. En lugares como el Parque Nacional de Timanfaya, donde el tiempo parece haberse parado, el viajero siente que está pisando un lugar ignoto, imposible de conquistar.
Pasar cuatro días en la isla es un auténtico placer. Aquí todo resulta cautivador y placentero. Un baño en sus playas, una visita a la cercana isla de La Graciosa, una buena comida canaria frente a espectaculares vistas… La naturaleza es asombrosa. Y también el trabajo que realizó en los entornos el artista César Manrique. Su respeto al Medio Ambiente y su capacidad para integrar la arquitectura en los paisajes ha dado lugar a rincones tan inolvidables como los Jameos del Agua, el Mirador del Río o el Jardín de Cactus.
Itinerario día 1
Una jornada para apreciar la belleza oculta bajo la tierra, el poder volcánico.
Acceder al laberinto natural de la Cueva de los Verdes
Un buen comienzo para empezar a conocer Lanzarote es acceder al laberinto natural de la Cueva de los Verdes. Se encuentra en el municipio de Haría, en el interior del túnel producido por la erupción del Volcán de la Corona. La aventura acompaña al visitante cuando se adentra en esta especie de laberinto en el que se enlazan tres galerías superpuestas y conectadas entre sí de manera vertical.
Impresionan las caprichosas formas de la lava, las estalactitas y las marcas que indican los niveles del paso del río de fuego. También la agradable temperatura del interior (en torno a 19 ºC). El proyecto de convertir este paraje natural como foco turístico comenzó en 1964, cuando se habilitaron dos kilómetros de recorrido.
El artista Jesús Soto, colaborador de César Manrique, ha utilizado el juego de la luz y las sombras para destacar la piedra y resaltar las contorsiones de la lava, sus tonos rojos, grises, negros y ocres. Algunos de los espacios más destacados del entorno son el Auditorio, la Sala de las Estetas, la Garganta de la Muerte y la Puerta Mora.
Viajar al centro de la tierra en los Jameos del Agua
La sorpresa continúa en los Jameos del Agua, una fascinante intervención en la que César Manrique imaginó un viaje al centro de la tierra. El artista se dejó fascinar por el túnel volcánico originado tras el Volcán de la Corona. Con sus más de seis kilómetros, se prolonga desde el cráter del volcán hasta el mar, introduciéndose bajo el océano un kilómetro y medio. Los Jameos del Agua se sitúa en la sección más cercana a la costa del túnel. Debe su nombre a la existencia de un lago interior que constituye una formación geológica singular.
Las expresiones de asombro se suceden en este rincón de la isla. En el recorrido se encuentran rincones impactantes. Además del lago natural, con sus aguas transparentes, impacta una bóveda de cañón, que recuerda a la nave de una catedral, con un agujero en la parte superior por donde entra un impresionante haz de luz de forma cenital. Una piscina de contornos encalados, un auditorio y un centro especializado en vulcanología, componen el espacio, concebido como un Centro de Arte, Cultura y Turismo.
Comer en el Restaurante de los Jameos
Después de tanta maravilla, deseosos de seguir prolongando la experiencia, nada mejor que un almuerzo en el Restaurante de los Jameos. Todo un lujo disfrutar de una comida típica en este impresionante rincón. El establecimiento apuesta por productos locales de primera calidad. Entre sus platos más apreciados se encuentra el conejo en salmorejo cocinado a baja temperatura.
Una parada obligada en el Mirador del Río
Para hacerse una idea de la isla de Lanzarote, de sus singulares entornos, hay que dirigirse hacia el Mirador del Río. Las panorámicas desde aquí son soberbias. Obra de César Manrique, el Mirador se encuentra en lo alto del Risco de Famara, un macizo montañoso de 22 kilómetros de longitud. Se asienta sobre las Salinas del Río, las cuales llaman la atención por la tonalidad rojiza que aportan al paisaje.
El acceso se realiza a través de un pasillo flanqueado por hornacinas, las cuales acogen cerámicas tradicionales ejecutadas por el artesano local Juan Brito. El corredor desemboca en el corazón del edificio, en su gran sala central. Dispone de una agradable cafetería, donde se encuentran los espectaculares ventanales que cumplen la función de “ojos del mirador”. A través de ellos se divisa el conjunto de islotes que conforman el parque natural del Archipiélago Chinijo, entre los que destaca la isla de La Graciosa.
