Situado en mitad del Bierzo, Molinaseca es uno de esos pueblos que han conseguido capturar su esencia histórica en cada piedra, en cada balcón, en cada flor. Desde hace siglos, es una de las paradas obligatorias para los peregrinos del Camino de Santiago. De hecho, aunque se tiene constancia de que hubo varios asentamientos en la zona en época romana, el surgimiento de Molinaseca como tal se debe al desarrollo de la Ruta Jacobea, que ha marcado hasta su estructura: totalmente lineal por el que discurre el curso del río Meruelo.
En perfecto estado de conservación, esta villa fue declarada en 1975 Conjunto Histórico Artístico y se convirtió, poco a poco, en un foco para el turismo en sí, además de los peregrinos que siguen pisando piedra a piedra de su Calle Real.
Por otro lado, si se visita Molinaseca en verano se puede disfrutar de la fiesta del agua que se organiza todos los meses de agosto en honor a la Señora de las Angustias y San Roque y en la que se consigue hasta desviar el curso del Meruelo para que atraviese la calle principal hasta la Plaza del Rollo.
La fiesta de interés turístico provincial consigue reunir en el centro del pueblo a miles de personas que tienen sólo un objetivo: que nadie salga seco.
La historia de Molinaseca
Durante la época romana, con las minas de oro de Las Médulas en activo y otras explotaciones cerca, la zona de Molinaseca se llenó de asentamientos. Muchos de los caminos, calzadas y puentes se crearon a propósito como senderos del oro, es decir, los itinerarios que seguía este metal precioso hasta Astorga.
En esos viajes, Molinaseca, y concretamente su Puente Romano, tuvieron mucha importancia puesto que conectaban directamente con una de las calzadas romanas.
Por esos mismo caminos llegaron después suevos y vándalos, los visigodos y hasta los musulmanes, y no fue hasta la Edad Media, con el auge del Reino de León, cuando Molinaseca y todo el Bierzo empezó a cobrar importancia tanto por población como por desarrollo económico como demuestran, entre otras cosas, las construcciones palaciegas de su Calle Real.
Del florecimiento de ese siglo XII vendría también el origen de su nombre: molinos secos por la dedicación de sus gentes al servicio de los monasterios.
En esa época, la villa perteneció al señorío de Ramiro Froilaz, que la dio en arras a la condesa doña Elvira el 15 de mayo de 1168. El señorío, sin embargo, acabó repartiéndose entre la abadesa de Carrizo, el abad del Monasterio de Sandoval y el obispo de Astorga.
La Calle Real de Molinaseca
La Calle Real es la arteria principal del pueblo que coincide exactamente con el trazado del Camino de Santiago en Molinaseca. Se puede recorrer esta histórica vía desde el Puente Romano hasta el Crucero del Santo Cristo.
El paseo que marcan sus piedras está jalonado por una serie de casas nobles o solariegas, con tejados de pizarra y portadas de sillerías. Todas conservan en su puerta el escudo familiar de quienes reclaman con orgullo el origen medieval de la villa.
La Calle Real cuenta, además, con galerías voladas de madera de castaño que permiten el paso ajenos a las inclemencias invernales. Entre las viviendas a destacar está la Casona de Don Pelegrín, el Palacio de los Balboa o el de Cangas de Pambley.
La Casona de Don Pelegrín
Actualmente este edificio se ha convertido en una hospedería, propiedad de la familia Arias, pero que sigue manteniendo viva la leyenda que la ha hecho históricamente famosa: en sus habitaciones, la reina de León doña Urraca elegía pasar las noches cada vez que viajaba hacia Galicia.
Además, está situada justo después del Puente Romano, lo que permite disfrutar de la piscina fluvial que forma el Meruelo en la entrada de Molinaseca.
El Palacio de Cangas de Pambley
En mitad de la calle Real, resalta por encima de los demás blasones un enorme casón que ocupa toda una manzana. El imponente Palacio de Cangas de Pambley está flanqueado por dos torres que hablan de su magnificencia y sobre la puerta se erigen orgullosos los escudos de armas nobiliarios de la familia Cangas-Pambley. El inmueble está protegido como Bien de Interés Cultural.
