Situado al sureste de la almendra central de la ciudad, el barrio de Lavapiés esconde, entre calles empinadas y antiguas corralas, un mundo de frenético exotismo. La fusión entre multiculturalidad y casticismo es seña de identidad de un barrio único cuya historia se remonta quinientos años atrás. A sus vecinos aún se les conoce como manolos y manolas, según una explicación popular, por ser este el nombre elegido por los judíos del siglo XV que decidieron convertirse al cristianismo cuando los Reyes Católicos ordenaron su expulsión. De ahí el aroma medieval que rezuma Lavapiés, originariamente un arrabal crecido extramuros cuando Madrid se convirtió en capital del reino en 1561. Durante la época moderna Lavapiés continúo siendo un barrio popular, receptor de aquellos campesinos que abandonaban el campo a horcajadas de la forzosa industrialización. A finales del siglo XX el fenómeno migratorio se repetiría, esta vez protagonizado por ecuatorianos y colombianos, marroquíes, africanos, chinos y bangladesíes. De esta manera, un pequeño mundo formado por 88 nacionalidades hizo eclosión en Lavapiés, una realidad sin parangón en el resto de España. En este punto de encuentro entre diferentes culturas y razas hoy caben cocinas exóticas, diversos templos religiosos, asociaciones de autogestión, galerías de arte, estudios de teatro… Todo eso y más a tiro de piedra del centro.

  1. Lavapiés, el barrio de las 88 nacionalidades
  2. Arte y cultura en el corazón de Lavapiés
  3. Qué comer en Lavapiés: La carta más internacional
  4. La supervivencia a través de las iniciativas sociales
  5. Bares por doquier en la costa de Argumosa

Lavapiés, el barrio de las 88 nacionalidades

Antiguamente se solía decir que Lavapiés era barrio de la manolería, idiosincrasia castiza personificada en una amalgama de lavanderas, cigarreras, mercaderes y obreros; y representada con humor y acierto por los sainetes del famoso dramaturgo español Don Ramón de la Cruz en el siglo XVIII. Lo cierto es que el panorama a día de hoy es ligeramente diferente. Con 45.000 vecinos censados, de ellos un tercio son extranjeros, y su distribución en el mapa recuerda a la de los gremios del medievo: los vecinos africanos en la calle Lavapiés, los chinos en Tirso de Molina y Magdalena, los bangladesíes en la calle Amparo y alrededores… Además, otro tipo de perfil ha comenzado a surgir también en los últimos años. Interesados en la situación céntrica del barrio y en su ambiente magnético, jóvenes profesionales de estética hipster, gusto cosmopolita y diversa procedencia han visto en Lavapiés un lugar factible para vivir. Por eso, entre las nacionalidades mayoritarias también se cuentan italianos, estadounidenses, británicos o australianos.

Arte y cultura en el corazón de Lavapiés

Si hay algo de lo que no cabe duda, es que Lavapiés respira arte en cada una de sus esquinas. Sus muros y cierres de comercio salpicados de creativos grafitis ayudan a adornar un hábitat plagado de espacios culturales. Nos referimos a galerías de arte como las de la calle Dr. Fourquet; o reconocidos centros de arte dramático como el Teatro Valle Inclán o el Teatro Pavón (Kamikaze). También sobreviven antiguas salas de cine como el Cine Doré o la Sala Equis; y librerías especializadas en arte urbano como Swinton & Grant. Además, y aunque algunos no sean conscientes de ello, uno de los principales museos de arte moderno en el mundo se inscribe en el mismo barrio de Lavapiés: el Museo Reina Sofía. Por último, no se puede olvidar La casa Encendida, un centro social y cultural fundado en 2002 cuya actividad abarca todo tipo de actividades y eventos relacionados con las artes, en su mayoría ofrecidos al público de manera gratuita.

