Es todo un símbolo de San Sebastián. Cualquiera que haya paseado por la célebre playa de la Concha siente su imponente presencia que, cual centinela, protege del mar bravío a la burguesa y señorial Donostia. Se trata de la isla de Santa Clara, un peñasco de poco más de cinco hectáreas que se eleva frente a la principal playa de la ciudad, y que, flanqueado por los montes Igueldo y Urgull, conforma el paisaje más icónico de la capital guipuzcoana.
Siempre que se disponga de tiempo, merece la pena acercarse al islote que se eleva 48 metros frente a la Bella Easo. Ya sea en barco, kayak, paddle surf o incluso a nado, hay muchas formas de acceder a Santa Clara, pues se encuentra a escasos 500 metros de la costa.
Algunas razones para acercarse a disfrutar de un tranquilo paseo, por el sinuoso y ascendente camino que lleva hasta el faro de la isla, son su vegetación generosa y la ubicación que ofrece para el avistamiento de aves. En lo alto del peñasco se puede disfrutar tanto del Cantábrico, que se impone en el lado norte, como de la magnificencia de la Concha y el resto de la ciudad desde otro punto de vista.
En barco a la isla Santa Clara
El modo más común para visitar la isla de Santa Clara es en barco. Desde hace casi 80 años una empresa familiar, Motoras de la Isla, se dedica en exclusiva al transporte de pasajeros a la isla. Esta compañía de barcas motoras opera a diario entre el 1 de junio y el 30 de septiembre, además de hacerlo en Semana Santa y otros días festivos del resto del año.
Existen dos modalidades de paseo: acceso directo a la isla o paseo por la bahía de la Concha en barcas con visión submarina. Estas últimas parten del Real Club Náutico, situado en el extremo oriental de la Concha, a los pies del monte Urgull y atracan en el pequeño embarcadero de la isla, situado en el punto más cercano al monte Igueldo.
Otras formas de llegar a Santa Clara
Precisamente por el islote de Santa Clara, la bahía de la Concha cuenta con aguas apacibles. El dique que representa el peñasco permite que en días en los que el Cantábrico sufre fuertes temporales, la bahía de la Concha esté protegida. Por tanto, no supone un riesgo importante aventurarse a la isla que, recordemos, se sitúa a poco más de medio kilómetro en el punto más alejado del continente, si bien siempre es recomendable hacer uso del sentido común. A la hora de adentrarnos al islote por nuestra cuenta y riesgo, es preferible hacerlo siempre en periodo estival y con buen tiempo.
Visitar a nado Santa Clara
Siempre que se esté en buena forma y las condiciones meteorológicas lo permitan, se puede llegar a Santa Clara a nado. Para ello, lo mejor es partir desde la playa de Ondarreta, situada en el lado occidental de la bahía y a las faldas del monte Igueldo. Se trata de uno de los tramos más cercanos para llegar, pues únicamente hay que salvar 406 metros de distancia entre Ondarreta y Santa Clara.
Además, a medio camino, en torno a los 200 metros mar adentro, se encuentran puntos flotantes con toboganes en los que bien se puede descansar un rato para emprender la segunda parte del viaje.
En línea recta hacia la isla se llega hasta el pequeño puerto donde atracan las barcas motoras y en la que hay un estupendo chiringuito donde reponer fuerzas.
Tanto el kayak como el paddel surf, incluso las barcas hinchables (de buena calidad) pueden ser medios de transporte óptimos para acercarse a Santa Clara siempre que se den las condiciones óptimas.
Qué ver en Santa Clara
La isla de Santa Clara esconde lugares agradables que, gracias a las pequeñas dimensiones del islote, son posibles disfrutarlos en un solo día. Además, dispone de todo tipo de servicios básicos: bar con restaurante, duchas, WC, socorristas, incluso espacios habilitados con mesas para hacer picnic.
Playa y piscina natural
El punto de entrada, como ya se ha comentado, es el pequeño embarcadero. En el lado derecho del mismo se encuentra su popular y diminuta playa. Este arenal sólo es accesible en periodo de bajamar, por lo que resulta interesante consultar el periodo de mareas en el caso de que queramos disfrutar de este espacio.
En cualquier caso, si la marea es alta tampoco hay problema para entretenerse en este lugar. Es el momento en el que se puede disfrutar de la inundada y curiosa piscina natural rectangular situada a continuación de la playa y que es engullida por el mar.
El chiringuito de la isla Santa Clara
Con unas magníficas vistas hacia la playa de la Concha, el chiringuito ofrece todo tipo de refrigerios, así como comidas que van desde bocadillos hasta paellas, cafés y helados para volver con buen sabor de boca al continente.
El faro
La excursión más común a la hora de visitar Santa Clara es caminar hacia la zona más alta de la isla, un agradable paseo que bordea el peñasco lleva sin problemas al faro. A lo largo de este camino nos encontraremos con zonas de merenderos rodeados de vegetación y con unas vistas inigualables. El faro, construido en 1864, está ubicado en el lugar que ocupaba la ermita de San Bartolomé. El ciclo de destellos de este faro es de uno cada cinco segundos.
Lo mejor de este lugar es recrearse con el paisaje que sale a nuestro encuentro, tanto si se mira hacia el mar como hacia el continente.
Un poco de historia
Declarada hace ya más de 50 años Centro Histórico de Interés Nacional, la isla de Santa Clara ha vivido una serie de vicisitudes. Se cree que en torno al siglo XIV se construyó una ermita dedicada a Santa Clara, si bien, cuando pasó a formar parte de la orden de San Bartolomé, tomó el nombre de este santo. En cualquier caso, no quedan restos de la ermita, que fue destruida por un destacamento francés durante la Guerra de la Independencia (1813).
A finales del siglo XVI, cuando la peste atlántica asoló la Península, el islote se convirtió en un centro de cuarentena para los enfermos.
En 1968 la isla pasó a ser de titularidad municipal, fruto de la cesión del estado al Ayuntamiento de San Sebastián.
La fauna de Santa Clara
La isla de Santa Clara es el habitat de un animal endémico: la subespecie de lagartija ibérica de San Sebastián (Podarcis hispanicus sebastiani). También es el hogar de una colonia de gaviotas sombrías y no es extraño ver sobrevolar el islote al cormorán moñudo, al arao o al halcón peregrino.