Un baño en el Caletón Blanco
Tras un día tan intenso, con los ojos cargados de belleza, no hay mejor plan que un refrescante chapuzón en un lugar como el Caletón Blanco. Rumbo al pueblo pesquero de Órzola, se encuentra este rincón espectacular. La arena blanca de la cala y sus aguas cristalinas contrastan con el negro de la lava. Aquí las coladas se han adentrado en la orilla del mar y han creado una serie de charcas de muy poca profundidad que resultan ideales para un baño de lo más placentero.
Una cena en el Restaurante Balagué
En el entorno de la Cueva Lagomar se encuentra este restaurante en el que, una vez más, se unen la gastronomía y el paisaje. El local está integrado en las paredes rocosas de una antigua cantera, situada en el interior de un volcán en el pueblo de Nazaret. La construcción, que sigue un diseño inicial de Manrique, cuenta con una terraza, situada a los pies de un precioso lago y con exóticos jardines y túneles.
La cocina, de estilo mediterráneo e internacional, se enriquece con toques canarios. Se ofrecen platos tanto de carne como de pescado.
En la carta destacan los medallones de atún sobre tartar de aguacate y tomate de Tinajo con hilo de suave teriyaki. Otra buena opción es la milhoja de bacalao con papas, setas y langostinos.
Itinerario día 2
Un viaje a otro planeta. Paisajes y olas en un día para el disfrute.
Perderse en el Parque Nacional de Timanfaya
Ha llegado el momento de dejarse impresionar por completo. Perderse, en el mejor sentido de la palabra, en el Parque Nacional de Timanfaya, es todo un regalo contra el ruido y el estrés. Aquí todo conduce al silencio y la trascendencia. En esta extensión de malpaís parece que estamos en otro planeta. Su singularidad es producto de la actividad volcánica que tuvo lugar entre 1730 y 1736, cuando parte de la isla se estremeció y quedó cubierta por lava y grandes rocas incandescentes.
Hasta doce pueblos quedaron sepultados bajo las cenizas. Las altas temperaturas de la superficie recuerdan que bajo el terreno sigue latiendo una cámara magmática.
Es recomendable acercarse hasta el Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca para conocer las particularidades de un entorno dominado por las Montañas del Fuego. Aunque una parte está protegida y resulta inaccesible para los visitantes, es mucho lo que puede verse. En esta extensión sublime, que ocupa más de 50 kilómetros cuadrados, el negro se mezcla con encendidas tonalidades ocres y rojas. Aquí se accede a paisajes imposibles de olvidar.
Los amantes del senderismo pueden realizar distintos recorridos a pie por Timanfaya, pero lo más habitual y sencillo es hacer una ruta guiada en autobús. El itinerario recorre, durante 40 minutos, la ruta de los volcanes, un paseo entre tubos volcánicos, campos de piroclastos y lava. También gozan de gran aceptación los paseos en dromedario por la zona. Una aventura ideal para las familias con niños.
Saborear los platos del Restaurante El Diablo
Nada como un intenso recorrido al aire libre para despertar el apetito. Sugerimos degustar los platos del Restaurante El Diablo, en Timanfaya. Tanto el entorno como la comida convierten la experiencia en inolvidable. El establecimiento, ideado por César Manrique, está ubicado en las Montañas del Fuego, concretamente en el punto conocido como Islote de Hilario. Rodeado de un paisaje insólito y a más de 600 grados bajo el calor del volcán, en él se cocinan sabrosos platos aprovechando el propio calor magmático. Aquí todo sabe a volcán. La pechuga de pollo de corral a la parrilla, acompañada de verduras a la parrilla, es muy popular.
Tarde de surf en Famara
Pasar una tarde en la playa de Famara es otro de los placeres que regala la isla de Lanzarote. Se trata de una ensenada de arena, sin apenas rocas, situada junto a La Caleta de Famara, con una extensión de más de tres kilómetros. Acercarse al lugar merece mucho la pena por la belleza paisajística que depara y por sus inolvidables atardeceres. Frente a ella asoma La Graciosa y el resto de islotes del Archipiélago Chinijo.
