Son Marroig es de esos sitios que el viajero debe visitar si recala en la isla de Mallorca. Por su historia singular, por su enclave incomparable en la sierra de la Tramontana, por su entorno de paz y silencio, por la belleza de sus jardines y por el aroma que desprende cuando uno sabe que por sus dependencias paseó nada menos que la emperatriz Sissi. Y es que el palacete de Son Marroig perteneció al archiduque Luis Salvador de Habsburgo (1847-1915), quien vivió aquí la mayor parte de su vida, acompañado por su amante, la payesa Catalina Homar. Era un enamorado de los paisajes marinos mallorquines y llegó a adquirir 13 mansiones entre Deià y Valldemossa.

Hoy, Son Marroig es propiedad de una familia balear que cobra una pequeña entrada para poder disfrutar del interior de esta posesión, una de las más emblemáticas de la cordillera norte de Mallorca. Está catalogada como Bien de Interés Cultural y hasta aquí vienen muchos visitantes atraídos por el reclamo de Sissi y del romántico mirador desde el que, al parecer, contemplaba los más bellos atardeceres de la isla. Es un auténtico regalo para los sentidos, sobre todo si tienes la oportunidad de acudir durante el Deià International Music Festival, donde se concentran los más célebres intérpretes llegados de todo el mundo. Una cita que tiene lugar, habitualmente, de mayo a septiembre.

Efectivamente, resulta espectacular contemplar esta mansión aristocrática, con su torre fortificada del siglo XVI y sus grandes salones, pero lo es más disfrutar de las vistas que se divisan del Mediterráneo, con el promontorio de la península de La Horadada a los pies del viajero. Y a un paso de Deià y Valldemossa.

El mirador de Son Marroig

El interior del palacete de Son Marroig alberga mobiliario de época, dibujos, libros y recuerdos personales del archiduque, quien compró la propiedad a finales del siglo XIX por un precio muy superior al que correspondía. Aun así, siempre decía que, con todo el dinero que había desembolsado, no había pagado ni “el agujero” de La Horadada (La Foradada, en mallorquín). Entre sus posesiones también se encontraba un barco, el Nixe II, con el que navegaba por la zona.

Fuera del palacete, construyó un templete de mármol de Carrara con un mirador que despertaba la envidia de todos los mallorquines. Este famoso mirador de Son Marroig, construido sobre una base circular de cuatro escalones y con ocho columnas jónicas, imita el del legendario jardín Pallavicini, de Pegli, una localidad italiana cercana a Génova.

Cuando el archiduque murió, todas sus posesiones pasaron a su secretario, Antoni Vives, cuyos descendientes habilitaron en 1927 en Son Marroig un pequeño museo dedicado a divulgar y promocionar la figura del archiduque, autor también de una de las obras más importantes de las islas Baleares: “Die Balearen”. En las paredes de su palacete, se pueden ver hoy cuadros de Joaquín Mir, Antonio Ribas o Erwin Hubert y en las vitrinas de su museo encontramos joyas y objetos fenicios, además de cerámica griega, ánforas romanas y una virgen de alabastro del siglo XIII.

son marroig_mallorca
Son Marroig

Una leyenda de piratas

Existe la leyenda de que la última mujer raptada por los piratas que llegaban a Mallorca salió de la torre de Son Marroig, precisamente donde hoy existe una cama señorial del  siglo XVIII. Actualmente, esta finca que quedó inmortalizada en la novela El rayo verde, de Julio Verne, se alquila para eventos y celebraciones, tanto para particulares como para empresas e instituciones.

El monasterio de Miramar

Dentro de las antiguas tierras de Luis Salvador de Austria, existe otra posesión privada emblemática y espiritual a la que también merece la pena acercarse y que perteneció al archiduque desde 1872. Es el monasterio de Miramar, conocido como monestir de Miramar, por el que también se pasearon los poetas Rubén Darío y Jacinto Verdaguer, además de la emperatriz Sissi.

son marroig_mallorca
Son Marroig

Su historia se remonta nada menos que a 1278, fecha en la que el beato Ramón Llull lo fundó como monasterio y escuela de lenguas orientales. En este lugar los franciscanos aprendían la lengua árabe con el fin de evangelizar a los “infieles” del norte de África. Después, en 1485, se instaló en sus dependencias la primera imprenta de la isla y hoy es propiedad de los descendientes de Antoni Vives, secretario del archiduque, que han habilitado un museo dedicado a Ramón Llull y a Luis Salvador de Habsburgo.

Su interior conserva aún algunas dependencias originales del antiguo monasterio de Miramar, como la cocina de los monjes o el suelo de la primera planta. También se pueden ver una maqueta antigua, una réplica parcial del velero del archiduque y una talla de una virgen que fue un regalo de la emperatriz Sissi, quien se alojó en este monasterio durante los inviernos de 1892 y 1893. El antiguo establo es hoy una pequeña biblioteca que alberga libros y objetos relacionados con la vida y obra de Ramón Llull.

Paisajes de ensueño junto a Valldemossa

En el exterior, se encuentra el Jardín de la Torre del Moro, un jardín bizantino con un estanque triangular y el claustro que reconstruyó Luis Salvador con unos arcos góticos del siglo XIII procedentes del convento franciscano de Santa Margalida de Palma. La finca está jalonada con una serie de miradores desde los que se contemplan unos paisajes que quitan literalmente el hipo.

El monasterio de Miramar es, junto con Son Marroig y la Cartuja de Valldemossa (Cartoixa de Valldemossa), uno de los lugares emblemáticos de este espectacular territorio de la Sierra de la Tramontana.