También conocido como los Reales Alcázares (dado que son varios los edificios que conforman el conjunto palaciego), el Real Alcázar de Sevilla fue uno de los grandes proyectos de Abderramán III. Este rey musulmán, muy conocido por el ser el primer emir omeya, también nos ha legado la construcción de otro gran hito arquitectónico: el complejo de Medina Azahara, en Córdoba. Situado en pleno centro de la ciudad y muy cerca de la Catedral y del río Guadalquivir, el Alcázar sevillano es una visita obligada. Sobre todo para los admiradores del Arte (con mayúsculas) y para aquellos que quieran conocer buena la evolución de la ciudad a lo largo de más de un milenio de historia.

Qué es el Alcázar de Sevilla

Corría la segunda década del siglo X cuando decidió levantar, muy cerca del Guadalquivir y del puerto de Sevilla, un palacio de gobierno acorde con el rango económico y político que ya tenía en aquel momento la ciudad. A aquel edificio primigenio se le añadió, en el siglo siguiente (XI), el llamado Alcázar Nuevo de los Abbadies, gobernantes de la Sevilla de aquella época. Este palacio se acabó convirtiendo en el centro de la vida literaria, cultural y social.

Tomada Sevilla por las tropas castellanas (1248-49), el palacio pasó a convertirse en sede del poder municipal, viéndose sometido a diferentes reestructuraciones y ampliaciones. Éstas,  no obstante, mantuvieron en lo esencial la planta y la belleza de los azulejos, yeserías y mocárabes que decoraban el interior del palacio. Y, cómo no, también el paisajismo de sus bellísimos jardines. El Real Alcázar de Sevilla es uno de los monumentos de visita obligada, pero continúa siendo también una residencia real y, como tal, es utilizado por la Familia Real española y por el Gobierno durante diferentes acontecimientos.

 

 

Todo el conjunto está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde el año 1987, en reconocimiento a sus valores históricos, culturales y artísticos.

Real Alcázar de Sevilla
Real Alcázar de Sevilla

El palacio del Alcázar sevillano

No muchos lo saben, pero el Real Alcázar de Sevilla es uno de los palacios reales en uso más antiguos del mundo (un milenio). El cuerpo principal del conjunto lo conformaban varios patios y estancias construidos durante la Alta Edad Media por los gobernantes almohades. Tras la conquista de la ciudad, esas dependencias fueron respetadas por los gobernantes castellanos y utilizadas como su propia residencia hasta que, en 1356, un terremoto las afectó gravemente.

Fue entonces cuando el rey Pedro I decidió derribar parte de ellas y construir el conocido como Palacio Mudéjar, contiguo a otras dependencias construidas en la época del Gótico por Alfonso X el Sabio.

Interior del Palacio
Interior del Palacio Mudejar

Las estancias mudéjares son, probablemente, las más fotografiadas del palacio, por su profusión decorativa, llena de motivos vegetales y geométricos, y por su gran colorido. Pero otras muchas más llaman la atención de los visitantes. Fundamentalmente:

  • La Sala de la Justicia, de planta cuadra y estilo mudéjar.
  • El Patio del León, contiguo a la puerta de ese mismo nombre y que es el acceso principal al palacio.
  • El Patio del Yeso, superviviente de la época almohade y que conserva buena parte de su estructura y decoración original, a base de ese material.
  • Patio de la Montería, que es el distribuidor a otras partes del complejo palaciego y el acceso al Palacio de Pedro I (o Mudéjar).
  • Palacio Gótico que, aunque fue reformado en estilo renacentista en tiempos de Carlos V, mantiene la estructura original de la planta baja.

Los jardines del Real Alcázar de Sevilla

Si llamativo es el palacio, no lo son menos los Jardines del Real Alcázar de Sevilla. Con una extensión de unos 60.000 metros cuadrados, estos jardines empezaron a transformar el paisaje contiguo al conjunto palaciego allá por el siglo XIII. Aunque buena parte de lo que hoy se contempla es fruto de la reestructuración acometida en el siglo XVI, de acuerdo con la estética renacentista imperante en la época. De hecho, se puede distinguir entre dos partes muy diferenciadas: los llamados Jardines Viejos, correspondientes a las épocas almohades y mudéjar; y los jardines diseñados a partir del Renacimiento (siglo XVI).

