El Palacio Real de Madrid —también conocido como Palacio de Oriente—, se alza majestuoso sobre el valle del Manzanares desde mediados del siglo XVIII. Debido a su estratégica situación como punto de vigía, el solar en el que se inscribe ya fue edificado desde los mismos orígenes de Madrid en el siglo IX. El emir Mohamed I mandó entonces construir allí una alcazaba para defender Toledo del avance cristiano y, tras la reconquista, los reyes castellanos lo utilizaron para el levantamiento de un nuevo castillo, el Antiguo Alcázar, predecesor directo del palacio actual. Con una extensión equivalente a 27 campos de fútbol, y un total de 3.418 estancias, el Palacio Real ostenta el título de palacio más grande de Europa Occidental, doblando en tamaño a los de Buckingham y Versalles. Custodiado por los bellos jardines del Campo del Moro y los de Sabatini, es en el interior donde se aprecia su mayor tesoro: un valioso patrimonio, tanto histórico como artístico, cuya antigüedad permite rastrear gran parte del pasado monárquico de España. Actualmente gestionado por Patrimonio Nacional, el Palacio abre sus puertas al público todos los días del año (a excepción de actos oficiales y festividades), siendo el famoso Cambio de Guardia su evento más visitado. A continuación, un breve paseo por sus patios, por su interior y por la historia que lo precede.
- Un vistazo a la historia del Palacio Real y a sus moradores
- Una visita por el interior del Palacio Real de Madrid
- Los jardines que lo rodean
Un vistazo a la historia del Palacio Real y a sus moradores
Se cuenta que los invitados franceses e italianos que visitaban Madrid allá por los inicios del siglo XVIII no se marchaban sin criticar el diseño tosco del Antiguo Alcázar, cuyas fachadas irregulares albergaban un laberíntico interior de salones oscuros. Por eso, el voraz incendio que lo destruyó en la Nochebuena de 1734 fue, según dicen las malas lenguas, una oportunidad a ojos del primer monarca Borbón, Felipe V, para edificar un palacio más acorde con el gusto de la época.
El arquitecto italiano Filippo Juvara fue el encargado de diseñarlo, en un estilo barroco clasicista que, lejos de renegar de las formas clásicas, sí jugó a transformarlas de manera fantasiosa. El encargado de la ejecución fue, sin embargo, su discípulo Juan Bautista Sachetti, quien tras diecisiete años de trabajos entregó el palacio terminado al por entonces conocido como “rey alcalde”, Carlos III.
Desde entonces, fue residencia habitual de los monarcas españoles, desde el mencionado Carlos III hasta Alfonso XIII, teniendo todavía un último morador tras el exilio político del último rey. Estamos hablando del presidente de la II República Española, Manuel Azaña, quien ocupó por unos meses las habitaciones anteriormente asignadas a la reina María Cristina.
Una visita por el interior del Palacio Real de Madrid
La visita guiada al Palacio Real, muy recomendable, dura cuarenta y cinco minutos, siendo aconsejable comprar la entrada con antelación para evitar esperas indeseadas. Es en la explanada de la Almudena, accesible desde la calle de Bailén, donde da comienzo el recorrido. Desde allí se ingresa al Patio de la Armería, un gigantesco rectángulo pétreo cuyo nombre hereda de la Real Armería —una de las mejores colecciones de armas del mundo—, ubicada en una de sus esquinas y mandada construir por Felipe II a fin de sellar en el tiempo el espíritu armígero de España. A su vez, en este Patio también tienen lugar las famosas ceremonias del Relevo Solemne y del Cambio de Guardia, cuyas escenificaciones rescatan uniformes de gala similares a los que el ejército español usaba en tiempos de Alfonso XIII.
Al fondo de la Plaza se divisa la triple portada del mediodía —orientada estratégicamente al sur—, sobre cuya balaustrada de piedra blanca se disponen cuatro esculturas de reyes visigodos. Nada más atravesarla aparece la escalera principal, realizada por Francesco Sabatini en 1760, y decorada entre otros elementos, con sendos leones de mármol y El triunfo de la Religión y de la Iglesia —unos impresionantes frescos de Corrado Giaquinto—.
Es en la planta principal cuando da comienzo el grueso de la visita: una incesante sucesión de salas y salones, representativos cada uno a su manera de la grandiosidad del edificio. Decoradas con los mejores materiales de su época —mármoles españoles, estucos, madera de caoba—, cada estancia revela el gusto estético del monarca que la mandó construir. Del período de Carlos III nos llegan el Salón del Trono —con su magnífico techo pintado por Tiépolo—, la Cámara del Rey, la Sala de baile, y la Sala de Porcelanas. Del de Carlos IV, el Salón de Espejos. Y de la época de Alfonso XII el Comedor de Gala, iluminado con catorce lámparas, casi mil bombillas y una distribución idéntica a la que ya tenía en 1879.
El Salón de Alabarderos, el Cuarto del Rey, las Salas Gasparini, el Salón de los Tapices, la Real Farmacia y la Capilla Real son el resto de estancias oficiales que completan la visita, quedando prohibidas otras tantas, como por ejemplo el Patio interior —o Patio del Príncipe—.
Atención: desgraciadamente, tomar fotografías en el interior del palacio (salvo en la escalera principal) está completamente prohibido.
Las colecciones que esconde
El segundo pilar de esta visita lo componen, sin duda, las colecciones histórico-artísticas que el Palacio reúne. Una de estas se encuentra en la ya mencionada Armería Real, con piezas tan míticas en su haber como la armadura portada por Carlos V durante la Batalla de Mühlberg (la misma con la que aparece retratado por Tiziano en el Museo del Prado); o Colada, la otra espada heroica del Cid Campeador, complementaria de la famosa Tizona.
A su vez, la Capilla Real alberga el legendario Cuarteto Palatino —dos violines, dos violonchelos y una viola—, fabricado en el siglo XVII por Antonio Stradivari, el más famoso lutier de Cremona. Sin olvidar la Real Biblioteca, donde se custodian unas 300.000 piezas datadas entre el siglo XVI y el XX; la Real Farmacia, establecida como museo desde 1964; y la Galería de Pintura, con obras de importantes pintores como Velázquez, Goya, Mengs, Sorolla, Caravaggio o Giaquinto.
Los jardines que lo rodean
La guinda al pastel la pone un paseo por los verdes y tranquilos jardines que rodean todo el perímetro palaciego. Los Jardines del Campo del Moro, de estilo inglés decimonónico, ofrecen una de las perspectivas más famosas del Palacio de Oriente. Según se dice, en época medieval sirvieron como lugar de asentamiento a las tropas musulmanas del emir Alí ibn Yúsuf durante uno de los varios intentos de reconquista acometidos en la cristiana plaza de Madrid. De ahí su nombre actual.
Por su lado, los Jardines de Sabatini, situados al norte, fueron creados en 1933, tras la proclamación de la Segunda República, en el lugar que antes ocupaban las caballerizas reales. A lo largo y ancho del mismo se pueden encontrar algunas de las 108 esculturas de reyes españoles creadas, en un principio, para decorar la cornisa superior del Palacio Real.