El Palacio Real de la Almudaina es uno de aquellos monumentos que aparecen en televisión con asiduidad, pues alberga durante los meses estivales las ceremonias de recepción de la monarquía española; si bien, su residencia veraniega en la isla, el palacio de Marivent, se halla aproximadamente a ocho kilómetros. En cualquier caso, la Almudaina es uno de los edificios más emblemáticos de la población, y conforma, junto a la Catedral, una bellísima postal gótica enfrentada a la bahía. Vamos, que no se podría escoger una estampa mejor para dar la bienvenida al centro histórico de la ciudad.
La Almudaina, proceso de adaptación tras la conquista de Mallorca
Algunos historiadores aseguran que el núcleo arquitectónico sobre el que se asienta el actual palacio de la Almudaina podría remontarse a las poblaciones prerromanas que habitaron la isla e, incluso, a la etapa megalítica. Ahora bien, fue durante la dominación musulmana de Mallorca cuando se estableció la alcazaba que recibió el nombre de Almudaina, que quiere decir: ciudadela o recinto amurallado.
El complejo fue adaptado y reconvertido entonces en sede del reino de Mallorca y, como tal, residieron en ella los monarcas Jaime II, Sancho I y Jaime III. En esa transformación, además de construirse una capilla cristiana (acción que simbolizaba el nuevo “dominio” espiritual del territorio insular), el edificio adoptó el lenguaje constructivo del gótico levantino. No obstante, también pervivieron en el mismo algunos motivos ornamentales árabes, como se puede apreciar, por ejemplo, en la techumbre correspondiente al antiguo paseo de ronda de la alcazaba, la cual está ejecutada en carpintería blanca y negra.
El Palacio de la Almudaina como conjunto monumental
A la hora de visitar el palacio de la Almudaina, conviene prestar atención a los siguientes puntos de interés:
- El Salón del Tinell. Este gran salón fue dividido en dos plantas a raíz de la caída de su techo en 1578. Pere Castany fue el arquitecto que llevó a cabo su reacondicionamiento por orden de Felipe II. Ahora, en la planta baja pueden distinguirse tres estancias (la de Chimeneas, la de Consejos y la del Recibidor), localizándose en la planta superior el Salón del Trono, un amplio espacio diáfano seccionado por enormes arcos ojivales y decorado con tapices flamencos.
- El Palacio del Rey. Es uno de los espacios más reconocibles del palacio de la Almudaina, pues su fachada meridional es la que se encuentra orientada hacia la bahía. Ésta refleja al exterior la estructura interna del edificio de tres plantas. Así, el cuerpo inferior se resuelve con una arcada de medio punto; el intermedio, con una elegante logia gótica, y el superior, con cuatro vanos geminados. Dichos elementos quedan enmarcados por las dos torres macizas ubicadas en los laterales, las cuales están dotadas de saeteras (pequeñas ventanas defensivas) y almenas.
- La capilla de Santa Ana. Ordenada su construcción por Jaime II, Ponç Descoll, quien también dirigió las obras del castillo de Bellver, fue el encargado de diseñar este pequeño templo. Sorprende en él lo arcaizante de su portada, más próxima al románico que al gótico. No obstante, en el interior se impone ya el gótico levantino, como se distingue claramente en sus bóvedas nervadas y en sus alargados vanos cerrados con vidrieras. El retablo mayor está dedicado a San Julián, y fue realizado en 1465 por el pintor mallorquín Rafael Moger. Asimismo, dispone de una capilla dedicada a Santa Práxedes, donde se veneran sus reliquias, que fueron traídas por Jaime III desde Roma.
- Los Baños Árabes. Situados entre el Palacio del Rey y el Palacio de la Reina, son uno de los elementos que perduraron de la antigua alcazaba árabe. Como era habitual en este tipo de instalaciones, los mismos se dividen en tres salas: la de agua caliente, la templada y la fría.
- El Huerto del Rey. Más conocido por su nombre mallorquín —S’Hort del Rei—, era en su origen un jardín medieval situado a los pies del Palacio Real de la Almudaina y dotado de árboles frutales y hortalizas. Su imagen actual responde a la intervención llevada a cabo en la década de los sesenta del siglo pasado; una actuación que se integró en el plan de recuperación del entorno de la Almudaina. Fue entonces cuando el arquitecto local Gabriel Alomar diseñó unos jardines historicistas que reúnen elementos propios del jardín mallorquín, como por ejemplo la pérgola, y otros de inspiración andalusí, como su alberca.
Como ves, el Palacio Real de la Almudaina es uno de los edificios que mejor testimonian el legado dejado por las diferentes civilizaciones que habitaron la isla.