Jardines del Alcázar de Sevilla
Jardines del Alcázar de Sevilla

Entre los espacios más destacados de este inmenso parque se encuentran:

  • El Estanque de Mercurio, probablemente ya construido en la época almohade, y que toma su nombre de una estatua alegórica de ese dios romano situada en el centro del mismo.
  • Jardín de la Danza, llamado así por las estatuas de una ninfa y de un sátiro que decoraban dos de las columnas que lo enmarcaban y que están desaparecidas.
  • Galería de Grutesco, situada a espaldas del estanque y que originariamente fue uno de los lienzos de la muralla de la alcazaba. El aspecto actual data del siglo XVI cuando se le añadió una galería superior que regala bonitas panorámicas a estos jardines.
  • Jardín del Príncipe, que recibe ese nombre porque a él se accede desde el Cuarto del Príncipe, donde nació Juan, segundo hijo de los Reyes Católicos.
  • Y al fin, el Jardín del Marqués de Vega-Inclán, que es uno de los últimos proyectos paisajísticos añadidos a los Jardines del Real Alcázar de Sevilla, pues fueron diseñados a principios del siglo XX sobre lo que fue la antigua huerta del Retiro.

Curiosidades sobre el Alcázar

El Real Alcázar de Sevilla es tan sorprendente que al recorrerlo te sientes transportado a otros tiempos y a otras épocas donde la estética mostraba la buena salud de las arcas de sus propietarios. En este palacio no se escatimó en diseño ni en jardines ni en salones, pero es cierto que esa opulencia acaba en el olvido, y terminaremos reteniendo en la memoria sólo los detalles curiosos que nos sacaron una sonrisa o una señal de asombro. Te enumeramos algunos de ellos:

  • Patio de las Muñecas. Cuando recorras este precioso patio, que está situado en la zona privada del palacio y que servía como distribuidor de las habitaciones, fíjate en el arco más cercano al vestíbulo, allí verás talladas nueve cabezas de muñeca.
  • Patio de las Doncellas. Este es otro de los rincones que siempre se fotografían por su belleza y por el bonito reflejo de la arquitectura en su acequia central. El dato curioso está en que su nombre podría hacer alusión a la leyenda del tributo que pedían los gobernantes musulmanes a los cristianos, ¡nada menos que cien doncellas vírgenes!
  • Escenas sangrientas en la Sala de Justicia. Uno de los lugares del Alcázar que no olvidarás es esta sala donde Pedro I el Cruel se manchó las manos de sangre al provocar, indirectamente, la muerte de su hermanastro Don Fadrique. Como la leyenda menciona que el suelo de mármol se llenó de sangre, aún hay quien no aparta la mirada del suelo buscando alguna señal que lo confirme.
  • Escenario de Juego de Tronos. La popular serie de HBO eligió varias salas del Real Alcázar y parte de sus jardines para recrear el reino de Dorne. Si haces una visita guiada seguro que te mostrarán los fotogramas para identificar cada lugar, pero incluso si la haces por tu cuenta, no te resultará difícil encontrar las localizaciones porque apenas están retocadas.

Lo Baños de María de Padilla

Resulta difícil, o imposible, de adivinar que bajo el suelo del patio del Crucero se oculte un lugar tan especial como este aljibe al que han dado en llamar los “Baños de María de Padilla”. Este era un espacio perfecto para huir del calor en verano, al tener situado sobre su techo un jardín.

Las columnas góticas que hoy día podemos admirar nos regalan unos juegos de simetría y reflejos en el agua –que hacen las delicias de los fotógrafos– fueron fruto de una intervención de la época de Alfonso X el Sabio. Más tarde, con Felipe III, se vuelve a remodelar para construir una fuente y se abre una acceso para conectar el aljibe con el Jardín de la Danza.

Pero seguro que te estarás preguntando el porqué del nombre de los Baños de María de Padilla. Te lo diremos, aseguran las malas lenguas que María de Padilla, amante del monarca Pedro I el Cruel, se paseaba por allí desnuda y se bañaba en el aljibe. Sea cierto o no, lo que quedó claro fue el amor que le profesaba el rey, ya que incluso después de morir quiso proclamarla reina.