Junto al centro histórico de Málaga, en una posición elevada sobre las faldas del monte Gibralfaro, se erige una enorme fortificación doblemente amurallada que data de época árabe. Construida en el siglo XI por el rey de taifas bereber de Granada Badis ben Habús, la Alcazaba –“Ciudadela”, en lengua árabe- domina la ciudad y la bahía, levantada en un punto estratégico donde antes hubo una fortaleza fenicia. El recinto de 15.000 metros cuadrados que hoy podemos visitar, subiendo a pie o en ascensor desde la calle Guillén Sotelo, frente al Ayuntamiento, no supone ni la mitad de lo que abarcó en sus tiempos de esplendor. La ciudadela está protegida por el Castillo de Gibralfaro, construido en lo alto de la colina en el siglo XIV y conectado a la Alcazaba por un pasaje amurallado que se conoce como La Coracha. Delicada en su interior, con patios, jardines y estanques de gran belleza, la Alcazaba es en su exterior una roca, una fortaleza inexpugnable que ni siquiera los Reyes Católicos pudieron tomar: tuvieron que esperar a que se rindieran.

  1. La Alcazaba de Málaga: historia de una fortaleza inexpugnable
  2. Recorriendo el interior de la Alcazaba: la plaza de armas, el palacio, la torre del homenaje…

La Alcazaba de Málaga: historia de una fortaleza inexpugnable

Los historiadores afirman que, para la construcción de la Alcazaba, los musulmanes se sirvieron de los restos del antiguo recinto fenicio y de muchas piezas del teatro romano que se encuentra a sus pies y que fue descubierto en época muy reciente, en 1951. Desde aquí acarrearon mármoles, columnas y estatuas para el embellecimiento de la fortaleza. Entre los siglos XI y XV, Málaga y su Alcazaba quedarían bajo dominio de varias dinastías árabes: almorávides (1092), almohades (1146) y nazaríes (1279). Sería bajo el reino nazarí cuando la Alcazaba alcanzaría su época de mayor esplendor, sufriendo reformas que la convertirían en una fortaleza inexpugnable al tiempo que, en su interior, adquiriría la delicada belleza de la arquitectura que podemos encontrar en la Alhambra granadina. Sería el rey nazarí Yusuf I quien, en 1340, construiría el Castillo de Gibralfaro en lo alto de la colina.

 

La Alcazaba pasaría su gran prueba de fuego durante el asedio al que la sometieron los Reyes Católicos entre mayo y agosto de 1487. Durante cuatro meses resistió el ejército musulmán, formado por 15.000 hombres frente a los más de 80.000 cristianos, hasta que a mediados de agosto el mercader Alí Dordux rindió la ciudadela tras haber negociado su estatus de mudéjar. El castillo, gobernado por el último alcaide musulmán de Málaga, Hammet El Zegrí, claudicó dos días después por la falta de víveres. El 18 de agosto, los Reyes Católicos entrarían triunfantes en Málaga.

La fortaleza se mantendría en buen estado hasta finales del siglo XVII, cuando dos acontecimientos contribuyeron a su deterioro: el grave terremoto de 1680 y los destrozos que provocó un ataque de buques franceses en 1693, durante la Guerra de los Nueve Años. Desde entonces la fortaleza serviría para varios usos, transformándose en prisión, hospital e incluso en viviendas ubicadas en la parte baja, hasta que en los años 30 del siglo XX comenzaron los trabajos de rehabilitación y el recinto fue declarado Patrimonio histórico de España (en la actualidad, Bien de Interés Cultural).

 

 

Recorriendo el interior de la Alcazaba: la Plaza de Armas, el Palacio, la Torre del Homenaje…

Existen dos formas de subir a la Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro: en ascensor, que te llevará directamente a lo más alto, o a pie por una rampa con peldaños que nos llevará hasta el Arco del Cristo. Seguiremos esta segunda ruta para no perdernos ningún elemento importante. Tras cruzar esta puerta de entrada de la muralla exterior, enseguida llegaremos a la Plaza de Armas, llamada así porque este fue el sitio donde se instalaron los cañones de artillería tras la conquista cristiana. Además de sus magníficas vistas de la ciudad, esta plaza destaca por su precioso jardín, por estar junto a la Torre de la Vela y por su Puerta de la Coracha, que nos llevaría al corredor amurallado que conecta con el castillo.

Ascendiendo llegaremos a la Puerta de los Siete Arcos, único acceso al recinto amurallado superior de la fortaleza, protegido por la Torre del Homenaje. Así accedemos al Palacio, donde encontramos las dependencias donde vivieron los reyes de taifas y, posteriormente, los de la dinastía nazarí. Esta zona, conocida como los Cuartos de Granada, exhibe una arquitectura de estilo nazarí que recuerda mucho a los interiores de la Alhambra.

El Palacio está organizado en torno a tres patios, el primero de ellos el Patio de los Surtidores, con una fuente central y arcos originales de la época califal. Desde este patio podemos acceder a la Torre de la Armadura Mudéjar, en la que destaca un techo de artesonado de madera del siglo XVI y una detallada maqueta de la Alcazaba, y a la Torre de Maldonado, con una bella panorámica de Málaga. El siguiente punto destacado es el Palacio Nazarí y su hermoso Patio de los Naranjos. Por último, llegaremos a un tercer patio en el que se encuentran las ruinas de un barrio castrense de viviendas del siglo XI donde vivían los guardas y sirvientes de la fortaleza. Es curioso que todas las casas disponían de un sistema de desagüe y una letrina, un nivel de sofisticación que evidencia lo civilizados que eran los reinos de Al-Andalus. Al final de este barrio se alza la Torre del Homenaje, del siglo XIV, conservada hoy en estado de semirruina.

 

 

Al descender de la Alcazaba, es una interesante opción detenerse a ver el teatro romano que se halló en 1951 justo a sus pies. Justo al lado, encontramos un centro de interpretación donde, gracias a la tecnología, podemos conocer mejor la vida de este edificio construido en el siglo I después de Cristo que los árabes expoliarían siglos más tarde para construir la Alcazaba.