Visto desde lejos, el monte de Alaró (Puig d’Alaró, en catalán) parece solo una gran masa rocosa que se erige solitaria en las estribaciones de la Sierra de Tramontana, al norte de Mallorca. Camuflados, sin embargo, se adivinan en la cumbre los restos del Castillo de Alaró, encaramados como un águila en su nido a 822 metros de altura. Fortaleza considerada inexpugnable, el Castell d’Alaró es uno de los tres castillos roqueros que quedan en Mallorca junto al Castell del Santuari, en Felanitx, y el Castell del Rei, en Pollensa, que protegieron la isla durante siglos de los ataques de piratas y las razzias de potencias extranjeras. Su inexpugnabilidad está probada: en el año 902, durante la invasión musulmana de Mallorca, los sarracenos chocaron durante ocho años y seis meses contra un muro infranqueable. Ese es el tiempo que duró el asedio contra el castillo, en el que los cristianos mallorquines –llamados rum, descendientes de romanos, vándalos y bizantinos- que resistieron tuvieron que rendirse. Se habían quedado sin víveres.

Once siglos de épica y leyendas

La historia del Castillo de Alaró, Bien de Interés Cultural desde 1931, está tan llena de episodios épicos e increíbles que podría ser el guión de un capítulo de Juego de Tronos, o el argumento de un libro de fantasía al estilo El señor de los anillos. Sus primeras referencias documentales datan de 1902, recogidas en una crónica árabe que narra precisamente la heroica hazaña de los cristianos que resistieron ocho años en el castillo Hisn Alarün, como lo llamaron los musulmanes.

 

 

La siguiente gran gesta acontecida en la fortaleza tendría lugar en 1231, cuando en la última fase de la conquista cristiana de Mallorca por parte de Jaume I de Aragón, que pasaría a la historia como El Conquistador, los últimos grupos de población islámica se refugiaron en los tres castillos roqueros de la isla. Las tornas habían cambiado. Según narra el Llibre dels feits, la crónica de Jaume I, cuando el rey se enteró de que el reino de Túnez no intentaría recuperar Mallorca fue cuando acometió el ataque contra el castillo, considerado “el más fuerte del reino”. Según la leyenda, el monarca subió a caballo con sus tropas hasta la misma puerta del antemuro de la fortaleza. Cuando los vigilantes bajaron a intentar apresarlo, arremetió contra ellos con tal fuerza que su caballo dejó al alzarse una marca redonda en una de las piedras, lo que desde entonces se conoce como la pisada del caballo del rey Jaume I. Mató a tantos enemigos que las trazas anaranjadas de los acantilados en torno al castillo, que se intensifican al atardecer, se atribuyen hoy a los restos de sangre de los sarracenos, que no tuvieron nada que hacer.

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Castillo de Alaró

 

 

Pero la historia daría un nuevo vuelco en 1286. De nuevo se vio el castillo asediado, pero esta vez se enfrentaron cristianos contra cristianos. Jaime II de Mallorca, hijo de El Conquistador, había desvinculado el Reino de Mallorca de la Corona de Aragón, por lo que el rey aragonés Alfonso III –que era su sobrino– se lanzó a la reconquista del archipiélago balear.  Según la leyenda, los dos capitanes de Jaume II que protegían la plaza, Guillem Cabrit y Guillem Bassa, renunciaron a rendirse como les pedía Alfonso III. Cuando el rey aragonés supo el nombre de los que osaban desobedecerle, dijo colérico: “¿Cabrit, decís? ¡Buena caza! Pues, como cabrits (cabritos) juro asaros.” Aparentemente, el monarca cumpliría su amenaza y cuando cayó la fortaleza asó a los dos capitanes en la plaza del pueblo de Alaró, hoy llamada como los héroes. Cabrit y Bassa pervivirían en el imaginario popular de la isla como unos mártires que, en la actualidad, aparecen representados en retablos y cuadros de varias iglesias de Mallorca.

La excursión al Castillo de Alaró, un clásico mallorquín

El ascenso al Castillo de Alaró es unas de las excursiones más clásicas que pueden hacerse en Mallorca. Aunque podemos realizarla a pie desde el pueblo –lo que nos llevará unas dos horas de ida–, si no queremos caminar tanto podemos ir en coche hasta el pie del Puig d’Alaró, junto al prestigioso restaurante Es Verger. Desde allí, un precioso camino empedrado y zigzagueante en continuo ascenso nos llevará a una primera puerta en el antemuro de la fortaleza (junto a ella está la pisada del caballo de Jaume I), y después a una segunda entrada en la base de la Torre del Homenaje, que ocupaba un espacio central en el antiguo castillo, ya que en ella estaba la residencia del Señor. La torre se ha ganado el apodo de el Constipador, ya que ha provocado más de un catarro a quienes llegan sudorosos de la caminata y se resguardan en su fresca sombra.

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Castillo de Alaró

Una vez en el interior de las murallas, cuyos restos datan del siglo XIV, encontraremos otros dos edificios militares desde los que se vigilaban los alrededores: los restos de la torre defensiva de Migjorn y la Prisión de los Moros o Torre de sa Cova, que debe esta última denominación a que se erige sobre la Cova de Sant Antoni, una bella gruta que habitaron eremitas en el siglo XVII. Quizá lo mejor de subir al castillo sean las extraordinarias vistas que ofrece, desde las bahías de Palma y Alcudia hasta la Sierra de Tramontana. Dentro de la fortaleza también veremos restos de construcciones que nos recuerdan la vida que un día se desarrolló aquí. Entre ellas, varios aljibes de época musulmana, carboneras y hornos de cal, muy habituales en siglos pasados.

 

 

Aunque el castillo mantuvo una guarnición militar hasta 1741, iría quedando cada vez más en desuso a lo largo del tiempo hasta que adquirió una función más religiosa que militar. Gracias al oratorio de la Mare de Déu del Refugi, construido en 1622, el castillo se convirtió en lugar de culto y peregrinación para los fieles. En los laterales del retablo de la pequeña capilla, presidido por una imagen de la Virgen María, están representados Cabrit y Bassa, los mártires de Alaró, de quienes se conservan unas costillas en un relicario.

Tras el descenso del camino de vuelta, es ya casi un ritual almorzar en el famoso restaurante Es Verger, un rústico negocio familiar al pie del castillo donde probar platos de la gastronomía local como el frito mallorquín, las sopas mallorquinas y su famosísima paletilla de cordero.