El pueblecito de Valldemossa, escondido entre verdes montañas de la serra de Tramuntana, ha conseguido un milagro: mantener su esencia ajena al paso del tiempo pese a encontrarse a sólo 17 kilómetros de Palma, la capital. Y es que sumergirse en este valle rodeado de olivos milenarios, encinas y almendros, perderse por sus empinadas callecitas empedradas, adornadas con macetas, es regresar a un pasado indeterminado que ha enamorado a numerosos artistas a lo largo de la historia. Famosa es la historia del invierno que pasaron aquí el compositor polaco Frédéric Chopin y su esposa, la escritora francesa George Sand, pero ha habido muchos otros escritores, pintores y aristócratas excéntricos que se han visto atraídos por el magnetismo del lugar, pioneros sin saberlo del turismo mallorquín.

Qué ver en Valldemossa

Fundada como una antigua alquería por un noble árabe llamado Mussa, en tiempos de dominio musulmán, Valldemossa tiene una historia fascinante a la que no le falta ni una santa: Santa Catalina Thomas, la única de la isla. Es, por todo ello, una excursión imprescindible que no puede faltar en tu viaje a Mallorca.

La Cartuja de Valldemossa, donde Chopin y George Sand pasaron un invierno

Si sólo tienes tiempo para visitar un sitio en el pueblo, ve a visitar la Cartuja de Valldemossa. Construido sobre el palacio del rey Sancho I de Mallorca, este monasterio del siglo XV es uno de los edificios más visitados de la isla, junto a la Catedral de Palma, por su belleza y rica historia. El antiguo palacio fue regalado por el rey Martín I el Humano a los monjes cartujos, quienes lo reconvirtieron en abadía y lo habitaron hasta que les fue expropiado en 1835, durante la desamortización de Mendizábal. Durante la visita a la Cartuja recorreremos su iglesia neoclásica del siglo XVIII, el claustro, la antigua farmacia de los cartujos, las estancias de la Celda Prioral (capilla, biblioteca, sala de audiencias, dormitorios…) y el palacio del rey Sancho, cuyos salones, que exhiben una fastuosa decoración barroca, suelen acoger diversos eventos privados.

Uno de los lugares más populares es la celda número 4, conocida como la Celda de Chopin, porque fue aquí donde el famoso compositor romántico pasó el invierno de 1838-1839 junto a su esposa George Sand, buscando mejoría para su tuberculosis. La habitación acoge el Museo Chopin, donde podréis conocer detalles de aquella aventura como que, pese a que estuvieron sólo tres meses, fueron bastante fructíferos: él compuso aquí sus Preludios Op. 28, y ella escribió Un invierno en Mallorca, un cuaderno de viaje que encontraréis en varios idiomas en muchas tiendas de Valldemossa.

Cartuja de Valldemossa
Cartuja de Valldemossa

Ellos no fueron, sin embargo, las únicas personalidades que pasaron un tiempo aquí. También lo hizo, desterrado por Godoy en 1801, el político Gaspar Melchor de Jovellanos, quien recibió de los monjes un trato más de huésped ilustre que de prisionero (por lo que sería trasladado al más duro castillo de Bellver). Ya en el siglo XX, cuando la Cartuja estaba en manos privadas, también se alojarían aquí escritores como Rubén Darío, Jorge Luis Borges y Santiago Rusiñol.

Una de las partes más agradables de la visita es el paseo por los jardines traseros de la Cartuja, donde a veces se instalan pintores exponiendo sus obras. Aquí encontramos sendas estatuas de Chopin y de otro extranjero ilustre de Valldemossa, el archiduque Lluís Salvador de Austria, quien fijó en el pueblo su residencia a finales del siglo XIX.

Si estáis interesados en la historia de Valldemossa, de la Costa Norte de Mallorca y de los destacados personajes que habitaron la zona recomendamos visitar el Centro Cultural Costa Nord, un proyecto financiado y fundado por el actor Michael Douglas –otro enamorado de la isla– en el que podréis ver un documental narrado por su propia voz.

La casa natal de Santa Catalina Thomas, la única santa mallorquina

Si sois observadores, os habréis dado cuenta de que las calles de Valldemossa están llenas de azulejos que representan a una joven con un cántaro de agua roto. Se trata de Santa Catalina Thomas, la única santa de la isla, venerada en toda Mallorca y conocida como La Beateta. Pues bien, nació en Valldemossa en 1531, y su casa natal –hoy una pequeña capilla– puede visitarse en la calle Rectoría, justo detrás de la iglesia de San Bartolomé. Cuenta la leyenda que fue una joven de profunda fe que iba cada día a hacer una ofrenda de agua a la virgen. Seguía haciéndolo, sin rendirse, pese a que el demonio le rompía todos los días el cántaro por el camino. La joven ingresó en 1553 en el convento agustino de Santa María Magdalena de Palma, donde actualmente se venera su cuerpo incorrupto. Ya en época de su muerte fue considerada una santa por sus coetáneos.

Parque Juan Carlos I, el antiguo claustro de la Cartuja

Por su tamaño y el cuidado paisajista que lo caracteriza, más podría considerarse este parque como un jardín. Tiene sentido que así sea pues su planta coincide en parte con la del antiguo claustro de la Real Cartuja. De hecho, desde aquí hay una de las vistas más bonitas del campanario y de parte de la fachada de ese complejo religioso.

Comparten el espacio de este espacio ajardinado diferentes composiciones florales, geométricos setos recortados, varios árboles de mediano y gran tamaño y los bustos de algunos de los personajes más relevantes que han vivido o pasado por este lugar. Entre ellos, el archiduque Luis Salvador de Habsburgo, Frédéric Chopin, Rubén Darío y Santiago Rusiñol.

