Puede que la Lonja de Palma de Mallorca (la Llonja) pase un poco desapercibida en una visita rápida a la ciudad. Sobre todo, porque lo normal es que los visitantes de la capital balear se sientan tan impresionados ante la monumentalidad del entorno en el que se encuentra este monumento, que no reparen demasiado en él. Un espacio en el que la Catedral y el Palacio Real de la Almudaina brillan con especial protagonismo.
Pero lo cierto es que la Lonja de Palma es, sin duda, el máximo exponente de la arquitectura medieval civil en la isla. Construido en el siglo XV, es también uno de sus edificios más armónicos y el de mayor influencia en la Historia de la Arquitectura. Sobre todo, por su rico y original interior, una amplia nave coronada por altas bóvedas de crucería.
Durante siglos cumplió la función para la que fue construida: servir de punto de encuentro para comerciantes. Pero, como suele ocurrir con otros muchos edificios históricos de grandes dimensiones, la Lonja de Palma de Mallorca ha servido para los usos más diversos y sorprendentes a lo largo de su trayectoria.
La Lonja de Palma, dónde, cuándo y para qué
Las obras de construcción de la Lonja de Palma se iniciaron en 1420 y se prolongaron hasta 1452. Así pues, por época y por estilo, este soberbio edificio se enmarca dentro del Gótico tardío.
El encargado del proyecto fue Guillem Sagrera, escultor y arquitecto mallorquín nacido en Felanitx. Este artista fue también el responsable de la construcción de importantes edificios en Mallorca (como la Sala Capitular de la Catedral) y en otros territorios de la Corona de Aragón. Por ejemplo, la Catedral de Perpiñán, la reforma del Castel Nuovo de Nápoles y algunas partes de la Catedral de Girona. Además, su influencia es clara en otros muchos edificios, por ejemplo, La Lonja de la Seda de Valencia.
No obstante, Sagrera abandonó la supervisión de las obras en 1446, por graves discrepancias con los promotores, y los últimos remates de la Lonja de Palma se retrasaron hasta finales del siglo XV.
Como otros edificios civiles levantados en la época medieval, la Lonja de Palma se construyó con la intención de que se convirtiera en el principal punto de negocios para los mercaderes que la frecuentaban y, también, como Bolsa mercantil. Por eso tiene todo el sentido su estratégica ubicación: junto al puerto de la ciudad, al que llegaban buena parte de las mercancías que se ponían en venta en su interior. Y, además, muy próximo a la Catedral y al Palacio Real de la Almudaina. Es decir, las sedes del poder civil y el religioso.
Así pues, la construcción de la Lonja de Palma, sede del Colegio de la Mercadería (la institución principal del gremio de mercaderes de Mallorca), suponía la instalación en ese espacio urbano de la tercera sección del poder en la época medieval: el poder comercial.
Arquitectura de la Lonja de Mallorca
El exterior de la Lonja de Palma de Mallorca puede no parecer demasiado llamativo. De hecho, se trata de una construcción monolítica decorada con algunos detalles significativos. Sobre todo en ventanas, puertas y en la fachada principal, donde se encuentra el pórtico. Está presidido por una gran escultura que simboliza un ángel custodio que sujeta la leyenda: “Defenedor de la Mercadería”.
De forma tradicional esta imagen se atribuye al propio Guillem Sagrera, al igual que los arcos ojivales de las ventanas y resto de puertas del edificio, que logran trasladar la intensa luz de Mallorca al interior del edificio. Estos arcos están ricamente decorados con filigranas de piedra, al estilo del Gótico flamígero.
Por lo demás, la fachada está rematada en sus esquinas por cuatro torreones principales de estilo defensivo (aunque nunca hayan cumplido esa misión). Entre medias, varias almenas y torres de menor tamaño. En las esquinas principales del edificio se encuentran tres imágenes religiosas talladas en piedra arenisca (la cuarta desapareció en el siglo pasado). Y varios de los desagües del tejado están enmarcados por grotescas gárgolas, que se convierten en uno de los elementos más llamativos de la Lonja de Palma.
Aunque, sin duda, la auténtica joya artística de la Lonja de Palma de Mallorca es su interior. Éste es de forma rectangular y se halla dividido en tres naves. No se trata de una división física, sino más bien visual, marcada por los pilares que sustentan las bóvedas de crucería. Estos pilares, sin basa ni capitel, son un auténtico alarde arquitectónico, pues están retorcidos y acaban directamente en las nervaduras de las bóvedas, simulando enormes palmeras pétreas.
Los usos de la Lonja de Palma
Como ya hemos dicho, el uso inicial de la Lonja de Palma de Mallorca, y el que mantuvo a lo largo de cientos de años, fue el de ser la principal sede del comercio de la ciudad. Y así fue hasta que las sucesivas crisis económicas provocadas por los malos gobiernos del país redujeron el intercambio de mercancías hasta niveles mínimos.
De esta forma, en el siglo XVII la Lonja de Palma se convirtió, prácticamente, en un mero almacén de mercancías y productos agrícolas. En siglos posteriores este espacio adoptó diversos usos: prisión, hospital y almacén de pólvora, entre otros.
Durante buena parte del siglo XIX su interior se utilizó para la celebración de bailes populares, sobre todo durante el Carnaval. Ya en aquella época se comenzó a utilizar como un centro de cultura. Y, como tal, aquí tuvieron lugar diversas exposiciones relacionadas con las Bellas Artes y que lo convirtieron en uno de los principales faros del arte en la capital balear.
Una función que enlaza con la que tiene la Lonja de Palma desde finales del siglo XX, como sede ocasional de las exposiciones más diversas. Por ese motivo, la apertura de este monumento se limita a los momentos en que tienen lugar estas muestras temporales, permaneciendo cerrado a la visita de público general el resto del tiempo.