Pamplona es una ciudad maravillosa, un lugar lleno de historia, con un ambiente cultural apasionante, fantásticos parques y jardines, una suculenta gastronomía –sus pinchos son auténticas virguerías culinarias–, que ofrece todo tipo de propuestas de ocio… En definitiva, el lugar perfecto para disfrutar de una escapada o unas buenas vacaciones. Pero lo que hace de la capital navarra un lugar realmente único en el mundo es, sin duda, su cita más famosa: las Fiestas de San Fermín. 

Cada año, en el mes de julio, la ciudad se transforma en un gran espectáculo, lleno de emoción, alegría y hospitalidad. Un lugar vibrante, en el que siempre hay algo que descubrir, sin importar quién seas o de dónde vengas. Más de 800 años de historia y tradición hacen de los Sanfermines una de esas fiestas –que se pueden contar con los dedos de una mano– a las que tienes que asistir por lo menos una vez en la vida. 

  1. Historia de la fiesta de San Fermín
  2. Una fiesta de Pamplona… muy internacional
  3. Programa y actividades en San Fermín: propuestas para todos los gustos
  4. La Ruta de los Sanfermines: el recorrido de los encierros
  5. Dónde comer en Pamplona

Historia de la fiesta de San Fermín

Las noticias más antiguas que se conocen sobre las fiestas en honor a San Fermín datan del siglo XII. Pero no sería hasta finales del siglo XVI cuando éstas comenzarían a tomar su cariz actual. En primer lugar, porque fue entonces cuando se estableció definitivamente el 7 de julio como día de San Fermín (antes se celebraba en octubre), para disfrutar del tiempo veraniego y, además, hacer coincidir sus fiestas con la feria franca. También en aquel entonces empezaron las corridas de toros y, poco a poco, se fueron añadiendo comedias, música, juglares, tambores y danzas, entre otros espectáculos, antes, durante y después de la procesión.

Ya en el siglo XX, los cambios que experimentó la propia sociedad pamplonesa vinieron acompañados de un crecimiento exponencial de sus fiestas. Así, año tras año, el número de visitantes que acudían a Pamplona para sumarse a este gran acontecimiento popular, procedentes de los lugares más recónditos de la geografía española, no dejó de crecer. Una fiesta con casi mil años de historia estaba más viva que nunca. 

Una fiesta de Pamplona… muy internacional

Y si las Fiestas de San Fermín era cosa de navarros y vecinos, en 1923 aquello cambiaría para siempre. En ese año, un joven Ernest Hemingway, escritor y periodista estadounidense (ganador del el Premio Pulitzer en 1953 y, un año más tarde, del Premio Nobel de Literatura), llegaba por primera vez a Pamplona (volvería en repetidas ocasiones) atraído por sus fiestas. 

Aquella fascinante experiencia vivida por el propio Hemingway y su primera esposa, Hadley Richardson, quedaría registrada, tres años más tarde, en The sun also rises (Fiesta), una novela que, entre otras cosas, narra al detalle todo lo que acontece durante las fiestas, y que terminó de catapultar a Hemingway como uno de los grandes escritores de su época y a los Sanfermines como una de las citas más famosas del mundo. El resto es historia.

Programa y actividades en San Fermín: propuestas para todos los gustos

Si algo caracteriza a estos días de fiesta en Pamplona es su diversidad. Siempre hay algo que hacer, da igual si eres joven o más mayor, si quieres jaleo o algo más tranquilo… Vístete de  blanco, no olvides el pañuelo rojo y disfruta de cada día, y su noche.

Todo comienza con el chupinazo, el día 6, un cohete que se lanza, al mediodía, desde el balcón del Ayuntamiento para indicar el inicio oficial de las fiestas. Desde ese momento, la ciudad se convierte en un bullicioso hormiguero en el que todo es júbilo, emoción, alegría…, vamos, lo que viene siendo una fiesta en toda regla.

A partir de ahí, las posibilidades se multiplican exponencialmente. Empezando por la vertiente taurina que es uno de los pilares de las fiestas de San Fermín. Con sus famosos encierros, que tienen lugar cada día, a las ocho de la mañana, cuando los toros, los cabestros, los corredores y algún turista despistado corren a toda velocidad por las calles del casco histórico. Por supuesto, correr delante de los toros es cosa seria, pero, por suerte, todo el espectáculo se puede ver desde las barreras que delimitan el trazado o desde alguno de los muchos balcones que se alquilan a lo largo del recorrido. Y por la tarde, a las 18:30, la lidia en la Plaza. 

