La madre naturaleza ofrece a veces espectáculos casi efímeros que parecen pintados por el mejor de los artistas. Es el caso de la famosa floración de Cieza, que ocurre entre los meses de febrero y marzo, cuando los melocotoneros, el árbol más famoso de esta tierra, tiñe el paisaje de rosa y blanco con matices que revolotean al son de los rayos del sol.
El pueblo árabe que marca la historia y el contexto de la localidad
Cieza cuenta con un arma poderosa que ha hecho que, desde la Prehistoria, todos hayan querido conquistarla: el agua del río Segura que era garantía de vida.
El municipio conserva yacimientos arqueológicos prehistóricos importantes como los de La Serreta, Almadenes y el Barranco de los Grajos, que están declarados Patrimonio de la Humanidad pues guardan en el interior de sus piedras pinturas rupestres.
Sin embargo, la presencia que determinó su forma de ser fue, sin lugar a dudas, la de los árabes a partir del siglo X. De hecho, en el Cerro del Castillo aún se puede visitar la antigua población de Siyasa, de donde han salido numerosos objetos de cerámica, decoración o cristal que ahora conforman un museo dentro de Cieza.

Los árabes, que vivieron siglos en este punto, fueron los que mejoraron el sistema de regadío romano y construyeron parte de la riqueza agrícola que hace ahora de este municipio un espectáculo en flor con melocotoneros, albaricoqueros o almendros.
Cieza no se libró de las idas y venidas de cristianos y musulmanes y, de hecho, llegó a ser parte del último reino de Granada antes de integrarse en la Corona de Castilla.
En ese último ataque musulmán los habitantes de Cieza fueron capturados en un paso por el río y de ahí nació la famosa frase que ha marcado el municipio de “Por pasar la puente nos dieron muerte”.
Qué ver en Cieza: arranca la visita con su casco histórico
La mejor manera de imbuirnos del espíritu de esta ciudad es empezar cruzando su Plaza de España y el Mercado de Abastos, construido en el año 1929, y que es una fotografía en fruto de lo que nos vamos a encontrar en los alrededores de Cieza.
En este punto están el Ayuntamiento y la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción, de estilo barroco, con tres naves y capillas renacentistas.

No es el único edificio religioso de Cieza que hay que visitar porque nuestros pasos deben llevarnos al Monasterio de la Inmaculada Concepción, de 1750, con un claustro central y su iglesia, que se ubica frente al monumento de la Semana Santa Ciezana, una fiesta declarada bien de interés turístico nacional y todo un acontecimiento en el municipio. De hecho hay una Casa-Museo de la Semana Santa que merece la pena.
Un poquito más arriba encontramos el Balcón del Muro, una muralla muy reciente pero que está construida sobre la antigua fortaleza de la Orden de Santiago, y se puede subir hasta la parte de arriba donde las vistas son increíbles.
Muy cerca está la Ermita de San Bartolomé, la construcción cristiana más antigua del pueblo, que conserva la imagen del patrón de Cieza. Dicen que era la Torre del Homenaje de la antigua fortaleza. Y también el famoso Puente de Hierro y la muralla donde podremos leer la famosa frase de “Por pasar la Puente nos dieron la muerte”, en recuerdo a la incursión del Rey de Granada.
No podemos perdernos el Museo de Siyasa, que cuenta la historia de uno de los yacimientos islámicos urbanos más importantes de la zona. En su interior, incluso, se recrea cómo era una de las cientos de viviendas que conformaron la antigua medina. Más tarde se puede visitar el propio yacimiento en el cerro del Castillo.

La desconocida naturaleza de Cieza y su entorno cercano
Uno de los lugares más sorprendentes de la zona es el Cañón de Almadenes, un desfiladero con el río Segura al fondo que en algunos puntos puede llegar a medir 120 metros de altura.
La piedra caliza de la zona se ha ido moldeando con el paso tranquilo de estas aguas y ha formado algunos de los miradores más impresionantes de Murcia. Es posible hacer una ruta por el cañón y disfrutar no sólo de las vistas, sino también del relajante susurro del agua.
De hecho, este paraje cuenta con la famosa Cueva Sima de la Serreta, donde se conservan algunas de las pinturas rupestres más importantes del Levante.
Otra de las rutas es el Paseo Ribereño de Cieza, mucho más tranquila, que bordea el río Segura y permite cruzar varios puentes con la vista puesta en las montañas y en los huertos. Es el mejor itinerario para disfrutar de la famosa floración.

La floración de Cieza: un espectáculo efímero
Mucho se habla de los campos de lavanda o de las rosaledas, pero los que han visto la floración en Cieza aseguran que la eclosión de color y matices es inmensa. Sólo se puede apreciar entre febrero y marzo, en las tres semanas más o menos en las que sus huertos se tiñen de varios tonos de rosa y blanco.
La culpa la tienen los melocotoneros, los albaricoques, los paraguayos y los almendros que florecen en esos días librando una guerra por ver qué árbol tiene las flores más hermosas.
Para poder contemplarlos se puede ir por libre, recorriendo las sendas que atraviesan estas fincas o apuntarnos a alguna ruta de las que ya se organizan para conseguir las mejores panorámicas. Si apuestas por esta opción, pregunta en el Centro de Interpretación del Melocotón de Cieza.

Dónde comer
Hay muchos bares y restaurantes en Cieza para disfrutar de algunos de los platos más famosos de su gastronomía. Si queremos picar caracoles, tenemos que ir a El Melgo. Si sólo buscamos picar algo por el centro, el bar La Plaza es una opción. Pero si buscamos comida tradicional o paellas de arroz de la vecina Calasparra, el restaurante Venta El Jinete es uno de los mejores sitios para comer arroz y conejo.
Otros restaurantes muy populares en la zona son el Mesón-Asador el Quijote y el Restaurante Club de Tenis de Cieza.