Qué comer en Lavapiés: La carta más internacional

Para muchos, la gastronomía que ofrecen las calles de Lavapiés es motivo suficiente para una visita, y no es para menos. La abrumadora oferta de restaurantes internacionales contrasta con los de toda la vida, consiguiendo juntos una carta que se amolda a casi cualquier paladar. Por poner un ejemplo, podemos encontrarnos desde un suculento thiebou dyenn —arroz con pescado especiado— en el restaurante senegales “Dakar” (calle del Amparo, 61), hasta un auténtico tajine de pollo en el restaurante marroquí La Alhambra (calle del Tribulete, 4). Pero si esto no nos sacia, hay más. Mientras que el Nap (calle del Ave María, 19) nos brinda pizzas napolitanas elaboradas de manera completamente artesanal, la Antigua Taquería (calle de Cabestreros, 4) prepara tacos y quesadillas acompañadas con verdadera michelada. Sin entrar en tanto detalle, a la lista podrían añadirse infinidad de restaurantes especializados en cocina india, china, tailandesa, estadounidense, canadiense, etíope, griega, dominicana… Y por supuesto, no faltan a la cita aquellos restaurantes castizos, cuyos propietarios aún apuestan por seguir cultivando la cocina de siempre. Si bien la Taberna Antonio Sánchez (calle del Mesón de Paredes, 13) es la mejor muestra de ello, por cargar a sus espaldas el título de taberna sin reformar más antigua de Madrid, otras tantas siguen su ejemplo. Entre ellas, el restaurante vasco Niretxea (calle de los Tres Peces, 30), con sus raciones de revueltos de Txistorra casera, o el restaurante andaluz La Caleta-Santa Isabel (calle de Santa Isabel, 38), famoso por sus croquetas de centollo.

El Mercado de San Fernando (Calle de Embajadores, 41) es prueba viviente del efecto revitalizador del empuje local. Originalmente fundado en 1944 como mercado de abastos, el relevo generacional del barrio fue relegándolo al olvido, hasta que en 2010 nuevas iniciativas lo reactivaron. En su interior hoy se encuentran hasta 48 puestos de alimentación, cosmética, artesanía y oferta cultural, ideales tanto si queremos hacer la compra como si preferimos tomar una cerveza artesanal y unas tapas.

Por último, el Festival de Tapapiés merece mención aparte. Durante la segunda quincena de octubre, cada bar y restaurante prepara tapas a 1€ con la intención de dar a conocer sabores de hasta 24 países distintos. Una manera realmente sabrosa de echar una tarde en el barrio.

Apartamentos en Lavapiés
Edificios de viviendas tradicionales en Lavapiés

La supervivencia a través de las iniciativas sociales

En Lavapiés muchos han visto la realización involuntaria de un verdadero laboratorio interétnico, cuyos resultados después de décadas no han hecho sino reafirmar el triunfo de la convivencia. Este equilibrio entre culturas, sin embargo, ha tenido detrás un extenso trabajo de cohesión social, llevado a cabo en su mayoría por asociaciones vecinales, movimientos sociales e iniciativas culturales. Hoy esto se constata en una amplia red de espacios culturales en el barrio, muchos de los cuales funcionan, “camuflados” para el turista, tras las fachadas castizas de antiguas fábricas y diversos comercios de barrio reconvertidos.

La Tabacalera (calle de Embajadores, 51) es la mejor prueba de ello. El edificio que una vez acogió la Real Fábrica de Aguardientes y Naipes, y posteriormente la Fábrica de Tabacos y Rapé, hoy da espacio a un centro sociocultural cuya actividad va desde talleres y exposiciones hasta conciertos y mercadillos de toda índole.

Bares por doquier en la costa de Argumosa

El último gran pilar de Lavapiés son sus bares, y solamente en la calle Argumosa encontramos veinticinco. Uniendo la plaza de Lavapiés con la Ronda de Atocha, esta famosa calle (cuyo nombre lo hereda del cirujano español Diego de Argumosa) actualmente goza de anchas aceras pobladas de árboles y terrazas por doquier. Tantas son las sombrillas que la pueblan que incluso algunos se han atrevido a apodarla la playa de Lavapiés.