También forman parte del programa de estas fiestas varias propuestas de corte más tradicional y folclórico, como la Procesión del Santo, del día 7, por la mañana. Es el único acto de carácter religioso de las fiestas y, además de la misa solemne en la iglesia de San Lorenzo, incluye el recorrido de la imagen de San Fermín por las calles del casco viejo de Pamplona, acompañado de música, comparsas de gigantes y cabezudos, y, desde luego, por los habitantes de la ciudad. Las Vísperas en San Lorenzo, los desfiles diarios de gigantes y cabezudos, las bandas de música y las rondas joteras son también algunos ejemplos de las actividades más tradicionales que se llevan a cabo durante los Sanfermines.

Y luego está, por supuesto, toda la oferta lúdica, de ocio y demás actividades que hacen de las Fiestas de San Fermín un momento único. Verbenas, fuegos artificiales, exposiciones, animación de calle, actividades infantiles y familiares, deportes rurales, tardeo, rutas literarias, talleres, los actos de las peñas, sesiones de DJ, grandes conciertos… ¡Nueve días de auténtica fiesta!

El broche de oro a esta semana larga de juerga y jolgorio lo pone el Pobre de Mí, la despedida que cantan miles de personas el 14 de julio, a medianoche, frente al consistorio; el último acto oficial de las fiestas. ¡Hasta el próximo año!

La Ruta de los Sanfermines: el recorrido de los encierros

Sin ninguna duda, la mundialmente famosa carrera en la que toros y mozos se ven las caras de cerca –quizás demasiado cerca– es el momento más conocido de las fiestas en honor a San Fermín. 

El recorrido –convenientemente vallado para la ocasión– comienza en los corrales de la cuesta de Santo Domingo, situados en un baluarte de la antigua muralla a orillas del río Arga. Desde ahí, en el momento preciso, la manada de toros bravos y cabestros arranca a toda velocidad –no es casualidad que se le considere el tramo más peligroso– para remontar, calle arriba, los primeros 280 metros que hay hasta la Plaza Consistorial. Hasta ese punto, no hay ningún tipo de refugio para los corredores.

En la plaza –donde el día 6 se lanzó el Chupinazo–, el trazado se escora ligeramente a la izquierda para enfilar hacia la calle Mercaderes, y tras poco menos de 80 metros aparece la pronunciada curva a la derecha que conduce a la célebre calle Estafeta. Ese infernal recodo de 90 grados, en el que, a menudo, los toros resbalan, incluso caen (los corredores siempre deben tomar la curva por el ángulo corto, o interno, si no quieren verse atrapados entre la manada y el vallado exterior, con el serio peligro que ello supone), y que tantos momentos de angustia produce cada año.  

Ya solo quedan algo más de 300 metros a lo largo de la calle Estafeta, un trayecto en el que algún toro rezagado del grupo, algún cambio de ritmo en la carrera o algún “atasco” en el flujo de participantes puede provocar serios disgustos. Los últimos 90 metros, el tramo conocido como Telefónica, conecta ya con el peligroso callejón de entrada a la Plaza de Toros: un pasillo de apenas 3 metros de ancho por el que tienen que entrar todos, toros y personas, y seguro que sabes quién lleva ventaja.  

¡875 metros de pura adrenalina!

Por suerte, este alucinante recorrido se puede revivir en cualquier momento del año, ya se paseando por libre a lo largo del trazado (sin el vallado, por supuesto), o en alguna de las muchas visitas guiadas que van uniendo los puntos más característicos, desde los corrales hasta la plaza (que también se puede visitar). Menos emoción, quizás, pero también es muchísimo menos probable terminar ensartado en el pitón de un astado de más de 500 kilos; igual y compensa. 

Dónde comer en Pamplona

El casco histórico de la capital navarra está plagado de opciones para disfrutar  de la maravillosa gastronomía local. Quizás el problema peliagudo será encontrar sitio. En todo caso, cualquier momento del día es bueno para tomar algo en alguna de las terrazas de la Plaza del Castillo. O para disfrutar de los celebérrimos pinchos pamplonicas en los bares y restaurantes de las calles del casco viejo, desde el Bar Gaucho, La Servicial o Txirrintxa hasta el Baserriberri, el Iruñazarra o La Mandarra de la Ramos, entre tantísimos otros.

Por supuesto, comer, o cenar, de mesa y mantel también es una opción. Dependerá del nivel fiestero de cada quien. Hay opciones para todos los gustos y presupuestos: sidrerías, como Auzmendi, La Runa y Kalean Gora; sitios más tradicionales, como La Olla, Anttonenea y Casa Otano; asadores, como Olaverri, Chez Belagua y Zaldiko; restaurantes con estrella Michelin, como Europa, Rodero o La Biblioteca… 

Desde luego, desayunar churros con chocolate (de La Mañueta, del Churrero de Lerín, La Pastelería Gayarre…) es toda una tradición para empezar, o terminar, un día de fiesta en Pamplona.