San Sebastián es tan bella que parece un escenario de cuento. Mar y montaña, naturaleza y arquitectura, se dan la mano en un entorno acogedor que conquista al viajero desde un primer momento. Señorial, ordenada, marinera, la ciudad seduce con sus vistas, sus paseos y, por supuesto, con su gastronomía. Caminar por La Concha; acercarse hasta el Peine del Viento; sentarse a contemplar la Bahía, ver pasar el río Urumea desde los puentes que lo atraviesan y, por supuesto, disfrutar de los típicos pintxos, son planes sencillos para una primera toma de contacto.
El deslumbramiento que provoca este enclave del País Vasco es inmediato. Basta con una primera visión. Su efecto permanece a medida que se van descubriendo nuevos rincones. Poco a poco se aprecia la viveza de una urbe que en el pasado fue destino vacacional de reyes y millonarios y que hoy, sin perder un ápice de su encanto, ofrece al visitante, además de hermosos paisajes, una variada oferta cultural.
Viernes
1. Acercarse a la plaza del Ayuntamiento
Es este un buen lugar para iniciar un fin de semana cargado de sorpresas. Con su majestuosidad, el edificio que hoy alberga el Ayuntamiento, fue construido inicialmente para albergar el Gran Casino de la ciudad, que se empezó a levantar en 1882 en los jardines de Alderdi Eder y permaneció activo hasta 1924. Por sus salones pasaron, entre otros, Mata-Hari y Trotski. El entorno traslada a los visitantes a los tiempos de la Belle Époque, época de la que datan algunas de las construcciones más espectaculares de la ciudad.
2. Conocer la plaza de Gipuzkoa
Esta gran plaza porticada y rectangular, en el centro de San Sebastián, es uno de los indiscutibles lugares de encuentro de la ciudad. Los lugareños suelen acercarse al lugar a descansar, disfrutar de su hermoso jardín y dar de comer a los cisnes y patos del estanque. Nada mejor que imitarlos para sentirse un donostiarra más.
Presidida por el Palacio de la Diputación, la plaza, diseñada por el paisajista romántico Pierre Ducasse, está rodeada de un armónico conjunto de edificios residenciales. En su encantador entorno se encuentra el monumento al músico José María Usandizaga, un templete astronómico, una curiosa mesa horaria en mármol y un reloj de flores.
3. Disfrutar de un paseo por la Playa de la Concha
Pocos planes más placenteros que disfrutar de un paseo por la Concha, considerada una de las mejores playas urbanas del mundo. Situada en la bahía de la Concha, de la que toma su nombre, tiene a un lado el monte Urgull y al otro el Igueldo. Y frente a ella la Isla de Santa Clara, que emerge del mar como por encantamiento y que se puede visitar en barco. Pocos paisajes más bellos.
La Concha se encuentra en el centro de la ciudad y es su estampa más simbólica. Se puede bajar a su arena dorada y darse un chapuzón si el tiempo acompaña. O, simplemente, recorrer el paseo marítimo, con su famosa barandilla blanca de más de cien años, a pie o en bicicleta. En cualquier caso, la experiencia se convierte en un recuerdo inolvidable. Con sol o con nubes, el recorrido impregna la mirada de belleza. En el entorno se aprecian, entre otras, edificaciones como el balneario de estilo Belle Époque de La Perla.
4. Degustar los platos del Ulia Buffet Restaurant
Totalmente relajados por el recorrido junto al mar, nada mejor que degustar un buen almuerzo en un lugar tan agradable como el Ulía Buffet Restaurant, con magníficas vistas a la Bahía. Se encuentra muy cerca del Paseo de la Concha, en la planta baja del Barceló Costa Basca. Su cocina se caracteriza por el producto de temporada y el respeto a la historia y cultura gastronómica del lugar, pero sin dejar de ser innovadora. La ensalada de tomate con salmón y las carrilleras en salsa destacan en la carta. También las anchoas del Cantábrico y, por supuesto, un buen surtido de pintxos.
Sábado
1. Una visita al Museo de San Telmo
Después del flechazo inicial con la ciudad, merece la pena conocer su pasado, su memoria. Y nada mejor para ello que una visita al Museo de San Telmo, el más antiguo de Euskadi. Se encuentra en el casco viejo, en la plaza Zuloaga, al abrigo del Monte Urgull.
El edificio que lo alberga es un convento dominico del siglo XVI. Tiene un claustro espectacular y la antigua iglesia está decorada con lienzos de José María Sert. Tras un largo proceso de rehabilitación, se le añadió un nuevo pabellón que acoge muestras temporales. Cuenta con una superficie construida de 11.000 metros cuadrados y una colección de valiosas piezas de etnografía y arte. El recorrido expositivo ayuda a interpretar la sociedad vasca, desde la prehistoria hasta nuestros días.
2. Un paseo por la pintoresca Parte Vieja
Los pintorescos rincones de la Parte Vieja de San Sebastián y su amplia oferta de bares, restaurantes y sociedades gastronómicas, hacen las delicias de los visitantes. El hecho de que esté completamente peatonalizada, ayuda a disfrutar del recorrido. Es todo un disfrute andar por sus calles estrechas contemplando sus casas antiguas y sus balcones con geranios.