La Iglesia de San Nicolás de Bari
La espiritualidad del Camino de Santiago se deja notar no solo en los palacios sino también en las iglesias que jalonan Molinaseca. La más señorial, en una colina desde donde se controla toda la villa, es la Iglesia de San Nicolás de Bari.
El templo es un magnífico ejemplo de arte religioso del siglo XVII que culmina en una portada barroca del maestro cantero Juan de Collado. El santo que le da nombre, San Nicolás de Bari, aparece en una hornacina en la torre, acompañado del símbolo de uno de sus milagros.
En el interior, destaca la cúpula ciega y los retablos barrocos perfectamente integrados en la arquitectura del templo.
Si se tiene oportunidad, mejor estar cerca de la iglesia a las doce de la mañana para escuchar las campanadas interpretando el Ave María de Lourdes.
El Santuario de Nuestra Señora de las Angustias
Las crónicas hablan ya en el siglo XI de una pequeña capilla donde ahora se levanta el Santuario de Nuestra Señora de las Angustias y de la profunda devoción a la virgen que mostraban los peregrinos a su paso.
El edificio actual es una reconstrucción del que se levantó en los siglos XVII y XVIII por obra y gracia monetaria de un cura de la villa, Antonio de Castro y Yebra, y su sobrino, Juan Antonio de la Vega y Castro. Ambos están enterrados en el templo.
Destaca del interior la gran cúpula con una linterna en la que se puede leer ‘Quam Speciosa Et Pulchra’ (¡Qué preciosa y bella!) mientras que en el arco, sobre las pechinas, otra inscripción habla directamente del Israel celestial: “Vadim Ad Montem Israel’ (Iré al monte Israel).
El Puente de los Peregrinos
El Puente Romano o el Puente de los Peregrinos, como se le conoce por ser la entrada del Camino de Santiago en Molinaseca, es una infraestructura de sillería con siete bóvedas de las que las tres primeras están semienterradas.
Se cree que ya estaba en funcionamiento en la época romana para sacar del asentamiento el oro extraído. En documentos medievales de los siglos XII y XIII existe constancia de su uso.
Dónde comer en Molinaseca
Comer en Molinaseca, al igual que en el resto de la comarca, es una de las principales atracciones turísticas. El vino, la cecina o el botillo son tres ingredientes básicos de cualquier plato del Bierzo.
En los restaurantes a lo largo de la Calle Real se puede encontrar el menú del peregrino, comida casera, económica y sin mayor pretensión. Pero Molinaseca también cuenta con algunos buenos restaurantes donde permitirse una fiesta gastronómica como en El Bordón, la Casa Palacio, el De Floriana o Casa Ramón, entre otros.
Qué ver en los alrededores
Molinaseca está situada en un valle fluvial, por lo que alrededor hay muchas rutas que pueden realizarse a pie, como la que recorre los Puentes de Malpaso, en el camino hacia Riego de Ambrós y que muestra la infraestructura de época romana que se usaba para comunicar la Vía Augusta con las explotaciones mineras.
Otra de las opciones es recorrer el paisaje de Las Médulas, la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio romano, declarado Bien de Interés Cultural en 1996; o visitar Ponferrada, la capital del Bierzo y uno de los pueblos más bonitos de toda la provincia.
Dónde alojarse en León provincia
En Molinaseca hay varias opciones para descansar, como albergues y hostales, pero si lo que queremos es seguir disfrutando de la historia medieval que impulsa esta localidad, se puede volver a León a dormir al centro histórico.
En este caso, el Barceló León Conde Luna, situado en el corazón de la capital leonesa, es una buena elección, además, es un referente en gastronomía, puesto que cuenta con dos de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad: Nimú Azotea y Casa Mando.
Otra opción es el Occidental León Alfonso V, en el centro también, con una arquitectura sorprendente puesto que cuenta con una impresionante cúpula interior que se alza desde la recepción hasta la octava planta.