La catedral de Málaga es conocida cariñosamente entre los locales como “La Manquita”, un apelativo que hace referencia al estado inconcluso de una de sus dos torres. Pese a los repetidos intentos por rematar la construcción, hoy podemos afirmar que el hecho de no estar terminada no le resta al edificio un ápice de interés. Más bien sucede lo contrario, la imagen de los fustes de las columnas inacabadas en el tercer cuerpo de la torre sur se han convertido en una de las estampas más icónicas del templo, y nos permite trasladarnos, al menos mentalmente, al momento de su construcción.
La historia de la catedral de Málaga: de mezquita a templo cristiano
Para remontarnos a la edificación de esta joya renacentista debemos regresar a 1487, año en que las tropas castellanas recuperaron la ciudad de Málaga y, al igual que se hizo con otras tantas poblaciones reconquistadas, una de las primeras medidas que tomaron las nuevas autoridades fue la de evidenciar el “dominio espiritual” del cristianismo sobre el islam convirtiendo sus antiguas mezquitas en iglesias, y la mezquita mayor, en catedral.
El célebre arquitecto Diego de Siloé fue el encargado de dar las primeras trazas de la basílica que se levantaría en honor a la Virgen de la Encarnación, la cual muestra actualmente el elegante estilo del arquitecto burgalés y la emparenta con algunas de sus obras más famosas, como la capilla del Salvador (en Úbeda) o las catedrales de Granada y Guadix.
Los imprescindibles de la catedral de Málaga
La catedral de la Encarnación es una de esas edificaciones que sobrecogen al paseante que la contempla desde puntos muy diversos de la ciudad. De igual manera, ingresar a la misma constituye toda una experiencia sensorial tanto por su espacialidad como por las obras de arte que atesora. Por ello, lo ideal es visitar el templo sin prisas, dejando que la construcción nos seduzca con sus juegos lumínicos y sus fascinantes perspectivas, enfatizadas estas últimas por los pavimentos ajedrezados y las imponentes bóvedas. No obstante, no deberíais pasar por alto los siguientes elementos:
- La fachada principal. Al igual que ocurriera con la catedral de Granada—también proyectada por Siloé—, la fachada principal de la catedral de Málaga responde a cánones estilísticos barrocos. Se encuentra escoltada por las dos torres (la norte, que alcanza 84 metros de altitud; y la sur, inconclusa), organizándose en dos cuerpos y tres calles claramente demarcadas por dobles columnas corintias. La torre sur destaca notablemente sobre el resto del conjunto con el tercer cuerpo, donde se hallan la mayoría de las campanas, y el cuarto, de planta octogonal y rematado en cúpula.
- El coro. La planta de la catedral es de cruz latina con tres naves. Aunque las tres presentan la misma la altura, la central es más ancha y alberga un impresionante coro barroco dotado de 44 asientos y estructurado en tres niveles. Confeccionado con maderas de cedro, granadillo de América y caoba, en él se encuentran tallados los apóstoles y los padres y doctores de la iglesia, así como un amplio repertorio de santos y fundadores de órdenes religiosas. En su diseño se diferencian tres etapas, siendo la tercera la más notable, ya que al frente de la misma se encontraba el prestigioso imaginero Pedro de Mena.
- La capilla Mayor. Se trata del espacio más relevante de la catedral, al ser el punto donde convergen todas las miradas y el lugar reservado para venerar a la Virgen de la Encarnación. Por ello, Siloé resolvió esta capilla de forma que abrazara simbólicamente el tabernáculo de la Virgen, y, como no podía ser de otra forma, el conjunto fue revestido con un completísimo programa iconográfico que incluye escenas de la Pasión y representaciones de mártires y profetas.
La mejor manera de cerrar vuestra visita a la catedral de Málaga es ascendiendo hasta sus cubiertas para contemplar a vista de pájaro algunos de los rincones más especiales de la ciudad, como el castillo de Gibralfaro, la Alcazaba o el puerto.