En pleno corazón de la Sierra Norte de Sevilla, a unos 80 kilómetros de la capital hispalense, Cazalla de la Sierra es el arquetipo de pintoresco pueblo andaluz, rodeado de dehesas y encinares, que invita al viajero a perderse entre sus calles blancas, disfrutar de sus paisajes y gastronomía y sumergirse en su rica herencia cultural. La ciudad (así la reconoció Alfonso XIII por su importancia histórico-cultural), que se remonta a la época romana, cuenta con un monumental legado religioso — con la Cartuja de Cazalla y varios exconventos— y es conocida por su destilación de anís y aguardientes, una tradición centenaria que aún define el carácter local, además de por su ubicación estratégica en un entorno natural, el de la ribera del río Huéznar, que ofrece infinitas posibilidades.
Historia de la localidad: un cruce de culturas en la Sierra Norte de Sevilla
Los primeros indicios de asentamientos humanos en Cazalla de la Sierra se remontan al Neolítico, como atestiguan herramientas y dólmenes hallados en su entorno. Durante la época romana, su proximidad a la Vía de la Plata le otorgó relevancia como enclave de paso, posiblemente conectado a ciudades como Carmona. Vestigios como una estatua dedicada al emperador Caracalla confirman la presencia romana en la región.
En el periodo visigodo, se encontraron lápidas sepulcrales de finales del siglo V, que apuntan a una continuidad poblacional significativa. Con la llegada de los musulmanes, la localidad fue conocida como Castella debido a su posición estratégica y fortificada. En 1247, el rey Fernando III conquistó la ciudad, integrándola al Reino de Castilla y marcando el inicio de una nueva etapa histórica.

El siglo XVI fue un periodo dorado para Cazalla gracias a su floreciente producción de vino, reconocida incluso en textos literarios como Guzmán de Alfarache. Sin embargo, el hito más singular de su historia ocurrió en el verano de 1730, cuando Felipe V, buscando alivio para sus problemas de salud, estableció en Cazalla su residencia estival. Durante esos meses, la localidad se convirtió, de facto, en la capital del Reino de España, acogiendo a la corte real y tres monarcas: Felipe V, Fernando VI y Carlos III.
Ya en el siglo XX, Cazalla continuó destacando, especialmente por la producción de anisados y aguardientes, que alcanzaron fama internacional en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. En 1916, Alfonso XIII concedió a la localidad el título de ciudad, un reconocimiento a su importancia histórica y cultural.
Qué puedes ver en tu visita: arquitectura religiosa y bodegas y destilerías tradicionales
Cazalla de la Sierra alberga un patrimonio único que combina espiritualidad, arquitectura y un profundo legado cultural. Comenzando por la Cartuja de Cazalla, este complejo, situado en un enclave natural privilegiado, fue fundado como un monasterio cartujo en 1476. Durante siglos, la comunidad monástica no solo encontró en este lugar un refugio espiritual, sino que también desarrolló la producción de vinos y licores, aprovechando los recursos naturales de la zona. Tras la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, la Cartuja cayó en el abandono hasta ser adquirida por Alexander Harrington, quien transformó la Capilla del Peregrino en su residencia privada. Más tarde, Carmen Ladrón de Guevara emprendió un ambicioso proyecto de restauración que culminó con el reconocimiento del premio Europa Nostra en 1986. Hoy en día, el complejo combina su valor histórico con actividades culturales y de enoturismo.
Entre los edificios religiosos, destacan el convento Madre de Dios, un imponente edificio renacentista que fue restaurado en el siglo XVIII tras un devastador incendio. Por su parte, el antiguo convento de San Agustín, ahora rehabilitado, acoge las instalaciones del Ayuntamiento de Cazalla. Finalmente, el convento de San Francisco, fundado en el siglo XV, ha sido transformado en un espacio más contemporáneo y funcional, albergando en su claustro la plaza de Abastos, donde los visitantes pueden disfrutar de los productos frescos y locales.

Para los amantes de los sabores locales, es imprescindible visitar la destilería El Clavel, que lleva más de un siglo produciendo anís y licores tradicionales. Este negocio familiar utiliza recetas transmitidas de generación en generación, convirtiéndose en un emblema de la artesanía local. Si lo tuyo es el vino, las bodegas como Hacienda El Duende y Colonias de Galeón te sorprenderán con sus caldos. Estas bodegas apuestan por la viticultura ecológica y combinan la tradición con técnicas modernas, ofreciendo catas donde se pueden degustar tintos, blancos y espumosos de gran calidad.
Finalmente, un paseo por sus calles te llevará a descubrir la arquitectura típica andaluza, con casas encaladas y balcones de forja. Cazalla de la Sierra es más que un destino; es un viaje al corazón de una tradición viva, donde el pasado y el presente se entrelazan en perfecta armonía.
Naturaleza y alrededores: la Sierra Norte como protagonista
Cazalla de la Sierra no solo es historia; su entorno natural es igualmente fascinante. Rodeada por el Parque Natural de la Sierra Norte, ofrece innumerables rutas de senderismo y ciclismo que atraviesan dehesas, riberas y bosques mediterráneos. Una de las rutas más populares es la que lleva a las Cascadas del Huéznar, un conjunto de saltos de agua que forman piscinas naturales de aguas cristalinas, perfectas para los meses más cálidos.
El Cerro del Hierro, una antigua mina romana convertida en monumento natural, es otro de los tesoros de la zona. Sus formaciones kársticas y su paisaje único atraen tanto a senderistas como a escaladores, ofreciendo vistas espectaculares y la posibilidad de explorar túneles mineros históricos.
Además, la Reserva Natural del Palacio de la Ribera, con su riqueza en fauna y flora, es ideal para observar aves como cigüeñas negras y águilas reales, o para disfrutar de un picnic rodeado de naturaleza.

Dónde comer en Cazalla de la Sierra: sabores tradicionales de la sierra regados con vino y anís
La gastronomía de Cazalla refleja su esencia rural y su tradición vinícola. Entre los platos más destacados se encuentran el guiso de castañas, las migas serranas y el cabrito al horno, elaborados con productos locales y recetas transmitidas de generación en generación.
Restaurantes como La Posada del Moro ofrecen una cocina que combina la tradición con toques creativos, mientras que en Mesón La Bolera, los guisos y carnes a la brasa son los protagonistas. Para los amantes del dulce, probar los pestiños y las tortas de manteca es imprescindible, especialmente acompañados por un chupito de anís local.
No olvides visitar alguna de las mencionadas destilerías tradicionales de la zona, como El Clavel, donde se produce anís de manera artesanal. Aquí podrás conocer el proceso de destilación y llevarte una botella de este licor, símbolo de Cazalla, como recuerdo.