El Volcán de la Corona, situado en el norteño municipio de Haría, dibuja su imponente silueta en el horizonte lanzaroteño desde hace aproximadamente 3000 años. Responsable del llamado Malpaís de la Corona, un mar de lava petrificada bajo sus pies, comparte territorio junto a sus dos hermanos pequeños: el Volcán de la Quemada de Órzola y el conjunto volcánico de La Cerca-Los Helechos-La Quemadita. Fruto de la confluencia del paisaje basáltico legado por las erupciones y las nubes húmedas traídas por el alisio, esta zona sinuosa conforma una unidad geomorfológica de gran interés y belleza paisajística, con presencia de endemismos naturales muy diversos. El cercano pueblo de Ye, ubicado en las faldas del volcán, es considerado un lugar de partida ideal para aquellos excursionistas que quieran presenciar el cráter y las vistas que ofrecen sus seiscientos metros de altura. Además, en las profundidades del malpaís se esconden tesoros tan preciados como los impresionantes volcanes de su superficie. Hablamos de los tubos volcánicos y los preciosos agujeros originados tras el hundimiento de sus techos. Los Jameos del Agua o la Cueva de los Verdes son sólo dos ejemplos de este reclamo turístico forjado a lo largo de siglos por la Naturaleza. Declarado Parque Natural en 1987 y reclasificado como Monumento Natural en 1994, la visita a este paraje promete no dejar indiferente a nadie.

  1. El nacimiento del Volcán de la Corona
  2. Viaje al interior del volcán (desde Ye)
  3. Ye, qué ver en el pueblecito a los pies del volcán
  4. Rutas de senderismo por la zona
  5. Dónde alojarse cerca del volcán

El nacimiento del Volcán de la Corona

Si retrocediéramos algo más de tres milenios en el tiempo, muy probablemente nuestros ojos no reconocerían el paisaje singular que hoy caracteriza al norte de Lanzarote. Su notable riqueza vegetal, en forma de cultivos muy diversos o la presencia de palmerales en la zona, hacen difícil imaginar el vasto fenómeno eruptivo que durante meses convirtió a Haría en un mar de lavas. Hoy las únicas huellas visibles podemos encontrarlas en el malpaís ya mencionado, cuyo color negruzco evoca los ríos de magma que el Volcán de la Corona vertió en todas direcciones, dotando para siempre a Lanzarote de una personalidad diferenciada.

 

 

Terminada su actividad plutónica, de entre la ceniza surgieron las elegantes líneas de un nuevo cono volcánico, encajado con forma de corona en la plataforma de Guatifay, muy cerca de los riscos de Famara. Se sabe que los majos —aborígenes lanzaroteños—, antes de la llegada de los conquistadores españoles, encontraron en esta zona húmeda condiciones favorables para el cultivo de alimentos, y que los lanzaroteños del siglo XVII la usaron como refugio ante las invasiones piratas.

Durante el primer tercio del siglo XIX, las inmediaciones del Volcán de la Corona volvieron a cobrar protagonismo debido a la introducción en la isla de la cochinilla, un pulgón blanco y regordete que habitaba en las tuneras cuya comercialización sustituyó a los cultivos en crisis del azúcar y la vid. Este parásito, conocido por sus aplicaciones como tinte rojo, relanzó la economía lanzaroteña de la noche a la mañana en un contexto de auge de la industria textil europea. Fue en las faldas del volcán donde las tuneras, que ya surgían de manera natural desde antaño, se convirtieron en huertas de cochinilla trabajadas indistintamente por las manos de hombres, mujeres y niños.

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Volcán de la Corona. Lanzarote.

Viaje al interior del volcán (desde Ye)

El pueblito de Ye es un conjunto modesto de casas cuyas paredes blancas y marcos verdes conviven en eterno contraste con el paraje oscuro que las acoge. A unos pocos pasos de su iglesia, surge una vereda de tierra natural que conduce, a través de viñedos, al cráter del Volcán de la Corona. En los cuarenta y cinco minutos que dura el ascenso, el excursionista será capaz de comprobar con sus propios sentidos de qué manera el desnivel—no más de 300 metros— altera la vegetación circundante y su fauna.

 

 

 

Si durante la primera media hora la vista se colma de conjuntos de parras enarenadas, cuyos aromas anticipan el futuro caldo malvasía, a medida que la pendiente se pronuncia van apareciendo matorrales costeros tan característicos como el tabaibal, o tan comunes como el espino, el tomillo, el hinojo o la vinagrera. Las higueras (o tuneras) y los almendros también hacen acto de presencia durante el recorrido, protegidos de los vientos alisios a la manera canaria, por medio de los muros semicirculares de piedra seca llamados socos.

Los últimos quince minutos se vuelven más escarpados, con un entorno de menor cobertura vegetal, pero de mayor interés florístico. No perdamos de vista, por ejemplo, los líquenes que comienzan a aparecer adheridos a la piedra, como es el caso de la orchilla púrpura, utilizada antes que la mencionada cochinilla como tinte textil en la isla. Como veis, la historia de Lanzarote se lee también en la Naturaleza.

Cerca del cráter el viento comienza a arreciar, siendo en la cresta del mismo dónde conviene extremar la precaución. Desde aquí se abren dos posibilidades: descender al interior del mismo, experimentando con la curiosa acústica que sus 190 metros de profundidad ofrecen; o bien continuar el ascenso hasta el punto más alto del volcán. Esta segunda opción regala vistas impresionantes, tanto del interior de la isla y el malpaís al sur, como del Océano Atlántico y el Archipiélago Chinijo al norte.

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volcán de la Corona. Lanzarote.