En el recorrido destaca la plaza de la Constitución, que en el pasado fue coso taurino, con sus soportales y sus ventanas numeradas. Siempre es animado el ambiente en este rincón de la ciudad. Aquí da comienzo una de las fiestas más queridas de San Sebastián, la tamborrada. Merece mucho la pena una visita a la Iglesia de San Vicente y a la Basílica de Santa María del Coro, con su espectacular pórtico barroco. Otro buen plan es darse un tranquilo paseo por la Alameda del Boulevard, con sus árboles y espacios ajardinados.
3. Descubrir el Mercado de la Bretxa
El Mercado de La Bretxa es uno de esos lugares que cuentan mucho de la historia de San Sebastián y sus habitantes. Abrió sus puertas en 1870 y ha sufrido distintas remodelaciones en el devenir del tiempo. Pero su ambiente tradicional, sus sabores y colores, siguen intactos. Hasta el lugar se acercan los donostiarras en busca de la mejor calidad.
Hay un edificio exclusivo para las pescaderías que nutren de pescado fresco a los establecimientos de la ciudad. Resulta llamativo el espacio que ocupan las caseras o baserritarras, que traen productos de caseríos cercanos. Y hay numerosos puestos de carne, pescado, fruterías, charcuterías y productos delicatessen. El espacio cuenta también con restaurantes, tiendas de moda, decoración y otros servicios.
Desde el mercado de la Bretxa, un plan muy recomendable es tomar el camino del Paseo Nuevo de San Sebastián, muy querido y disfrutado por los lugareños. En poco más de cuarenta minutos de camino, y rodeando el monte Urgull, se puede disfrutar del bello horizonte Cantábrico. En días con fuerte marejada, las olas, al romper contra el costado del paseo, pueden llegar a alcanzar los diez metros de altura.
4. De pintxos por la Parte Vieja. Rumbo al Bar Bergara
Ir de pintxos por la Parte Vieja es una experiencia que nadie que visite la ciudad puede perderse. La oferta es de lo más variada. Entre los locales más afamados se encuentran la taberna Borda Berri, La Cuchara de San Telmo, y los restaurantes Txalupa y La Espiga. Ya en el Barrio del Gros, está el Bar Bergara, (General Artetxe, 8), especializado en pintxos creativos y platos vascos. La tortilla de anchoas, las delicias de pato al calvados y el foie gras con uvas al oporto, destacan en su carta.
5. Acercarse al Puerto y oler el mar
En una ciudad tan marinera no puede faltar un relajante paseo por el Puerto para oler el mar y disfrutar de sus vistas. Dos dársenas ocupan este espacio abierto y azul. Una, al lado del Club Náutico, está destinada a embarcaciones de recreo. Y la otra está concebida para pesqueros. Aquí se puede tomar el barco turístico ‘Ciudad de San Sebastián’ y dar un paseo por la bahía donostiarra.
También merece la pena acercarse al Aquarium, ubicado en un edificio histórico que data de 1928. Cuenta con un museo que muestra la historia marinera de la urbe con diferentes maquetas de barco. En el denominado Oceanario, impresionante pasillo abovedado, se pueden observar más de 200 especies marinas. Si viajáis con niños os agradecerán mucho la visita.
6. Fin de jornada en el Restaurante La Rampa
Para terminar esta jornada nada mejor que saborear los frutos del mar en un restaurante como La Rampa, un establecimiento familiar. Situado en el corazón del Puerto, cuenta con una amplia terraza y ofrece pescados recién descargados de los barcos. La calidad de los productos y la sencillez de la elaboración son característicos del establecimiento. Entre sus platos destacan: pescados frescos como el mero, besugo, o rodaballo; el txipirón de anzuelo o las parrilladas de marisco.
Domingo
1. Un relajante paseo por la playa de Ondarreta
La playa de Ondarreta es todo un descubrimiento. Menos concurrida que la de La Concha, se encuentra frente al monte Igueldo, a los pies del Palacio de Miramar. Sus aguas son tranquilas y desde ellas los más osados pueden llegar a nado hasta la Isla de Santa Clara.
Apacible y familiar, cuenta con un precioso paseo, un parque infantil, una alameda y jardines muy cuidados por todos sus alrededores, donde se sitúa la estatua de la reina María Cristina. Muy cerca de la playa se encuentra el agradable barrio del Antiguo. Paseando por su avenida marítima se llega hasta el emblemático Peine del Viento.
Un magnífico plan alternativo es coger, desde aquí, el entrañable y vetusto funicular, que lleva más de cien años deslizándose arriba y abajo por la ladera del monte Igueldo. El destino: visitar el encantador Parque de atracciones de San Sebastián, en funcionamiento desde 1912. Merece la pena disfrutar, por ejemplo, de la Montaña Rusa, construida en 1928. Las magníficas vistas de toda la Bahía desde este mágico rincón son espectaculares.