Los amantes del surf disfrutarán a lo grande de sus aguas movidas. Las olas pueden romper tanto a izquierda como a derecha y es importante elegir bien la franja en la que se surfea en función de la marea, el tamaño de las olas, la dirección y fuerza del viento. Famara resulta ideal para quienes quieren iniciarse en la práctica de este deporte. En sus alrededores hay decenas de escuelas de surf que ofrecen las nociones básicas.
Fin de jornada Champs Sport Bar
Con el cuerpo bañado de sal y olor a mar, resulta muy apetecible picar algo y tomar un cóctel en el Champs Sport Bar, en Costa Teguise. En su carta sobresalen las hamburguesas, los nachos y las quesadillas. El lugar cuenta con pantallas gigantes para ver eventos deportivos. Se puede jugar una partida de billar y suele haber música en directo.
Itinerario día 3
Una excursión inolvidable, una placentera cena
Excursión a La Graciosa, la octava isla
Tomar el barco temprano y poner rumbo a La Graciosa, la octava isla canaria, es una de esas aventuras que hay que realizar alguna vez. Imposible no dejarse seducir por este encantador paraíso insular que hay que recorrer ajenos a las prisas. Cada treinta minutos parten ferrys desde el puerto de Órzola que trasladan a este lugar que parece una especie de sueño. Aquí no hay asfalto y lo primero que sorprende a los visitantes son las calles de arena.
Con una población de menos de 1.000 habitantes, La Graciosa tiene en Caleta de Sebo su núcleo más habitado, seguido del poblado de Pedro Barba, una aldea con apenas un puñado de casitas blancas para gente que busca privacidad y mucha tranquilidad. A lo largo de sus 27 kilómetros cuadrados, la isla sorprende con sus playas desiertas y sus fascinantes paisajes volcánicos. A pie o en bicicleta, se pueden recorrer decenas de senderos por los que perderse en el silencio y la belleza de la naturaleza salvaje.
No puede faltar una visita a la Montaña Amarilla, un antiguo volcán cuyo sugerente color contrasta con el azul del cielo y el turquesa del mar. En sus alrededores, en las hermosas y cercanas playas de la Francesa y la Cocina, esperan placenteros baños. Otras opciones son la salvaje Playa de Baja del Ganado, en la costa norte. Y la Playa de las Conchas, extenso y solitario arenal acosado por fuertes corrientes oceánicas. Bordeando la costa aparece una de las imágenes icónicas de La Graciosa. Se trata de los Arcos de los Caletones, unos arcos naturales de basalto formados por la erosión de las olas del mar. Muy cerca se ubica la Playa del Ámbar, rodeada de dunas de arena.
Una placentera cena en Naia
Ya de regreso en Lanzarote, tras recorrer el pequeño paraíso de La Graciosa, apetece una buena cena. Muy recomendable Naia, en Arrecife (Avenida César Manrique, 33). El chef vasco Mikel Otaegui está al frente de un establecimiento que tiene como lema “hacer realidad el deseo de compartir sabores auténticos y únicos en un ambiente mágico”. En su carta hay propuestas muy interesantes, como el foie mi-cuit a modo de crema catalana o el calamar sahariano sobre crema de papa. Se trata de un restaurante que cuida en todo momento la estética, tanto en sus elegantes emplatados como en el propio interiorismo.
Itinerario día 4
Despedida de la Isla: Del Jardín de Cactus al Museo de la Piratería.
Una visita al Jardín de Cactus
El Jardín de Cactus fue la última intervención de César Manrique en Lanzarote. Su magnífico diseño y su llamativa diversidad han contribuido a que el conjunto haya sido declarado Bien de Interés Cultural, en la categoría de Jardín Histórico. Este rincón, uno de los espacios más visitados de la isla, alberga en torno a 4.500 ejemplares de cactus, de un total de 450 especies distintas. La colección, que sigue incrementándose, contiene plantas llegadas de los cinco continentes. Aquí hay ejemplares originarios de Madagascar, Perú o Tanzania, así como cactus autóctonos del archipiélago canario.
La estructura del espacio fue ideada con una intención efectista, persiguiendo deliberadamente la sorpresa del espectador. Al lugar se entra a través de un acceso curvo que sortea una escultura central. Una vez superada, el visitante puede gozar de una panorámica completa del jardín y descender por las escalinatas para disfrutar de la impresionante concentración de cactus.