Al situarse junto a la misma calle y fuera del centro monástico, el acceso a este espacio es libre, siendo una más de las zonas verdes públicas de la localidad.

Port de Valldemossa y otros lugares en los alrededores

Pese ser un pueblo de montaña y estar a 2 kilómetros de la costa, Valldemossa no se priva de nada: también tiene puerto y playa. A unos 6 kilómetros –por lo que conviene coger el coche-, una estrecha carretera abrirá ante nosotros un encantador puerto pesquero a los pies de la serra de Tramuntana. Y, al lado, las cristalinas aguas de la pequeña Cala Sa Marina, que también cuenta con un restaurante perfecto para disfrutar de una parrillada de pescado en una terraza con vistas al mar.

Port de Valldemossa
Port de Valldemossa

A unos 5 kilómetros de Valldemossa encontramos la possessió de Miramar, en la que se alza un antiguo monasterio fundado en 1276 por el filósofo y escritor Ramon Llull. Aquí se instalaría, en 1485 –sólo 25 años después de que Gutemberg la inventara–, la primera imprenta que hubo en Mallorca. En el siglo XIX el monasterio estaba muy deteriorado, hasta que en 1872 lo compró para restaurarlo el archiduque Lluís Salvador de Austria, un excéntrico noble enamorado del paisaje mallorquín que comenzaría a comprar los terrenos colindantes hasta acabar estableciéndose aquí. En la cercana Casa-Museo de Son Marroig podremos conocer mejor la figura de este erudito y mecenas, quizá el primer turista de Mallorca, quien realizó importantes estudios sobre el Mediterráneo y escribió el libro que daría a conocer las Islas Baleares en el extranjero: Die Balearen in wörter und bild.

Qué ver cerca de Valldemossa

Como ya hemos comentado, Valldemossa está en plena serra de Tramuntana. Y esto quiere decir que, en las proximidades de la localidad, se sitúan algunos de los espacios naturales más impactantes y ricos en biodiversidad de Mallorca. Algunos de ellos se pueden conocer gracias a las diferentes rutas senderistas que atraviesan la sierra. Entre ellos, el llamado Camino del Archiduque que, desde la propia Valldemossa, llega hasta el pico de Teix. Una vez allí podréis admirar la magnífica visión de conjunto de Tramuntana y su comunión con el Mediterráneo.

A unos diez kilómetros de Valldemossa, a través de una carretera sinuosa y bellísima, está la localidad de Deià. Un pueblo de fisonomía medieval, sobre una loma y junto al mar, elegido por el escritor Robert Graves, autor entre otras libros de ”Yo, Claudio», para pasar los últimos años de su vida. Se entiende la elección al pasear por sus calles empedradas llenas de sabor y recuerdos históricos, en las que se abren algunos miradores hacia el mar y la sierra.

Precisamente muy cerca de esa localidad está el mirador de sa Foradada, mandado construir por el archiduque Luis Salvador de Habsburgo para disfrutar en cualquier momento del año de las maravillosas vistas al Mediterráneo que se contemplan desde este punto.

Siguiendo la carretera de la costa y a unos 21 kilómetros de Valldemossa están Sóller y su puerto. Un lugar donde el estilo modernista dejó, a principios del siglo XX, valiosos ejemplos en muchas de sus casas y en edificios notables como la iglesia de Sant Bartomeu o el Museo Can Prunera. En esta pequeña ciudad no os perdáis un viaje en su tranvía histórico hasta el puerto. También es muy agradable la ruta en tren hacia Palma.

Por último y muy cerca de Sóller están los jardines y palacio de Alfàbia, una auténtica fantasía paisajista de los siglos XVIII y XIX, alrededor de una residencia privada construida en el siglo XVI. Fuentes, flores, setos recortados, naturaleza modificada y huertos saldrán a tu paso durante la visita a los que están considerados como uno de los “jardines más maravillosos del mundo” por las organizaciones internacionales Rado y Great Gardens of the World.

Dónde comer en Valldemossa

Valldemossa es una localidad a la que muchos vienen a comer, por la autenticidad de restaurantes y bares en los que se preservan las esencias de la cocina tradicional mallorquina, sabrosa y muy contundente. Pero lo cierto es que aquí hay comedores para todo tipo de gustos. Estos son algunos de ellos:

Sa Cova Valldemossa by La Miranda (La Rosa, 7A): es toda una referencia en Valldemossa a la hora del vermú, que se toma junto con sabrosas tapas elaboradas a partir del buen producto local y nacional. Por supuesto, sobresale la sobrasada, pero no hay que renunciar al plato del día, siempre con suculentas propuestas.

Es Taller (Santiago Russiñol, 1): lo más curioso de este restaurante es que, efectivamente, se sitúa en un antiguo taller mecánico. Como contrapunto, ahora es un templo para los amantes de los productos vegetales, orgánicos y de proximidad. Con el buen tiempo dispone de una agradable terraza y, por lo general, la comida o cena se ameniza con una buena selección musical.

  • Quita Penas (Vell, 4): siempre en formato pa amb oli, es decir con la base de tostada de pan con aceite, aquí se degustan deliciosas tapas elaboradas a partir de los buenos ingredientes locales. De los quesos a los embutidos de cerdo negro y de la sobrasada a los pescados capturados en el Mediterráneo.
  • Frédéric Restaurant (Carretera Vieja de Valldemossa, s/n): este restaurante, situado en una antigua casona de piedra de estilo mallorquín, es un seguro para quienes quieran degustar una cocina mediterránea e internacional de nivel, ejecutada con maestría y servida y presentada de una forma muy atractiva. Obviamente, el precio es superior a lo habitual en la zona pero la calidad de la comida y el ambiente lo merecen.