El corazón comercial de Sevilla está en el paseo peatonal de la calle Sierpes. Ya desde el siglo XV era un importante centro de comercio donde se asentaban herreros, zapateros y artesanos.

Tradicional y bulliciosa, hoy en día es testigo de los acontecimientos más grandes de la ciudad como la carrera Oficial de la Semana Santa que la atraviesa desde la plaza de la Campana hasta la plaza de San Francisco. Al final de la jornada de compras se transforma en charla distendida en sus bares, cafeterías y pastelerías.

Un icono de la zona es la confitería La Campana en las inmediaciones de la plaza de San Francisco. Fundada en 1885, conserva su estilo Modernista con mostradores de madera, yeserías policromadas, motivos vegetales y el suelo hidráulico original. Te costará elegir entre sus míticas yemas, merengues, lenguas de almendra, fruta escarchada o primor de hojaldre. Todos ellos elaborados a diario con las mismas recetas de hace más de 100 años.

En verano es característica la imagen de la calle Sierpes tapada con grandes toldos que la atraviesan por las azoteas para protegerla del sofocante calor. Pero al caer la tarde verás como la calle cobra otra vida. Estatuas humanas, mimos o músicos callejeros la pueblan y le dan una animada vida nocturna.

De compras en el centro de Sevilla

Indudablemente, si vas a Sevilla tienes que recorrer la calle Sierpes para ir de compras. Allí podrás hacerte con el típico souvenir o con auténticos trajes de flamenca, bordados y marroquinería que se entremezclan con las grandes franquicias de ropa y calzado.

En realidad, la gran zona comercial del centro es el triángulo formado por las plazas de la Campana, de San Francisco y del Salvador. Aunque la calle Sierpes es la más emblemática, aledañas como Tetuán, O’Donnell, Rioja y Velázquez son también peatonales con multitud de comercios.

Grandes firmas locales como Vitorio & Luchino, Adolfo Domínguez y Purificación García conviven con tiendas de trajes de flamenca como Luchi Cabrera y Elena Bernal y todas las marcas del grupo Inditex. Y entre todas ellas, algunos comercios centenarios que nos transportan a otra época.

Han sobrevivido, gracias a su especialización, como la sombrerería Maquedano que está en la calle Sierpes esquina Rioja desde 1908. En este local modernista no hay mostrador, solo dos sillas y un gran espejo, lo demás son las características cajas de Maquedano. Es la única sombrerería de Sevilla y cuenta con más de 1.000 productos en su catálogo, desde la típica gorra a los sombreros de feria.

Otro escaparate que no pasa desapercibido es el de la papelería Ferrer, la más antigua de España. Fundada en 1856 cuando una familia catalana llegó a Sevilla para hacer las Américas y se quedó fundando esta papelería. En la actualidad se conserva tal cual la dejaron sus fundadores con el suelo hidráulico y los mostradores originales y atrae a multitud de clientela local y extranjera. Cuentan con más de 14.000 referencias de productos.  

Continuando por la calle, te sorprenderá un panel de madera con seis grandes relojes marcando la misma hora. Se trata de El Cronómetro, una relojería que instaló en ese pequeño rincón una familia procedente de Levante en el año 1901. En su fachada el panel de madera que fue montado para la ExposicióIberoamericana de 1929 y que con el tiempo se ha convertido en una referencia de la marca, pero al cruzar la puerta se entra en un mundo de lujo y diseño del siglo XXI que te sorprenderá. 

Historias y leyendas de la calle Sierpes

Calle comercial desde hace siglos, antes tomaba el nombre de Espaderos debido a que en ella se encontraban una hermandad dedicada a forjar espadas. Ya aparece como calle de la Sierpe en la obra de Cervantes El rufián dichoso, que, por cierto, estuvo encarcelado en esta misma calle en lrcel Real de Sevilla.   

El cambio de nombre a calle de la Sierpe ha dado lugar a muchas leyendas. Unas versiones lo atribuyen a que en ella vivía el caballero Don Álvaro Gil de la Sierpe, otras que viene por su supuesto trazado serpenteante o por la serpiente que figuraba en el símbolo de una botica situada en la calle.  

Pero la versión s novelesca es la que cuenta que a finales del siglo XV comenzaron a desaparecer niños durante la noche. Nadie sabía lo que pasaba, hasta que un día un reo fugitivo afirmó conocer quién estaba detrás de las desapariciones e hizo prometer a Alfonso de Cárdenas, regente de la ciudad, que le concediera la libertad a cambio del asesino. Le hizo firmarlo por escrito y solo después le llevó ante una gran serpiente con una daga clavada y rodeada de restos de huesos que confirmaban que era la asesina de los niños. Lo había descubierto al escapar de la cárcel por un túnel excavado que le llevó a las cloacas, allí se encontró con el animal y le dio muerte. 

La serpiente fue expuesta en la misma calle Espaderos y de todos los barrios de Sevilla venían a ver la calle de la sierpe.