En el horizonte del Jardín sobresale el perfil de un molino de millo -así se nombra al maíz en las Islas Canarias-. Este edificio de comienzos del siglo XIX servía para elaborar gofio, producto fundamental en la gastronomía de la región. Destacan también dos construcciones rematadas en cúpula, destinadas a acoger la cafetería y la tienda del Centro de Arte, Cultura y Turismo.
Una comida en Caleta de Famara
Caleta de Famara es el lugar idóneo para degustar un exquisito pescado fresco con vistas al mar. Son muchos los restaurantes que lo preparan al estilo canario, a la espalda y acompañado de papas arrugadas y mojos de distintos tipos. Como opción, el restaurante El Risco, especializado en la cocina típica de las islas, pero con toques innovadores. El local está decorado con un mural de César Manrique de tema pesquero. Desde sus ventanales y su terraza se contempla la hermosa playa de Famara, La Graciosa y resto de islotes del archipiélago Chinijo. Entre sus platos destacan el revuelto de cherne, el queso de cabra frito y los crepes rellenos de marisco y espinacas. También resultan muy sabrosos el pulpo y el calamar sahariano a la plancha. Y se puede probar un buen sancocho.
Acercarse al Museo de la Piratería-Castillo de Santa Bárbara
Merece mucho la pena pasar la tarde en la localidad de Teguise. Es el municipio más extenso de la isla y cuenta con un pintoresco casco histórico. Una de sus construcciones más singulares es el Castillo de Santa Bárbara. Tiene una situación privilegiada en lo alto del volcán de Guanapay que permite vistas impresionantes del entorno. Y resulta muy atractiva la historia de la piratería, tan unida a esta edificación y al devenir del pueblo canario. Sus principales hitos se recrean en el museo ubicado en su interior
Aquí es posible viajar al ayer y recrear famosas historias de piratas. El recorrido expositivo se inicia con una maqueta que da idea de cómo era Teguise y por qué flancos atacaban los piratas. A continuación se hace repaso de los principales saqueos que sufrió la isla. En la sala de «los Oficios de Teguise» se accede a esculturas, maquetas, caricaturas y viñetas de cómic que nos acercan a la población de Lanzarote en esos tiempos.
Cena en el Restaurante QuéMUAC
Ha llegado la hora de despedirse de la isla y apetece descubrir un lugar privilegiado como el Restaurante QuéMUAC para disfrutar de una romántica e inolvidable cena. Se encuentra en el Castillo de San José, en un acantilado sobre el Puerto de Naos. El edificio alberga también el Museo Internacional de Arte Contemporáneo de Lanzarote (MIAC). El establecimiento cuenta con inmensas cristaleras por las que se cuela el mar. Su cocina combina los productos locales con la innovación vanguardista de la elaboración. Se recomienda probar las croquetas de almogrote sobre crema de batata de jable al aroma de aceite de trufa; el “Ferrero Roché” de centolla sobre mermelada de fresas con tinta de calamar; el risotto de magret de pato, boletus, foie y parmesano o los tataki de atún rojo o de mero con sésamo. La carta de vinos es magnífica.
Donde dormir en Lanzarote
De entre las muchas opciones para disfrutar de una placentera estancia en Lanzarote, recomendamos el hotel Occidental Lanzarote Mar. De cuatro estrellas, está ubicado en Costa Teguise, a unos seis kilómetros de Arrecife. Cuenta con 442 habitaciones, tres piscinas para adultos, dos para niños y una oferta gastronómica diseñada para todo tipo de paladares.
En la misma zona, pero concebido solo para adultos, se encuentra el Hotel Barceló Teguise Beach-Adults Only. Está situado en primera línea de mar de Costa Teguise, a 150 metros de la Playa de Las Cucharas. Cuenta con 305 cómodas habitaciones con una decoración inspirada en la arquitectura local. Además de tener una gran variedad de bares y restaurantes, ofrece a sus huéspedes un magnífico centro wellness, dos piscinas y un gimnasio.
En Costa Teguise otra opción es el Hotel Occidental Lanzarote Playa. Con acceso directo a la playa de El Ancla, es un lugar ideal para disfrutar de unas vacaciones relajantes. Cuenta con un programa de animación con actividades fitness y juegos en equipo, además de espectáculos nocturnos.