Menorca guarda secretos que sólo el Mediterráneo conoce. Las peculiaridades morfológicas de la isla, con enorme acantilados y terrenos abruptos que impiden llegar a pie a muchas de sus calas, hacen que la isla solo desvele sus secretos recorriéndola en una embarcación; ya sea en kayak, velero, catamarán, o cualquier otro medio de transporte acuático.
Con 216 kilómetros de costa, las rutas en barco por Menorca, la isla más septentrional de las Baleares, son muchas, y más teniendo en cuenta que las compañías que ofrecen este tipo de excursiones suelen dedicar a cada salida en torno a unas 4 horas.
La diferencia del terreno menorquín, entre las costas norte y sur, hace más que recomendable hacer no uno sino dos paseos en barco. La costa norte llamada Tramuntana, rocosa, oscura, con playas de piedra y espolones en los que va a morir violentamente el Mediterráneo, esconde espacios semisalvajes y solitarios dignos de contemplar. La zona sur, conocida comúnmente como Migjorn, en cambio, es mucho más popular. Se trata de un talud plano y regular, con calas blancas de arena fina resguardadas entre pinares. Dos islas en una, en definitiva.
Norte de Menorca en barco o catamarán
Fornells, a 9 kilómetros al norte de Mercadal (en el centro de la isla), es un puerto deportivo muy conocido en la isla, sobre todo por la famosa caldereta de langosta que preparan con mimo en sus restaurantes. Desde este pueblo, de algo más de 1.800 habitantes, parten excursiones en barco. Ubicado en la bahía que lleva su nombre, toda la zona es muy singular. Con una anchura que puede alcanzar 2 kilómetros, y 4 kilómetros más de longitud, la bahía se cierra con los impresionantes acantilados de na Guillemassa y la Mola de Fornells.
Ruta en barco desde Fornells hacia poniente
El primer alto obligado en el itinerario marino hacia el Oeste, desde Fornells, es el cabo de Cavallería, un impactante y desolado promontorio, prácticamente desértico, en el que la vegetación lucha por sobrevivir frente a los perpetuos vientos salinos. Aun así, el carrizo, la manzanilla y el junco desafían estas condiciones de un paisaje casi lunar acompañados por gaviotas, alimoches y cuervos. Contemplar el incesante golpeo del mar y del viento de Tramontanta, frente a estos maltratados acantilados, que se elevan más de 90 metros, es una experiencia difícil de borrar.
A cada lado de este istmo hay una pequeña cala: Viola de Levante y Viola de Poniente. Ambas son estupendas para una rápida inmersión de esnórquel, pues son refugios de multitud de especies de crustáceos y peces.
Siguiendo la línea de costa, la excursión se adentra en la bahía de Sanitja. A un lado de la bahía se divisa un pequeño embarcadero de pescadores, lugar donde se supone que se encontraba el viejo puerto romano de Sanicera. Lo que sí es cierto es que al otro lado de esta bahía se han descubierto recientemente los restos de un campamento romano.
Saliendo de nuevo de la ensenada, y bordeando el litoral nos topamos con dos espacios costeros opuestos pero complementarios: la cala Roja y la playa de Cavallería. Separadas por un suave y escarpado promontorio, la cala Roja es una playa solitaria y tranquila con forma de cruasán. Por su parte, el arenal de Cavallería –con una longitud que triplica a la cala Roja–, está formado por grava oscura y fina, y unas aguas transparentes que invitan a disfrutar de un buen chapuzón y a volverse a poner las gafas de buceo.
Reanudando el camino, y a poco más de 500 metros hacia el Oeste, la excursión en barco llega a la cala Mica, una playa escondida que casi se repliega sobre sí misma. Superando una nueva zona de acantilados nos topamos con dos nuevas calas que se encuentran entre lo mejor de la naturaleza del norte de Menorca y en las que merece hacer un nuevo alto: la playa de Binimel·là y cala de Pregonda. La primera está formada por grava finísima y arena roja. Contiene una pequeña marisma rodeada de pinos donde acuden numerosas aves acuáticas. El agua limpia del mar y la tranquilidad del lugar invitan a volver a echar el ancla para relajarse sobre su arena.
Pregonda, por su parte, es una cala prácticamente virgen de arena gruesa y piedras que emergen sobre la costa a modo de islotes. El conjunto de este arenal enclavado entre acantilados, con bosques de acebuches y pequeñas marismas la convierte en el lugar ideal para poner fin al itinerario y regresar pausadamente de nuevo a Fornells.
Sur de Menorca en velero u otro tipo de barco
A 15 kilómetros al sur de Ciudadela (o Ciutadella) se encuentra el arenal de Son Saura, una playa de arena blanca y fina, rodeada de pinares y sabinas, lo que nos subraya la diferencia brutal de paisaje y ecosistema entre las costas norte y sur de la isla. En estado casi virgen, esta playa sufre últimamente las aglomeraciones del verano, por lo que se recomienda visitarla temprano. Desde este arenal hay compañías que ofrecen servicios de excursiones en barco para disfrutar del litoral sur de Menorca.
Ruta en barco desde Son Saura hacia levante
Nada más comenzar la excursión nos toparemos con otra pequeña y recóndita cala separada de Son Saura por la punta des Pinar. Se trata de la cala des Talaier. Igualmente vírgen y con aguas cristalinas y poco profundas, el lugar invita a un temprano y refrescante baño frente a su costa.
Retomamos rápidamente la ruta marítima pues los platos fuertes de la excursión en barco nos aguardan “a la vuelta de la esquina”, literalmente. La siguiente cala que nos encontramos en ruta hacia el Este es la mítica Turqueta, un alto obligado pues no son pocos los que dicen que se trata de la playa más bella de Menorca. Su arena blanca, las aguas turquesas y el frondoso bosque de pinares a su alrededor son motivos más que suficientes para deleitarse un buen rato frente a ella.
Continuamos nuestra excursión para recalar de nuevo en cala Macarella y en su réplica en miniatura, cala Macarelleta. Al igual que en Turqueta, se caracterizan por aguas esmeraldas y vegetación frondosa y exuberante. El difícil y complejo acceso a pie hace que sea bastante común que este conjunto de playas esté repleto de todo tipo de embarcaciones de recreo en sus aguas.
Siguiendo el periplo marino pasaremos de largo el núcleo turístico de Santa Galdana, para descubrir las cala Mitjana, con características similares a las anteriores calas y rodeada de acantilados calcáreos que resaltan el blanco de su arena. Escondida a su izquierda mirando a la costa, se encuentra “tímida” la pequeña cala Mitjaneta, caracterizada por la poca arena depositada en ella.
El final de la ruta antes de regresar a Son Saura lo reservamos para la cala Trebalúger, mientras nos recreamos desde el barco del espectáculo verdiblanco del frondoso pinar que tapiza los acantilados calcáreos.
Una vez ahí, y antes de regresar, disfrutamos de nuevo con lo especial del lugar, felicitándonos de que se haya apostado por conservar tanto estos litorales de la zona sur como los de la parte norte.