Cuando se visita Setenil de las Bodegas por primera vez es inevitable sentir un cierto escalofrío al comprobar que la mayor parte del pueblo se encuentra bajo inmensas rocas de origen kárstico.
Luego, después de la impresión inicial, queda la admiración ante un tipo de arquitectura que lleva ahí desde hace más de 5.000 años. Una forma de construir que ha convertido a Setenil de las Bodegas en una de las localidades mas particulares de la llamada Ruta de los Pueblos Blancos. De hecho, incluso hay calles cubiertas por inmensas rocas.
Antes de iniciar un paseo por las calles y plazuelas de Setenil de las Bodegas conviene advertir que no se trata de un pueblo fácil. Las cuestas son bastante prominentes pues, entre la parte baja (a orillas del río Trejo) y la parte alta, hay un considerable desnivel.
Por eso, conviene tomárselo con calma. Y aprovechar las obligadas pausas para admirar las bonitas fachadas encaladas del pueblo, decoradas con macetas con flores y ventanas enrejadas.
Orígenes de Setenil de las Bodegas
En algunas de las cuevas de Setenil de las Bodegas se han encontrado restos de presencia humana de hace más de 5.000 años. Esto demuestra que ya en la Antigüedad los pueblos que habitaban esta zona de la Península Ibérica conocían la existencia de estas oquedades y las utilizaban como residencia ocasional.
No obstante, no fue hasta la Baja Edad Media cuando se estableció aquí un asentamiento permanente. Luego, durante la época almohade se construyó el castillo, en la zona conocida como La Villa, a partir del cual se desarrolló el actual trazado urbano de Setenil de las Bodegas.
Tras la laboriosa conquista de la ciudad a las tropas musulmanas (el pueblo sufrió siete asedios) Setenil fue repoblado por hidalgos y adquirió una gran importancia, llegando a tener, incluso, un hospital y un seminario.
Hasta mediados del siglo XVII, Setenil de las Bodegas dependió administrativamente de la cercana villa de Ronda. A partir de ese momento también se fue desarrollando la industria vinícola que dio nombre a la localidad. Numerosas viñas rodeaban al pueblo, con cuyas uvas se elaboraba el vino que luego se depositaba en las muchas bodegas existentes tanto en las casas como en las cuevas que aún se pueden observar a las afueras del pueblo.
La epidemia de filoxera, que tantos estragos provocó en el resto de Europa, acabó con la producción vinícola de la localidad. Aunque en los últimos años algunos productores locales han replantado viñedos y empiezan a producir vino de nuevo.
Qué ver en Setenil de las Bodegas
Ante todo, lo que hay que ver en Setenil de las Bodegas es el pueblo en sí, distribuido en varias calles concéntricas al cauce de los ríos que lo cruzan. En el paseo llama mucho la atención que las fachadas de las casas apenas sobresalgan unos centímetros de la roca en que están encastradas.
Pero, además, en Setenil hay varios edificios y espacios urbanos de especial interés. Estos son:
- Calles Cuevas de la Sombra y Cuevas del Sol: están en la parte baja del pueblo y regalan las estampas más impresionantes, pues están cubiertas en parte por inmensas rocas. Aquí es donde se pueden visitar las terrazas más agradables del pueblo, tanto en invierno (las de Cuevas del Sol) como en verano (las Cuevas de la Sombra).
- Castillo y Torreón: se construyeron durante el periodo almohade (siglos XII-XIII) y buena parte del núcleo urbano se desarrolló a partir de esta fortaleza. Merece la pena subir hasta la parte superior del Torreón y al mirador situado junto a él. Desde allí se tiene una magnífica visión de conjunto del pueblo y las sierras que lo enmarcan.
- El aljibe árabe: también construido en la época musulmana, está parcialmente excavado en la propia roca sobre la que se sitúa.
- Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación: impresiona el volumen de este templo, construido entre los siglos XV y XVI, lo que denota la importancia que la localidad tuvo en el pasado. En su interior destaca la imagen de un Crucificado datado en el siglo XVI.
- Antigua Casa Consistorial: este escenográfico edificio del siglo XVI hoy alberga la Oficina de Turismo local. En su interior se puede admirar un elaborado artesonado mudéjar. Es el único edificio de esta traza que se conserva en la provincia de Cádiz.
- Ermita de San Sebastián: está a las afueras, en la parte alta del pueblo, y se construyó a finales del siglo XV, poco después de la conquista por parte de los Reyes Católicos.
- Semana Santa: la complicada orografía de Setenil de las Bodegas se traduce, al llegar la Semana Santa, en algunas de las procesiones más escenográficas y “sufridas” de toda Andalucía. Una de las más celebradas es la llamada “procesión del Encuentro”, el Domingo de Resurrección.
Setenil de las Bodegas: dónde comer
Más que comer, en Setenil de las Bodegas se tapea. Y lo cierto es que muy bien. Ayuda la proximidad a las sierras de Grazalema y la de las Nieves, donde se producen quesos y carnes (como la de retinto) y aceites de oliva especialmente suculentos. Y, por otro lado, el mar está a poco más de una hora, por lo que las frituras y pescados a la plancha tampoco faltan en la carta de sus terrazas y bares.
Algunos de los locales más destacados son los siguientes:
- El Almendral (Ctra. Setenil-Puerto del Monte, km 0): a las afueras del pueblo y dentro del hotel del mismo nombre, ofrece cocina puramente mediterránea y platos como las patatas rebujadas con chorizo de los montes o las habitas con jamón al Pedro Ximénez.
- Bar La Escueva (Cuevas del Sol, 64): completamente bajo la roca, tanto el bar como la terraza. Sirve generosas raciones de carne y pescado, además de algunas de las hamburguesas más demandadas de Setenil.
- Bar Frasquito (Cuevas del Sol, 75): raciones y tapas convencionales, aunque con algunas especialidades, como su cazuela de langostinos, las berenjenas, los flamenquines y los chipirones.
- Cafetería Sol y Sombra (Cuevas de la Sombra, 14): también sirven tapas y raciones, pero aquí el fuerte es el café, en un agradable entorno, que acompañan con dulces y bollería de una cierta originalidad.