2. Pasear hasta el Peine del Viento
Caminemos, pues, hacia el Peine del Viento. Un lugar desde el que soñar con sirenas y con lejanías. “El Peine del Viento recibe sin descanso las olas y los vientos frente al horizonte inalcanzable”, decía su creador, Eduardo Chillida. En este lugar el viento, la dicha del aire en el rostro y la imagen del mar rompiendo, resultan inolvidables.
Situada en un extremo de la bahía de La Concha, la escultura es una auténtica carta de amor del creador vasco a su ciudad natal. Las impresionantes piezas de acero, enclavadas en la roca, se enfrentan al mar con su fuerza monumental. La importancia del entorno condiciona por completo esta pieza que parece retar al tiempo. Aquí el arte parece retar a la naturaleza indómita.
3. Descubrir en centro cultural Tabakalera
Este centro de Cultura Contemporánea ofrece otro perfil de la ciudad y le aporta dinamismo. Frente a sus señoriales emplazamientos ofrece un contraste de modernidad, de vanguardia. Original y alternativo, el espacio, abierto al público en 2015, se levanta en una antigua fábrica de tabaco.
El visitante puede disfrutar aquí de exposiciones, proyecciones de películas, talleres y acciones diversas. Se trata de un lugar abierto al intercambio de ideas y a la experimentación en los distintos ámbitos artísticos, pero también en la gastronomía. Una visita rápida permite disfrutar de las particularidades del edificio. Subir a la terraza es una ocasión para contemplar magníficas vistas. El Prisma, una curiosa intervención arquitectónica en las alturas, llama la atención.
4. Un buen almuerzo en Tedone Jatetxea
Acorde con la visita realizada a Tabakalera, resulta un plan idóneo reservar mesa en el Tedone Jatetxea, en el Barrio de Gros. Se trata de un restaurante que apuesta por la comida sana y ecológica. De ambiente tranquilo, sirve platos de autor, vegetarianos y mixtos, que van variando según el mercado y la temporada.
5. Una exposición en El Kursaal
Siempre hay alguna exposición interesante que ver en El Kursaal, edificación que imprime carácter a la ciudad. Obra del arquitecto Rafael Moneo, recibió el Premio Mies van Der Rohe al Mejor Edificio de Europa. Cuando se inauguró levantó la polémica entre la ciudadanía, ya que rompía con el entorno. Con el tiempo se ha convertido en todo un referente del ocio y la cultura.
Los donostiarras se han acostumbrado a la estética impactante y rompedora de la construcción. Junto a la desembocadura del Urumea, sus dos grandes cubos de cristal translúcido, resultan llamativos. El de mayor tamaño acoge el auditorio y el otro sirve como palacio de congresos. Cuenta con terrazas desde las que contemplar bellas vistas. De noche, 10.000 paneles de colores alumbran el entorno.
6. Recorrido por el Barrio del Gros
El barrio del Gros, situado entre el Kursaal y el monte Ulía, es uno de los más vivaces y populares de San Sebastián. Cuenta con la playa de La Zurriola, siempre llena de surfistas, y es muy frecuentado por los amantes del jazz, que en el mes de julio acuden a los conciertos del Jazzaldia.
El centro urbano de Gros es la plaza de Cataluña y su neogótica parroquia de San Ignacio de Loyola. Resulta muy placentero acercarse a la zona de Sagüés, a los pies del Ulía. En este lugar se suelen sentar los donostiarras, tanto jóvenes como mayores, a disfrutar de espectaculares atardeceres.
Los senderos del monte Ulía, con sus miradores con vistas a los acantilados, son otro de los atractivos de la zona. Y, sin duda, los variados locales que ofrecen suculentos pintxos, situados principalmente en las calles peatonales de Peña y Goñi.
7. Despedida en el Restaurante Arzak
De los once restaurantes españoles que tienen tres estrellas Michelin, tres están en Donosti. Uno de ellos es el Arzak. Despedirse en su mesa es sin duda un broche de oro para esta escapada de fin de semana a San Sebastián. La cocina que ofrece la familia Arzak se apega a las raíces vascas, pero con un espíritu siempre creativo e innovador.
Como reza el lema del establecimiento, se trata de “un lugar para comer, para conocer, para experimentar”. Dejarse sorprender es la mejor manera de disfrutar en este rincón privilegiado de la gastronomía. Destacan platos como las kokotxas con bambú, el guiso de ternera en su tinta e imaginativas recetas de navajas o pichón; además de originales postres. Se ofrecen menús degustación.
Dónde dormir en San Sebastián
Establecimientos históricos y modernos se mezclan en la oferta hotelera de una ciudad tan elegante y señorial como San Sebastián. Desde aquí sugerimos el Barceló Costa Vasca. Una opción tranquila que facilita una visita de fin de semana a la ciudad. Se encuentra muy cerca de todo, ya que se ubica a unos 500 metros de la playa de Ondarreta. Además de sus 203 habitaciones (dobles, triples, familiares, deluxe) este cuatro estrellas también cuenta con piscina, jardín y un restaurante que ofrece las mejores recetas vascas.