El merecido descanso en la cima es también buen momento para descubrir dos cosas más. Por un lado, si el excursionista agudiza la vista tal vez sea capaz de vislumbrar, trazando una línea recta en dirección a Punta Mujeres, pequeñas hendiduras en el terreno, similares a cuevas. Estará siguiendo uno de los tubos volcánicos subterráneos que las erupciones del volcán legaron a la isla, y que alcanzan su máxima expresión en los Jameos del Agua y en la Cueva de los Verdes.

 

 

 

Por otro lado, si Lanzarote es un punto clave en las rutas migratorias de aves, el Volcán de la Corona ofrece un entorno perfecto para su observación. Gracias a la cercanía de la isla a la costa africana, muchas de estas aves toman la isla como lugar de descanso en sus largas travesías. Por eso, es habitual la presencia de aves como la curruca tomillera y la pardela cenicienta, aficionada ésta última a construir sus nidos en el malpaís.

Ye, qué ver en el pueblecito a los pies del volcán

Ye es el curioso y diminuto nombre del también minúsculo pueblecito que se halla a los pies de la cara norte del Volcán de La Corona, en Lanzarote. Pertenece al municipio de Haría y tiene una deliciosa ermita blanca, que invita ser fotografiada con el monte Corona al fondo. Originalmente, esta pequeña localidad fue una dehesa, tal como se refleja en un documento de 1576 que se conserva en el Archivo de Teguise, en el que el antiguo propietario de la isla por aquel tiempo, Agustín de Herrera y Rojas, legaba la dehesa de “Eyen” a su hija Constanza.

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Ye, Lanzarote.

Uno de los lugares imprescindibles para visitar en Ye es su mirador, un inmenso ventanal que regala vistas impresionantes de Lanzarote. Desde aquí se vislumbra el conjunto de islas y peñascos del Archipiélago Chinijo, situado a una milla náutica de la isla de los volcanes: La Graciosa, Montaña Clara, Alegranza y el Roque del Oeste. Pero, además, desde este balcón abierto al mar también se puede ver el majestuoso risco de Famara, un acantilado de 22 kilómetros que atraviesa la isla de Lanzarote.

Casi todo el territorio del pueblo de Ye está dedicado a la vid y cada una de las plantas de este cultivo está protegida por un muro semicircular de piedra volcánica para contrarrestar la fuerza de los vientos alisios, lo que les convierte en los viñedos más singulares de la geografía española.

 

 

 

 

Rutas de senderismo por la zona

En las inmediaciones del volcán de La Corona existen varias rutas de senderismo, una de las cuales desemboca en el cráter de esta célebre montaña. El camino parte de la iglesia de San Francisco Javier, en el municipio de Ye, y transcurre, al comienzo, entre cultivos de vid, higuera y tunera; después, la ruta se hace más empinada y rocosa hasta llegar al borde del cráter. Después, se puede bajar al fondo del cráter por un camino de tierra rojiza. El regreso a Ye hay que realizarlo por el mismo camino. Éste es uno de los caminos clásicos de Lanzarote y tiene una longitud de unos 6 kilómetros.

Otra ruta de senderismo cercana es la que recibe el nombre de Camino de los Gracioseros que desemboca en la bonita playa del Risco. Este camino parte del Mirador de Ye y es bastante sencillo, si bien hay que afrontar una fuerte pendiente, pues en poco tiempo se pasa de los 600 metros al nivel del mar. También hay que tener en cuenta la abundancia de piedras en el camino, lo que obliga a estar muy concentrado. La vuelta al punto de partida se realiza también por el mismo camino.

Dónde alojarse cerca del volcán

La oferta de alojamientos a todo lo largo de la isla de Lanzarote es amplia pero, de entre todos sus hoteles, destacan por sus prestaciones, por su comodidad y por el buen gusto en todos los detalles estos tres:

Barceló Lanzarote Active Resort. Este gran alojamiento está fundamentalmente enfocado a un público activo y amante de todo tipo de deportes. Por eso se le ha dado una gran importancia a las instalaciones deportivas: centro ciclista profesional, circuito de carrera que rodea todo el complejo, piscina olímpica con diez calles, un gimnasio de cerca de 500 metros cuadrados con todo tipo de aparatos… De hecho, este resort, con 659 habitaciones de diferentes tipologías y tamaños, es ideal para aquellas personas (parejas, familias, grupos de amigos o singles) que buscan en sus vacaciones un equilibrio entre el bienestar y el deporte. Todo ellos pueden disfrutar aquí de una variada oferta gastronómica (hay ocho bares y restaurantes) y de ocio, que incluyen animaciones y espectáculos por el día y por la noche.

Barceló Lanzarote Royal Level. Este hotel está concebido como un reducto de privacidad y un refugio con servicios de gran categoría dentro del complejo Barceló Lanzarote Active Resort. Los clientes de este alojamiento tienen la posibilidad de disfrutar de actividades deportivas como windsurf, golf e, incluso, un parque acuático. Todo en este hotel, desde las 155 habitaciones a sus espacios generales, está decorado con un diseño moderno y muy elegante. Además dispone de su propio restaurante, el buffet Royal Level Asana, en el que disfrutar de la mejor gastronomía nacional e internacional, incluso con un showcooking en el que se elaboran cenas temáticas.

Barceló Teguise Beach, solo para huéspedes a partir de 18 años, también ha hecho una importante apuesta por el diseño, con una decoración muy actual que incluye numerosos detalles tecnológicos. Aparte de la variada oferta de bares y restaurantes (Champs Sport Bar, B-lounge Bar, Breeze Gastro Piscina y el buffet Atlantic), con propuestas gastronómicas de vanguardia, es muy recomendables una visita al Centro Wellness, que ofrece innovadores tratamientos de relajación y belleza. También a las dos piscinas y el gimnasio de este moderno hotel.