Los investigadores que llegan a Sevilla desde todo el mundo para estudiar temáticas tan diversas como el descubrimiento del Nuevo Mundo, la evangelización de los indígenas o los procesos de independencia de las naciones americanas tienen la suerte de hacerlo en un entorno único. Y es que la sede del Archivo General de Indias está ubicada en plena avenida de la Constitución, escoltada, a un lado, por la catedral gótica y, al otro, por el Real Alcázar de Sevilla.
El origen del Archivo de Indias
Este gran repositorio documental nació en 1785 por voluntad de Carlos III. Fue en aquel momento cuando el monarca consideró apropiado reunir bajo un mismo techo toda la documentación que la Administración española generaba para el gobierno de sus dominios ultramarinos, entre los cuales se incluían, no solamente los territorios americanos, sino también los asiáticos. Hasta entonces, los escritos de las instituciones que dirigían las colinas y el intercambio comercial con ellas (como el Consejo de Indias y la Casa de la Contratación) estaban repartidos entre Sevilla, Cádiz y la localidad vallisoletana de Simancas.
Así pues, a finales del siglo XVIII se empezaron a compilar en Sevilla todos los documentos que hoy resultan tan valiosos para reconstruir la historia de la América española. Además, el ingreso en el archivo de nuevas remesas contribuiría a que los fondos de la institución se fueran engrosando con el paso del tiempo. Dichos fondos, organizados en 16 secciones, están compuestos por documentación procedente de las grandes instituciones de la Corona hispánica, pero también por escritos de entidades menos relevantes e, incluso, por manuscritos de colecciones particulares como las del duque de Veragua, el virrey Abascal o el general Polavieja.
Según los datos facilitados por el Archivo General de Indias, la institución cuenta con 43.000 legajos (conjuntos de documentos), lo que significa que podrían completar una longitud total de 8 kilómetros si fuesen colocados en estanterías lineales. Sin embargo, como es lógico, no interesa tanto la cantidad como la calidad, y en este sentido el Archivo de Indias custodia verdaderas joyas, como las Capitulaciones de Santa Fe —el acuerdo entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos para explorar una nueva vía de comunicación con las Indias Orientales— y una serie de escritos autógrafos de Hernán Cortés, Pizarro o Magallanes.
Igualmente, la colección de documentos gráficos del archivo es interesantísima, con aproximadamente 8.000 registros en su base de datos, entre mapas y dibujos, los cuales resultan especialmente útiles para los expertos en historia del arte o cartografía.
La antigua Lonja de Mercaderes, la sede del Archivo General de Indias
Hasta este momento nos hemos referido al valor documental del Archivo de Indias, sin embargo, también vale la pena conocer algunos datos del bello edificio que ocupa, la Lonja de Mercaderes, así como las razones que llevaron a Felipe II a erigirlo.
Lo que motivó la construcción de la lonja fueron las protestas del cabildo de la catedral ante la costumbre que habían tomado los comerciantes de la ciudad, quienes, a falta de un espacio donde desarrollar sus quehaceres, desempeñaban su actividad mercantil en las gradas del templo gótico, y, cuando el tiempo no acompañaba, en el interior del mismo. Ante esta insólita situación, Felipe II le encargó al arquitecto real Juan de Herrera que proyectase un edificio para acoger a los mercaderes, pues Sevilla era por aquel entonces el epicentro comercial del Imperio hispánico.
El edificio muestra externa e internamente el clasicismo típico de la arquitectura herreriana, un estilo caracterizado por su sobriedad y elegancia, y cuyo máximo exponente es el monasterio de San Lorenzo del Escorial. No obstante, la dirección de la obra pasó posteriormente por los arquitectos Juan de Minjares, Alonso de Vandelvira y Miguel de Zumárraga, los cuales modificaron parcialmente las trazas originales de Herrera.
Cuando en 1717 el control de los intercambios comerciales con América pasó de Sevilla a Cádiz, garantizándose de esta forma una comunicación más fluida con el océano Atlántico, la Lonja de Mercaderes perdió su finalidad y llegó a albergar viviendas de particulares. Ya en 1781, se optó por remodelar el edificio para convertirlo en la sede del Archivo de Indias, cayendo esta responsabilidad en manos de Luca Cintora, quien por aquel entonces ejercía de maestro mayor de obras de los Reales Alcázares.
A la hora visitar el Archivo General de Indias, merece la pena deleitarse en el ritmo clásico que marcan las pilastras y los vanos adintelados en sus diferentes fachadas, cuyos únicos elementos ornamentales son las bolas y pirámides que rematan la balaustrada superior. No será extraño encontrar coches de caballos apostados junto a las cadenas que rodean el edificio, a la espera de algún viajero que desee recorrer la ciudad en calesa.
El clasicismo se extiende también al interior del inmueble, el cual se organiza en torno a un patio central con suelo ajedrezado. Los dos cuerpos del patio están resueltos con arcos de medio punto, quedando estos flanqueados por columnas dóricas, en el primer piso, y jónicas, en el segundo. La transición entre ambas secciones es una demostración de cómo el Renacimiento recuperó al pie de la letra el lenguaje constructivo de Grecia y Roma, pues se ejecuta mediante un friso de triglifos que nos traslada a los templos de la Antigüedad clásica.
Teniendo en cuenta la belleza del edificio y el valor de los fondos documentales que atesora, no deberías marcharte de Sevilla sin visitar el Archivo General de Indias. Además, la entrada es gratuita y está situado en pleno centro de la ciudad.